jungkook.

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La sensación de escapar.

Es como adrenalina acumulándose en cada uno de tus cabellos, en cada poro de tu piel, te llena de energía y a la vez de terror, en el temblor de las piernas, el cuerpo tenso. Huir de todo lo conocido, huir hacia algo mejor (o eso se supone) sin saber qué pasará, en todo eso iba pensando, sentado en el colectivo de larga distancia con destino a Seúl, mejor dicho, el terreno de la universidad de Seúl, donde viviría a partir de ese momento. Dejar Daegu fue una decisión difícil pero, ¿acaso había otra opción?

En Daegu estaba mi familia, Holly, la casa donde crecí y la habitación llena de todo lo que soy, o bueno, solía ser. Pero esa persona que solía ser ya no me sirve, y creo que por eso tomé la decisión de huir de todo aquello que me recordaba a quien fui. Mi otro yo, ese que vivía en Daegu, pesaba 10 kilos más, usaba lentes y tenía el cabello negro y grasiento. Ese Yoongi nunca me sirvió mas que para ser el blanco de todas las burlas y males.

Por eso lo maté.

Decoloración, tintura verde, dietas extremas y una mentalidad firme a partir de mi graduación, me decidí a dejar Daegu y darle la bienvenida a un nuevo yo, alguien del que no se podrían burlar, alguien intocable. Y ese alguien nacería en Seúl. Como un villano planeando su venganza, solo que realmente no quería vengarme de nadie en específico. Creo que solo quería satisfacer esa sed de superioridad que me empezó a comer por dentro desde el momento en que alguien me puso una mano encima.

No pude dormir en todo el viaje, cuando llegué estaba realmente agotado, solo quería encontrar mi departamento en la residencia y dormir. Tomé mi teléfono, el cual creí perdido entre mi mochila, mi abrigo y mi bolso, y envié un mensaje a uno de los chicos que viviría conmigo, Jungkook. Nunca lo había visto en persona, pero era amigo de mi hermano, y prometió cuidarme en mi estadía en la universidad (algo que no creía necesario—hasta que pasaron cosas que más adelante voy a escribir). Jungkook respondió casi al instante, y cuando estaba por ver el mensaje, un silbido me sacó de lo que estaba por hacer.

Ahí estaba, en el portón de la residencia, el cabello negro le caía en la frente pero no era largo, camisa de cuadros, jeans negros. La cara más angelical que en mi vida había visto, sonreía ampliamente, dándome la bienvenida. Fui hacia él, le di la mano, e intentando no ponerme nervioso me presenté.

— Soy Yoongi, Min Yoongi.

— Yo soy Jungkook, ¿te ayudo a llevar eso?

Él fue mi primer hogar en Seúl.

Lo primero que pensé de Jungkook fue que hablaba de todo lo que le interesaba, y era un chico al que le interesaban muchas cosas. Teníamos la única habitación compartida en la casa y creo que fue por eso que nos volvimos muy cercanos. Era una radio: cosa que llamaba su atención, cosa de la que podía hablar todo el día, creí que llegaría un punto en que me molestaría que no se callara nunca, pero ese punto jamás fue alcanzado. Podía pasar horas escuchándolo hablar de su carrera, licenciatura en artes liberales, artistas, profesores, compañeros, la universidad en general... él simplemente descargaba su mente conmigo porque soy un muy buen oyente (es de las pocas cosas que me enorgullecen de mí) y realmente disfrutaba cuando se emocionaba hablando y empezaba a hacerlo más rápido, con los ojos brillantes.

Nos hicimos mejores amigos con el pasar del otoño, confiábamos tanto el uno en el otro, que éramos inseparables.

— Yoon. — Me susurró al oído una fría noche, despertándome. — Yoongi, ¿estás despierto?

— Ahora sí. — Murmuré yo, aún sin entender. Él se rió en voz baja. — ¿Qué pasa?

— Vení, mirá esto.

Dicho esto, se levantó y salió de la habitación, y yo lo seguí, a paso lento. Cuando salí, él se había sentado en la ventana de la cocina compartida, y sonreí. Estaba nevando. La primera nevada del año.

— ¿No es mágico, Yoongi? — Me dijo, sin dejar de mirar hacia el exterior, nieve brillante con la luz de la Luna. Tomé asiento a su lado en la ventana, haciendo que sus piernas se cruzaran con las mías. — Nunca deja de maravillarme...

Jungkook miraba la nieve caer, pero yo no podía dejar de mirarlo a él. Con sus ojos enormes, brillantes, hermosos, su nariz redondeada y su expresión de impresionado, como siempre que algo le despierta interés, lo cual ocurre casi siempre. Entonces caí en un vacío llamado realización: Jungkook me gustaba tanto...

...y no sabía cómo manejarlo.

Esa semana no pegué ojo, porque la causa de mi insomnio era justamente quien dormía en la cama junto a la mía. Todo parecía avanzar, seguir su curso con normalidad y yo no, porque me gustaba Jungkook, cada vez más con el pasar de los días, y no me despegaba de él ni un segundo. Me sofocaba de una manera en cierto punto placentera, pero sofocante al fin.

Y un día, él se calló.

Ese día me desperté, y no lo encontré en su cama. Era sábado, había rendido un final el día anterior, y desapareció. Tampoco sus cosas estaban allí, solo una remera que me había prestado, y yo traía puesta. Salí de la habitación, y encontré a uno de nuestros compañeros, quien me miró con soberbia tras sus lentes de sol, y me dijo:

— No sé, creo que salió.

Lo llamé unas veinte veces, el doble de mensajes, nada. Incluso lo busqué por alrededor de la residencia, ni rastro. Pasaron horas y horas y el vacío en mi pecho no paraba de crecer, hasta que lo vi entrar a la habitación.

Con un bolso que arrojó al suelo.

— ¿Te volviste loco, Jeon? — Grité, saltando de la cama. — ¿Dónde estabas? ¿Sabés cómo te busqué por todos lados?

Pero él no respondió a mis gritos, solo me abrazó, con fuerza, sus grandes brazos sujetando todo mi cuerpo. Haciéndome sentir querido, como nadie me había querido jamás.

— Me iba, Yoongi. — Me confesó, ahora llorando, sin romper el abrazo. — Esto no es para mí, yo... no sé qué hago acá, no sirvo para estudiar debería no haberme ido jamás de Busan. Pero volví Yoon, volví porque...

— ¿Por qué? — Le pregunté, separándome de él, mirándolo a los ojos.

— Porque te volviste una de las pocas cosas que me ata a este lugar, Yoongi.

Jungkook me besó, a mí, que no había sido besado ni querido jamás. Jungkook fue un experimento con mi nuevo yo, y se me había ido de las manos, porque ahora lo quería en serio. Quería sus manos en mi cuerpo, y en mi corazón.

Él fue mi hogar, y mi inicio, en aquella residencia donde transitaría los años de mi joven adultez. Y no podría estar más conforme con ello.

Desde ese día empezamos a salir.
Pasamos nuestras vacaciones de invierno, sea los días previos a las fiestas, tumbados en su cama, abrazados, viendo películas o leyendo. Me acuerdo que él insistió ver Star Wars (saga de la cual yo era fanático) y yo le dije que nunca la había visto. En ningún momento dejó de abrazarse a mí.

Para navidad, él se volvería a Busan, a su pueblo, y me pidió que me fuera con él. Acepté, después de todo, volver a Daegu ni siquiera se me había cruzado por la cabeza, y al día siguiente nos tomamos el micro. Mientras él dormía en el asiento de al lado, pensé en muchas cosas, pero un solo pensamiento rodeaba mi cabeza: sentirme atado.

No llevábamos ni tres días de estar juntos y las dudas de si esto había sido una buena idea ya empezaban a salir. Entonces, ¿así era gustar de alguien y ser correspondido? ¿simplemente somos pareja, nos damos besos, cogemos y listo? ¿y no puedo hacer eso con nadie más? Para eso había trabajado tanto en mi físico y mi exterior... no. No podía terminar ahí.

Necesitaba redoblar la apuesta, y ya tenía a un par en mente, pero eso voy a contarlo en la siguiente hoja...

the resident | yoonkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora