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Ago. 5, 2025 

Nunca había sido tímida en ningún aspecto, mientras más miedo le tenía a algo más rápido lo hacía para acabar con la molesta sensación, en momentos de silencio normalmente era quien los cortaba con algo superficial, por el contrario si era alguien más que lo hacía seguía siempre la conversación para generar un ambiente ameno, pero ahora mismo me parecía que cualquier cosa que saliera de mi boca sonaría ridículo o que quizá era muy pronto para preguntar; además estaba empezando a plantearme una de las ideas más erróneas que se puede tener: no hacer nada en espera que alguien más lo haga y mientras más pensaba que podría decir, descartando entre un tema u otro parecía estar más lejos la opción de decidirme por algo y de una vez por todas dejar que las palabras fluyeran. Cuando ya estaba casi decidida a dejarlo y permitir que alguno de los otros que estaban allí llenara el silencio, se escuchó un "hola" animado a nuestras espaldas. No reconocía en lo absoluto a la nueva persona que se acercaba con confianza, pero los otros sí parecieron hacerlo lo que me recordó que aún tenía mucho y a muchos por conocer de allí. Hasta ahora conocía el lago al que habíamos ido, la cafetería donde habíamos almorzado ese día, que también ocupábamos hoy siendo ya poco más de las cuatro, pero podría permanecer en el lugar todo el día porque me hacía sentir tranquila y ese era justo el plan de ese día, estar allí sin mucho más que hacer más que servir de compañía uno del otro para sentirnos menos solos.

Todos saludaron con un abrazo justo antes de que nos presentarán, y por segunda vez estando en el pueblo surgía un interés pero estaba vez se sentía diferente aunque todavía no era consciente de cuál era la razón, de lo que sí fui totalmente consciente fue de su abrazo animado aun cuando recién nos veíamos, tenía una sonrisa hermosa y unos ojos azules en los que podría ahogarme, en cambio retire mi mirada no sin antes devolver la cálida sonrisa que me regalaba con una igual.

Me sorprendieron dos hechos: Kay jamás aparto su mirada de mi interacción con Ojos Azules, y Ojos Azules tomó asiento a mi lado de manera muy cercana generando una empatía en mí de inmediato solo con ese gesto y de pronto las palabras que estaba reteniendo fluyeron con facilidad, hasta que termine proponiendo que podríamos ir a ver las estrellas un día cualquiera aprovechando la poca luz superficial que había en el pueblo cuando la noche caía por completo; ese hecho lo había comprobado desde mi habitación durante toda la semana que estuve encerrada por voluntad propia. Más adelante cuando todos parecían entusiasmados con el plan, agregué que tenía un Celestron convencional que era portable y podría llevar si todos prometían ser cuidadosos con el aparato. Esto provoco que el plan fuera un hecho, ninguno allí había mirado el cielo nocturno con un telescopio y todos parecían emocionados con el asunto lo que provocaba que yo estuviera encantada por el simple hecho que alguien más pareciera receptivo al tema, debido a que en mi ciudad natal habían muchos factores que impedían que pudiera hacer algo así con mis amigos: la luz nocturna hacia casi imposible la visibilidad, la inseguridad era otro punto por lo que el telescopio jamás había salido de mi habitación y también estaba el hecho de que todos mis amigos estaban más entretenidos revisando el celular cada cinco minutos que por mirar el firmamento, acción que provocaba, a fin de cuentas, que yo misma olvidará lo tranquila que me sentía observando el cielo de noche y decidiera unirme al comportamiento cliché adolescentes.

Recordaba a la perfección cuando mi padre me regalo el telescopio a los quince años, por lo exaltaba y ansiosa que estaba por tener uno, estábamos en vacaciones de fin de año, que se componía de quince días estando fuera del colegio, por lo que yo estaría en un pequeño pueblo por lo menos dos semanas, tiempo suficiente para mí porque no era precisamente amante al calor y casi que terminaba desesperándome con los treinta seis grados que hacía a diario, a los tres días de estar allí. Tomaba tres baños diarios —parece exagerando, pero para una persona que vivía en una ciudad donde el clima era entre frió y templado, a no más de diecinueve grados, la humedad y el sol eran sofocantes —.Mi primer baño era el matutino, como normalmente la mayoría lo tomaba, le seguía uno más después de almuerzo y finalmente otro antes de irme a dormir, pero ese día cuando se acercaban las seis de la tarde, una de mis hermanas me saco casi corriendo de la casa donde estábamos, alegando que ya que el sol había caído por completo , era momento de salir y yo por mi parte estuve de acuerdo, así que terminamos yendo en moto a una especie de mirador, donde era visible el rió más grande de la zona: rió Manzo. Unos metros más abajo se encontraba la entrada al rió donde algunos de nuestros familiares que vivían allí y sus amigos, estaban listo para la que sería una fogata al lado del rió, los habitantes solían hacer esa clase de actividades con frecuencia, por lo que no fue una sorpresa para mí, la situación simplemente me parecía acogedora y aproveche para dejar que mis pies se hundieran en el agua mientras hablaba tranquilamente con uno de mis primos.

Un poco más tarde cuando la luna era completamente visible y me permite verla tanto como fuese posible sin perder el hilo de la conversación, mi papa se acercó con una caja visible en sus manos.

  — Amor, ven un segundo —dijo estando ahora a unos pasos del grupo de adolescentes que se había formado —feliz cumpleaños — pronuncio mientras me apretaba en un abrazo, más fuerte de lo que seguro pretendía. Era un hombre de casi uno noventa de altura y bastante macizo, y sabia lo mucho que sindicaban para el mostrar con hechos lo que sentía, porque a diferencia de mi madre, era de pocas, bastante pocas palabras. Por lo que devolví el abrazo con fuerza, que seguramente no sería mucha para él, me permite pronunciar un te quiero.

Había sacado ese pedazo de personalidad de mi padre, rara vez era demostrativa con palabras "dulces", porque realmente no salían e iban con mis demostraciones afectivas y me contaba también ser melosa o pegajosa, pero intentaba compensar aquello, demostrando lo que sentía con hechos y sabiendo en qué momento era necesario dar un abrazo.

Lo siguiente que paso, es que me entrego la caja con cuidado, era padre de tres mujeres, totalmente consiente que las cosas que parecían ligeras para él, podían ser pesadas para nosotras por lo que se aseguró de que yo sostuviera bien el objeto, hasta soltarlo del todo y espero mi reacción. Y que un otra que darle un abrazo de nuevo sonriendo y agradeciendo, enseguida corrí como loca, diciéndole a los otros que teníamos que probarlo, eso basto para hacerle saber a mi padre que en realidad había acertado. En el camino casi tropecé.

  — Ten más cuidado, amor mío —. Escuche decir a mi padre, pero sin importar arrastre a todo de nuevo al mirador.

En mi mente estaba plantado que tenía que aprovechar el pueblo para usar el Celestron, todo lo que fuera posible, porque cuando llegara a la ciudad no sería tan frecuente, razón por la que estaba tan exaltada por probarlo, adicional, hacía mucho quería uno, desde el instante que me había enamorado de todo lo relacionado con el universo, pero jamás lo había pedido porque era consciente de que habían otras prioridades antes que un gusto mío. Solo una ves había dejado ver mi encanto por los telescopios y se debía a que fuimos al observatorio de la ciudad, mientras estaba mirando atenta, hice un comentario vago a mi mama.

  — Un día, voy a tener un telescopio en mi cuarto para mirar la luna.

No hubo comentario alguno de mi mama, pero ahora sabía que seguro selo había comentado a mi padre, que me regalara el Celestron, era prueba de ello y estaba agradecida por el hecho de mis padres hicieran un pequeño ajuste en sus gastos para darme aquel gusto. Siempre apreciaba aquello. 

QUIZÁ EN OTRO UNIVERSO © [Terminada]Where stories live. Discover now