2. Chupitos e iniciales

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El primer mes en la capital no fue nada fácil para Agoney.

A pesar de haber vivido en la ciudad más concurrida de Nueva Zelanda, Madrid no tenía nada que ver con Auckland. El canario odiaba el estrés de la gran ciudad, ver a la gente corriendo a todos sitios, la inexistencia de gestos tan simples como una sonrisa. Pero precisamente gracias a eso había aprendido a apreciar los gestos más sencillos.

Fue así como, el segundo día de trabajo, se atrevió a hablarle a la chica del pelo rizado que puso el en la puerta del ascensor para impedir que se cerrara. Descubrió que se llamaba Miriam, que tenía su edad, que era la asistenta del jefe y que lo odiaba. No pudo evitar reír al notar que, en cierto modo, era muy parecida a Mrs. Hamilton. Ambas mujeres tenían el mismo carácter, pero también la misma bondad. Así pues, la gallega de pelo largo y sonrisa encantadora se convirtió en su primera amiga en la capital.

Cuatro comidas en el bar de enfrente de la oficina después, Miriam le presentó a Ricky y Aitana. El mallorquín era el mánager de la catalana, que acababa de entrar en la industria musical. Pronto, Agoney descubriría que, a pesar de la gran diferencia de edad, ambos eran un pack. Se notaba de lejos lo mucho que se querían y eso llenaba el pecho del canario de ternura.

Le gustó tanto sentirse tan integrado en el grupo que, pronto, dejó de lado el agobio que le producía la capital para centrarse en todo lo bonito que tenía la misma. Miriam se había encargado de enseñarle cada uno de sus rincones favoritos de Madrid, desde sus obras favoritas de los museos del Triángulo del Arte hasta las tiendas vintage más bellas de Malasaña, no sin antes pasar por algunos de los bares de Lavapiés o los teatros de Gran Vía. Agoney quedó prendado de las miles de luces que mantenían viva la capital a pesar del frío invierno que caía sobre ella, de los paraguas de la gente que corría hacia la boca de metro más cercana y de los truenos que de vez en cuando iluminaban las calles cuando salía de trabajar.

Aprendió también a disfrutar de la soledad que le ofrecía su pequeño apartamento. A pesar de estar no demasiado apartado del centro, su calle era poco transitada y la mayor parte de la tarde el único ruido que se podía escuchar era el de los pocos coches que pasaban por debajo del balcón. Descubrió que amaba sentarse en el sofá delante del balcón en las tardes de lluvia, con una manta —lo más calentita posible— y un té mientras escuchaba las gotas que golpeaban con fuerza el cristal. Era lo más parecido a la paz que había encontrado en la capital.

Así llegó marzo a la vida de Agoney.

Probablemente un mes que recordaría siempre.

El tinerfeño amaba la primavera, siempre había sido su estación favorita porque era un apasionado de las flores, de la lucha entre el frío y el calor, de las sudaderas finitas y de las tardes de domingo buscando la luz del sol en cualquier parque. Consideraba la primavera como el más bello renacer, el verdadero inicio de un nuevo año. Primavera de nuevas amistades, de cervezas con los amigos, de tormentas traviesas; verano de amor, de sol, de playa, de locuras; otoño de nostalgia, de hojas que caen sobre la hierba deseando que vuelva la primavera, de vuelta a la rutina; invierno, la peor de todas las estaciones, la estación de las despedidas por antonomasia, de elegir a la gente que permanecerá en tu vida al siguiente año, de nieve que enfría los corazones solitarios. Las estaciones eran una bonita metáfora sobre la vida de alguien tan adaptado a una rutina como Agoney.

Sin embargo, aquella tarde de principios de marzo, el primer rayo sacudió la misma.

Miriam lo había invitado a tomar café en Tim Hortons, la cafetería a la que siempre acudían después de un día de mierda en el trabajo. Era jueves y el cielo lucía nublado. Se sentaron en la misma mesa de siempre, junto a un grupo de chicas que reían a carcajadas mirando la pantalla de uno de sus móviles. Agoney sonrió al verlas y, por un momento, deseó volver a aquellos años en los que nada importaba.

Aunque tú no lo sepasWhere stories live. Discover now