Capítulo 21 - En el que te ensucias las manos

6.3K 791 37
                                    


Desafortunadamente, mis conocimientos sólo terminaban en pociones y hechizos de nivel medio-principiante, y dudaba que, por mucho que pudiera encontrar ingredientes para invocar vientos favorables, eso nos ayudara de alguna manera a escapar. Nos quedamos dando vueltas en la habitación, acomodando cajas y muebles tratando de formar una especie de montaña que nos pudiera acercar un poco más a la luz de la libertad.

Cuando escuchamos un fuerte zumbido, como el de una bala de cañón atravesando el campo de batalla, se nos heló la sangre. Miré a Valeria y su pálida tez no hizo otra cosa que palidecer todavía más, si era posible. En cuanto la Bruja rompió con su terrible furia la frágil y mohosa puerta, nosotras ya habíamos alcanzado la cima de nuestra improvisada estructura.

Un momento después de que Valeria saliera al tejado me colgué como pude del incómodo marco y pateé lo más fuerte que mis nervios me permitieron. La montaña cayó sobre ella con un terrible estruendo, como si la habitación hubiera colapsado sobre sí misma; pero la Bruja, precavida y veloz, se elevó en el aire y rechazó con su magia las astillas y metales que rebotaban en todas direcciones.

Fue entonces que de las escaleras que daban a esa habitación, una voz femenina que me pareció bastante familiar llamó con locura a Madame Avegyard, quien de inmediato dejó de volar y se colocó devuelta a lo que restaba de espacio libre en el suelo, pidiendo ayuda como si la necesitara, fingiendo como una gran actriz su preocupación por lo que acababa de ocurrir.

Cuando logré salir al tejado me sentí liberada al sentir el calor del sol en mi piel, el viento olía a hierva húmeda y la vista de los lujosos techos y chimeneas humeantes eran maravillosas, pero teníamos a la Bruja pisándonos los talones y necesitábamos movernos rápido.

—¿Qué hacemos ahora?

Valeria había comenzado a lagrimear, nunca supe si de miedo, felicidad o simplemente porque el viento resecaba sus ojos. Yo no tenía idea de cómo bajaríamos semejante altura, el techo estaba tan inclinado que la sensación de que podíamos resbalar y morir en cualquier momento no me dejaba pensar con claridad.

Claridad, el calor del sol, el olor a hierba. Había estado en una situación muy parecida antes, tanto que ya había comenzado a olvidarla. Tomé a Valeria de la mano, con mucha fuerza para transmitirle confianza, pero ella no quiso moverse ni un poco, el miedo a resbalarse la mantenía paralizada.

—Valeria, si no nos movemos...

—¡Me voy a caer, me voy a caer! —gritó sin siquiera girar su cabeza para mirarme.

—Puedes regresar a la ventana y esperar a que venga alguien por ti, yo tengo que huir, no puedo perder más tiempo.

—¡No, por favor, llévame contigo!

Sentí cómo la pequeña mano de Valeria se aferraba a la mía mientras que con la otra apretaba fuertemente una de las doradas tejas.

—Si quieres ir conmigo necesitas empezar a moverte. No tengas miedo, si te resbalas yo te sujetaré.

Con una lentitud propia de un cervatillo acabado de nacer, la pequeña caminó junto a mí hasta la chimenea humeante más cercana, sintiendo alivio de poder abrazarse a una superficie asegurada. Dentro de la habitación no habían cesado los gritos, parecía haber muchísimo más gente que antes, y en los despejados jardines ahora habían decenas de guardias apuntándonos con sus armas en una especie de juego espeluznante. Si nos disparaban, acertaran o no, sería el fin.

Metí las manos dentro de la chimenea, asegurándome de recoger la mayor cantidad de hollín posible. Era lo único que se me ocurría. Quizás no tendría el mismo efecto que la tiza de cuerno calcinado, pero si tan sólo pudiera crear una puerta lo suficientemente grande para meter el torso ambas estaríamos salvadas.

El círculo no quedó más perfecto que un óvalo deforme, había quedado tan torcido que tuve que volverlo a intentar, y Valeria gritándome que me diera prisa no hacía más que aumentar la presión. Deseaba con todas mis fuerzas que Howl apareciera para rescatarnos, que todo se tratara de una broma de mal gusto o que pudiera despertar a salvo en mi habitación del castillo de un momento a otro.

Cuando el círculo quedó meramente bien comencé escribiendo una y otra vez la palabra "puerta" dentro de él en el alfabeto de este mundo. Lo más difícil sería el hechizo de reubicación, puesto que no tenía ni fuego ni experiencia.

—Valeria, necesito que me des un pedazo de tu vestido.

—¡¿Qué quieres qué cosa?!

—¡Date prisa, estoy segura de que los sirvientes no tardarán en conseguir una escalera o algo para subir!

Dudó por un segundo, y después la vi rasgando varias tiras de su vestido usando sólo sus uñas. Tomé un pedazo de los más grandes y lo coloqué sobre la chimenea, tapando la mayor parte posible. Pronto la tela comenzó a ganar un color negro, luego marrón, después dorado y finalmente se encendió con un pequeño fuego que puse sobre el centro de mi improvisado círculo. Me concentré, y con todas mis fuerzas pedí una puerta de madera.

"Necesitamos una puerta de madera, pequeña, una puerta, necesitamos una puerta, por favor, coloca una puerta frente a mí"

Luego, sentimos que el viento cambiaba ligeramente de dirección alrededor nuestro, mientras Valeria se agarraba más a la chimenea yo veía el bailar de la llama, meciéndose a los lados y sacando ligeras chispas blancas. Un crujido horroroso llegó antes que las decenas de puertas amontonadas unas sobre otras, deformes, de distintas maderas y algunas dobladas en su mismo eje como si fueran de plastilina y una mano gigante las hubiera apretado, pero ninguna nos servía para poder pasar. Valeria había redirigido su miedo de caer hacia la magia tan aterradora que estaba haciendo, y yo me seguía preguntando por qué ansiaba tanto escaparse con una bruja si les tenía tanto miedo en lugar de quedarse en su hermosa mansión.

Volví a encender otro trozo de tela y repetí el proceso, sin olvidarme de borrar las palabras que había escrito y dejando solamente una. Esta vez las chispas blancas se multiplicaron con rapidez, y frente a nosotras comenzó a aparecer una puerta altísima, muy delgada y tan deforme como una rama, pero estaba lo suficientemente plana como para pasar por ella y eso me pareció suficiente. Aún no había terminado de formarse cuando un anciano de impecable traje negro asomó su cabeza por la ventana, apoyado en una escalera.

—¡Señorita Valeria, por favor baje de ahí, es muy peligroso, tome mi mano!

—¡Tengo miedo Victor! —Respondió ella justo cuando la puerta logró volverse completamente sólida.

—No se asuste, tome mi mano, yo la llevaré...

—¡No lo entiendes! —Exclamó interrumpiéndolo—. ¡Te temo a ti, a Madame Avegyard, a la duquesa Thunderstorm, le tengo miedo a todos los que viven en esta casa, no puedo soportarlo más!

El anciano se quedó con la boca abierta. Fueron un par de segundos hasta que junto al anciano apareció la Bruja Calamidad, tan roja como un tomate y sudando como si acabara de correr un maratón, insultándolo para que se hiciera a un lado y la dejara pasar.

—¡Quédate ahí! —Rugió con su áspera voz—. ¡Hay una razón por la que quiero que te marches, se trata sobre Howl, intento salvarlo, maldición!

Pude esperar pero decidí no hacerlo.  Contuve la respiración, sujeté a Valeria con fuerza y la jalé hasta mí. Abrí la puerta con firmeza y susurré una vez más: "arce foras".



🔥 Howl Es Real 🔥 (Howl y Tú) El Increíble Castillo Vagabundo de HowlWhere stories live. Discover now