Ruta 6: Secretos familiares

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Él paseaba juguetonamente sus manos a través de su escultural figura. No había nada que pensar, nada que no fuera mejor que este momento de placer.

- ...¿C-Cuánto tiempo llevamos?

- No lo sé.

- Hoy tengo entrenamiento, no debo...llegar tarde.

La chica con la que estaba nuestro prota no era nada más que una amiga con derecho que iba a despertarlo cada mañana.

Y por increíble que parezca, hasta ahora jamás habían tenido sexo. Tan sólo se habían limitado a desnudarse en la cama, manosearse y besarse.
Era una costumbre que ya llevaba meses repitiéndose cada mañana a la misma hora. Exactamente a eso de las cinco y media, ella con una copia de las llaves que Dio le había dado entraba y caminando a hurtadillas subía hasta el segundo piso para quitarse la ropa y despertarlo de diferentes maneras.

Él se despertaba casi de inmediato, luego tomaba a su amiga y hacían lo suyo, revolcándose en la cama hasta una hora después o incluso más cuando estaban demasiado excitados.

Él acariciaba su cabello castaño con una mano y con la otra su delgada espalda. Los jadeos no cesaban y el calor era insoportable, el sudor se mezclaba pero aún así, ellos no se separaron y continuaron estimulándose. Luego cambiarían de posición cuando uno de los dos se corriera con el menor ruido posible, Dio no vivía solo como sabrán. Al lado de él estaba su hermana menor y más allá su hermana mayor que conociéndola, sería la primera en escandalizar estos encuentros clandestinos.

¿Cómo se pondría Reine si su querido hijo era frecuentado por una chica que entraba sin permiso a su habitación?

Dio ni siquiera quería imaginárselo, pero eso lo hacía aún más excitante.

Si los descubrían, no había nada qué hacer y la ropa desperdigada por todo el suelo demostraba su despreocupación...ni siquiera le ponían seguro a la puerta.

- ¿Puedes sentarte? Hace mucho que quiero probar algo.

- ¿Qué quieres probar?

No tardó en saber todos sus fetiches, uno de ellos era nuevo para ella en este momento, pero aún así la idea de ser besada y lamida desde sus pies era bastante estimulante, tanto que él podía ver cómo los labios de su intimidad palpitaban levemente mientras adquirían un brillo viscoso que se derramaba un poco hasta mojar la sábana que de por sí ya estaba muy olorosa.

- Tienes unos pies hermosos...sensuales, eróticos. Tu olor es muy rico, me gustaría tenerlos así por siempre.

- Heheh, es un poco vergonzoso cuando lo dices, pero veo que en verdad te gustan mis pies, tu amiguito está más grande que de costumbre. Déjame hacerte un buen servicio.

Por cierto, la amiga con derecho con la que estaba Dio se llamaba Satori, pero todo el mundo le decía "Tori". Es varios años mayor que él e iba a la universidad que quedaba cerca, después de todo desde hace varios años Dio y su familia se habían mudado a la capital que quedaba muy al sur de donde venían.

- Ahhh...

El gimoteo del chico se debía al placer extremo que sintió cuando los pies de su amiga comenzaban a hacerle una paja. Con movimientos cuidadosos pero ágiles y verticales, las plantas y los dedos a lo largo de su miembro creaban una sensación inimaginable. Tanto era el estímulo placentero que él no pudo contenerse por más de tres minutos y disparó, ensuciando de blanco los pies de su amiga que sonreía mientras se movía hacia él, era hora de cambiar de pose.

- Es injusto que te diviertas solo, hazme sentir rico aquí...

- Como tú quieras.

Prácticamente Tori se sentó en su compañero que por un momento sentía que se asfixiaba, pero no le importó, después de todo tenía que complacer una vagina que rogaba dócilmente por un hombre.

Divergencias del HaremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora