Capítulo 2

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Nerea se mueve sin parar y juega con su sirenita de juguete mientras Rocío intenta ponerle el bañador.

-¿Tana? -pregunta la bebé cada poco. Rocío suspira con pesadez.

-Aitana está con su mami, cariño.

-Quero jubá.

-Otro día vamos a jugar con Aitana, ¿vale? Ahora vamos a bajar a la piscina con papá. -Eso si el señorito se digna a mirar otra cosa que no sea la pantalla, piensa con cierta amargura.

Han llegado a Ibiza esa mañana, han hecho el papeleo correspondiente para pagar su estancia en el hotel, han subido a la habitación para deshacer las maletas y han almorzado en el buffet junto a la piscina. Y, en todo ese tiempo, Nerea ha sido casi la única de los dos rubios que le ha dirigido la palabra.

La frialdad de su marido no es nada nuevo, y eso es lo que más le molesta a Rocío. Hace ya más de un año que se siente cada día más lejana a él. La idea de unas vacaciones fue suya, por irónico que parezca ahora, pues ni ha levantado apenas la vista del ordenador ni ha encontrado esa desconexión que, según él, Ibiza le concedería.

Cuando termina de vestir a Nerea, vuelve la cabeza hacia él. Su marido ni se percata hasta que ella, tras un suspiro, le pregunta:

-¿Bajamos a la piscina?

-¡Pisina! -aplaude Nerea. Su padre las mira con cara sorprendida, como si se acabara de dar cuenta de su presencia en la habitación, hasta que cambia a su expresión inescrutable de siempre.

-No, yo me quedo -dice sin mucho interés antes de volver a mirar la pantalla de su portátil.

Los orificios de la nariz de Rocío se hinchan de rabia. Aprieta los puños y trata de contenerse.

-Muy bien. -Mira a su hija y le da la mano-. Quieres ver a Aitana, ¿no?

-¡Tana! -asiente la niña con ilusión.

-Pues cambio de planes. -Cambio del que su marido no parece ni percatarse hasta que Rocío coge su bolso y la mano de su hija, se dirige con ella hacia la puerta y le vuelve a dirigir la palabra-: No sé por qué has pedido vacaciones, si te entretiene más la compañía del trabajo.

Antes de que pueda replicar, Rocío arrastra a Nerea fuera de la habitación y cierra la puerta tras ellas. Hace tiempo que tiene sospechas. Se pregunta si Miguel la conoce lo suficiente como para pensar que es tonta y que no se ha dado cuenta de que la época en que empezó a volver más tarde de su aburrido trabajo coincide con la época en la que empezó a desentenderse de su vida familiar. Si por algo Rocío es tonta es por no haberle preguntado directamente por el tema, aunque sabe cuál sería su respuesta, y también sabe que le dolería demasiado que lo delatara el lenguaje no verbal.

Sin pararse a pensar que la rabia le está haciendo caminar más rápido de lo que las cortas piernas de su hija pueden permitirse, se saca el teléfono móvil del bolsillo y marca el número de Alba.

-¿Sí? -A los dos pitidos, la voz suave de la pelirrosa aparece por el auricular. Solo en ese momento, Rocío siente vergüenza y se da cuenta de lo impulsiva que ha sido al llamarla tan pronto.

-Hola. Hola, soy... Soy Rocío. La del avión.

Suspira con disimulo. Ahora es demasiado tarde para echarse atrás y buscar una solución más viable como la adulta que se supone que es.

-Hola, Rocío. -Casi puede imaginarse su sonrisa amable-. ¿Qué tal has llegado?

-Bien, bien. ¿Y tú? -Se muerde el labio. No quiere irse por las ramas.

ibiza ; albocíoWhere stories live. Discover now