Lisa y Jennie son novias desde muy pequeñas, están a punto de casarse y esperan la llegada de su primer hijo. Pero una fatal noche Lisa encuentra a Jennie en el piso de la cocina, muerta.
Los forenses dicen que fue un accidente doméstico.
Meses de...
Rosé nuevamente esperaba, por si las dudas su amiga volvía a aparecer, y no se equivocó, había pasado sólo cinco segundos y un resplandor aparecía junto con la máquina. Rosé suspiró, al saber que tal vez Jennie volvió a pasar por lo mismo y si era así, ya no tendrían nada que se pueda hacer para salvarla, era su destino.
_Lisa, creo que tenemos que hablar - se acercó frenando al verla en tal estado - ¿Pero que te pasó? - interrogó con preocupación, Lisa salía con una bata de hospital y tenia moretones en su rostro y cuerpo, junto a heridas cicatrizadas.
_Escapé...- dijo en un murmullo.
Lisa le contó todo a Rosé, la pelirroja escuchaba atentamente y veía como su amiga ya no tenia ganas de seguir llorando aún más, había sido demasiado por estos ocho meses. Lisa sentía que si miraba a Rosé, iba a derrumbarse por completo y no quería seguir sufriendo. Contó lo del accidente automovilístico, que llevaba en ese hospital cuatro dias, su familia y amigos volvían a darle el pésame y era doloroso vivir todo de nuevo. Así que decidió escapar, le iban a dar de alta dentro de tres dias más pero no quiso quedarse por mas tiempo.
_Lisa...¿Sabes lo que esto quiere decir, verdad?
_Sí, lo sé - agacho la cabeza - y estoy de acuerdo con ello - sonrió con nostalgia - ella no puede volver.
_Pero lo intentamos Lisa, diste todo para recuperarla, alegrate de eso - acarició su mano en forma de apoyo - ahora...será mejor que descanses, que te tomes tu tiempo y comas bien, es lo que Jennie hubiera querido.
Lisa sólo asintió con los ojos cerrados, dio un leve suspiro y se levantó, agradeciendo a Rosé por su apoyo, la pelirroja le prestó un poco de ropa para que se cambiará y segundos después la tailandesa se dirigió a su hogar.
Rosé observaba la máquina, seis meses de trabajo para construirlo.
_Al final no serviste para nada...- murmuró con rabia - lo siento Jennie - bajó la mirada - en serio lo intenté, lo intentamos ¿Pero que más podemos hacer? Si ese es tu destino - su mirada se cristalizó - no hay nada que hacer.
Lisa estaba de pie en la entrada de su casa, tenía miedo a entrar y no poder sobrellevarlo. Miraba el pomo de la puerta con duda y nerviosismo. Tenía un nudo en la garganta que sentia asfixiarse por unos segundos. Tomó valor y abrio la puerta, deteniéndose por un momento antes de tomar aire y por fin ingresar.
No habia mas que puro silencio.
El primer paso fue difícil, pero ayudó a que no se detuviera y siguiera adelante. La sala le hizo tener un flash back, Jennie reía recostada en el sofa mientras veia una película y comía de las palomitas de maíz. La cocina, donde Jennie aprendía a cocinar por primera vez, sí, no era buena cocinera que digamos, pero tenia el esmero de aprender para engreir a su chica.
Siguió subiendo a su recámara, encontrando la cama desatendida como lo habia dejado antes de ir a casa de Rosé. Se recostó de su lado de la cama y se giró a ver la mesita de noche, observando las fotografías que estaban en él. En una de ellas estaban las fotos de habia tomado Jennie para su cumpleaños número dieciséis, abrazaba a Lisa y debajo había un mensaje que decía:
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