Capítulo 2

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Otras de mis razones, para volver a vivir en Mar Azul, fue Carla. No podría tener en este mundo una amiga mejor. Ella es esa clase de persona que se encarga de hacer siempre feliz a los demás. Trato de aprender de ella cada día, y soy muy afortunada en tenerla a mi lado, porque cuando más la necesitaba, estaba allí, aun sin que se lo pidiera.

Era mi amiga, mi hermana, y la elegiría entre millones si no la conociera, ella hacía de mí una mejor persona cada día

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Era mi amiga, mi hermana, y la elegiría entre millones si no la conociera, ella hacía de mí una mejor persona cada día. Tenemos esa clase de relación, no solo por haber vivido y crecido en este pueblo, o por haber estudiado juntas, o por compartir las salidas con amigos, sino porque nos elegimos y estamos en la misma sintonía.

Cuando estamos juntas, no necesitamos hablar para darnos cuenta de los que nos pasa. Solo nos miramos y lo sabemos. Siempre fuimos amigas, porque además su madre y la mía también lo habían sido. Pero a medida que fuimos creciendo, nos fuimos dando cuenta que un lazo especial nos unía. Nadie me conocía tanto como Carla, ni yo misma, se anticipa a mis pensamientos y a mis actos. A veces pienso que debería vivir mi vida, porque lo haría mucho mejor. Sería todo más ordenado y menos doloroso. Lo único que quiero en la vida es que ella sea feliz, y realmente lo era.

Se conocían con Juan de adolescentes, pero desde que se vieron por primera vez como hombre y mujer, se enamoraron para siempre. No había más que verlos para darse cuenta de cuánto se amaban.

Ella sabe todo de mí, como soy y lo que siento. Es por eso que alentó a Luis con su locura, porque sabía que lo necesitaba. Ella sabía cómo me sentía después de la separación con Pablo, es por eso que cuando apareció Luis, ella vio un oasis en mi desierto. Cuando él le preguntó por las chances que tenía, ella no lo dudo y le respondió "todas". Y no la pude culpar por eso. No pude hacerlo...

Todavía recuerdo su cara al día siguiente de la fiesta, cuando vino hasta mi casa.

Ya hacía rato que había despedido a Luis, en realidad lo tuve que prácticamente echar de mi casa después de largos besos de despedida, porque no podíamos separarnos. Estuve toda la mañana tratando de acomodar mi cabeza, ya que no podía dejar de pensar en las tantas cosas que habían pasado desde que entre a la fiesta la noche anterior. Imágenes de la playa, del muelle, la caminata hacia mi casa, y de mi... cama.

Pasaban por mi memoria, y la sensación que tenía era que no había sido yo la que las había vivido, que había sido otra persona. No lo podía creer, pero sí, me había pasado a mí, y no podía borrar esa sonrisa de satisfacción en mi cara, por el placer que había sentido toda la noche.

Recuerdo que trate de distraerme haciendo todo tipo de quehaceres en la casa, pero no lo logre. Después de eso tome un baño, pensando que eso me tranquilizaría, pero seguía con esa sensación de que iba a explotar en cualquier momento.

De pronto tocaron a mi puerta y no tuve que hacer mucho esfuerzo para adivinar de quién se trataba. Todavía estaba enojada y se lo iba a hacer saber. Pero cuando abrí la puerta y me encontré con la dulzura de su rostro, tuve que contenerme para no reír y para no abrazarla como siempre, como cada vez que nos veíamos.

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