Capítulo 4

38 5 2
                                    


Pasaron minutos, segundos, horas, toda mi vida por mi cabeza, tratando de encontrar algún sentido. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero algo me hizo volver a la realidad, y creo que fue la realidad misma.

Me encontré en el sillón, en el mismo que me había tirado a llorar, cuando Esteban se había marchado. Ya no me quedaban más lágrimas, mis ojos irritados no me permitían ver con claridad. Creí escuchar un golpe en la puerta, pero pensé que había sido producto de mi imaginación. Mire mi reloj que marcaban las diez de la noche. Hacia dos horas que Esteban se había ido, y me habían parecido siglos.

Me levanté del sillón y el primer impulso fue ir hacia el ventanal y mirar hacia el embarcadero. El yate estaba allí, como un recordatorio de todo lo que había vivido este fin de semana. Ese yate era el único testigo de lo que había sentido por él.

Esteban había tenido razón, precisaba algo de paz, para poder comprender todo esto que me pasaba. ¿Pero cómo conseguirla?

Escuché la puerta otra vez y me acerqué. Alguien había del otro lado, de eso estaba segura. Mi corazón comenzó a golpear tan fuerte que me sacudía el pecho.

¿Acaso Esteban habría vuelto?

Abrí la puerta lentamente conteniendo la respiración y con desilusión dejé escapar todo el aire de mis pulmones. Carla estaba ahí. Y no era que no me alegraba de verla. Pero hubiera sido otro el rostro que deseaba ver. Y cuando nuestras miradas se encontraron a Carla se le desdibujo su hermosa sonrisa, extendió sus brazos y me abracé a ella como nunca.

No pude contener mis lágrimas, creí que ya no me quedaban, pero me había equivocado, porque ahora no podía parar, mientras ella con su ternura me arrullaba como a una niña pequeña, cuando necesitaba consuelo.

– ¡Ay María, mira como estas!–Dijo con pena en su voz–Por favor calmate porque me vas a hacer llorar.

–No... lo siento–Me disculpé tratando de recomponer los desechos que quedaban de mí–Me alegro que estés acá.

Trate de calmarme, necesitaba hablar con Carla más que con cualquier otra persona.

–María, antes que me digas cualquier cosa, tenes que saber, que Juan llevo a Esteban a la estancia, y... no estaba mejor que vos. El esta aterrado, tiene miedo de perderte, pero a su vez... está loco por vos–repuso con verdadero asombro.

–Si... ya sé todo eso–Su mayor miedo era que no lo ame, tanto como él me ama a mí–¿Cómo llegamos a esto? Éramos los mejores amigos y ahora...

Carla me tomo de la mano, cerró la puerta y nos sentamos en los sillones.

–María, ¿Sentís algo por él?–no aparto sus ojos de mí.

– ¡Ay Carli, no tenes una idea!

–Sí, me imagino–Se burló con una sonrisa.

–No de la manera que estas pensando, aunque... si también–Confesé sonrojándome–Lo que quiero decir es... éramos amigos y por lo menos de mi parte jamás sentí más que eso. ¡Tantos años callando, sin decirme que me amaba!–Tomé mi cabeza entre mis manos.

–Pero...María, eso es perfecto ¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué tienen tanto miedo?

–Porque esto no tiene vuelta atrás, perdí lo mejor que tuve con él, su amistad, ya nada va a ser igual entre nosotros. De la manera en que nos atraemos va a ser muy difícil.

-Pero Mari, quizás no sea tan difícil, deja tus miedos y atrévete a ser feliz.

-No creas que no lo deseo, porque te juro Carla que por primera vez en mi vida quiero que todo esto que me pasa con él funcione, nadie me hizo sentir tan amada y tan deseada como él. Creí que después de Luis no podría compararlo con nadie... y ahora... Esteban se convirtió en algo mas... es una necesidad...

Mar AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora