seokjin.

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Lo primero que escuché sobre Seokjin vino de la boca de Jungkook, el día en que me mudé. Él dijo "nunca está acá, pero siempre que vayas a su habitación tocá la puerta. — si llega a estar y no tocaste, te rompe el cuello". Un muy buen inicio, ¿no?

Mi novio tenía razón en que nunca estaba, las veces que lo veía por la casa eran tarde en la madrugada, se escuchaba un estruendo en la cocina y yo soy de sueño liviano, así que me levantaba a ver qué había pasado: Seokjin llegando a casa, borracho, con olor a marihuana, sin siquiera saber donde estaba parado. Entonces yo lo ayudaba a volver a su habitación, y él me decía "Gracias Youngmin" a pesar de que mi nombre es Yoongi.

Algunos de mis compañeros de cursada lo conocían, bueno, no algunos, sino la gran mayoría, principalmente porque él era el vendedor de marihuana y "otras sustancias" (así me lo planteó una compañera) más grande de la universidad. Sí, mi compañero de residencia facturaba más que mis dos padres juntos en su trabajo en un año. Decían que su padre era un empresario de mucho dinero, y que por eso Seokjin era intocable ante la ley, además de que tenía un grupo de matones personales y amigos que se encargarían de cualquiera que intentara sacarle el puesto al rey.

Lo tenía —literalmente— todo para ser el típico chico rebelde. Alto, lindo, personalidad agresiva y forrado en billetes... mentiría si dijera que la idea de que fuera mi próxima presa no me calentaba.

Con Jungkook ya llevábamos dos meses juntos y el estar con él se había vuelto una rutina para mí, estaba acostumbrado a su presencia cercana todo el día, aunque no voy a mentir: me estaba aburriendo. No de él, sino del ciclo que se repetía todos los días, él estudiando como loco o durmiendo y yo leyendo o mirando televisión. Justo en el momento en que estaba pensando eso, él estaba tumbado en la cama, sin remera, durmiendo boca arriba, sus leves ronquidos acompañando el ambiente. Se había dejado crecer el pelo hasta los ojos y le tapaban la vista, a la vez que se iluminaban con los rayos del sol de la tarde que entraban por la ventana.

Lo quería, no, lo amaba. Amaba a esa dulce criatura que reposaba en nuestra cama, pero todo se volvía repetitivo y no podía estar estancado con una persona que no se mueve de su zona de confort.

No hablaba con nadie más que él y algunos compañeros de clase en toda la universidad. La casa era un silencio terrible, asfixiante, y por algún motivo, los pocos residentes que conocía me miraban con disgusto. Me hacían acordar un poco a cómo me miraban en la secundaria, y eso me generaba un vacío enorme. Yo no había venido para repetir una historia, yo tenía que hacerme notar.

— Amor. — Llamó la voz de mi novio desde la cama. —¿Venís?

Y como siempre, le dije que sí.

Un beso, y otro, así hasta mil, e incluso más. Era de las pocas cosas de las que nunca podría aburrirme, el sexo con Jungkook no era sexo, era lo que se dice realmente hacer el amor. Delicado, suave, lento, en sus ojos podía ver todo el amor que me tenía y me hacía sentir culpable, porque yo lo amaba, pero no lo suficiente. Esto es lo que tiene el sexo en pareja y no casual, necesitas amor.

Y ahí estaba la respuesta. Sexo casual.
Para hacerme notar, necesitaba de todo, menos amor.

Mientras le hacía mimos en el pelo, estaba pensando en mi plan, y mirando en retrospectiva, soy un hijo de puta. Pero en ese momento no lo pensaba y me ganó esa sed de "venganza" que traía en la mochila desde Daegu. Solo tenía que esperar el momento indicado e ir por el pez gordo para hacer crecer mi ego, y mi reputación.

— Te adoro tanto, Yoon.

Sonreí, saliendo de mis pensamientos.

— Yo mucho más, Jungkook.

the resident | yoonkook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora