Capítulo X : Desencaje

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La mañana del rubio comenzaría agitada y sería así durante el resto del día. ¿El problema? Es que no podría estar en ambos lugares a la vez. ¿Cómo haría para llevar a Mio y también a Sarada con las sesiones? No podía dividirse en dos. Debía establecer prioridades. Enlistó su agenda en su teléfono, marcó algunos llamados para avisar por la sesión de la Uchiha, también revisó su horario. Eran las ocho de la mañana. A las ocho y media tendría que estar en ambos lados a la vez. Recogiendo a Sarada y a Mio. ¿Qué era más importante? No podía quedar mal frente a su novia. Ella lo odiaría si la dejara de lado por el trabajo. Soltó varios suspiros de resignación.

—Demonios. De todas formas alguna me pegará el grito.

Subió a su Jeep, acomodó algunas carpetas en el asiento de atrás y pisó el acelerador entrando a la acera. Enfiló por la ruta hasta la ciudad de Tokio. ¿A quién debía pasar a buscar primero? ¿Quién podía esperar? Creía que Sarada no se enojaría si la hacía esperar un tiempo, pero ella debía llegar a tiempo al estudio o perdería puntos. ¿Era tan importante lo que debía hacer Mio? Supuso que era una perrita con urgencias, por lo que debía llegar cuanto antes y no podía hacerla esperar. Al reducir la velocidad para ingresar en la ciudad, recibió un mensaje de parte de Mio, diciendo que estaba esperándolo en la veterinaria. Lo había decidido. Primero la buscaría a ella y llevaría el perro.

Tomó la primera avenida que iba directo hacia el trabajo de su novia. Se sabía el recorrido. En la adolescencia solía visitar la tienda de mascota después del colegio y de allí salían a caminar, a tomar algo o a veces iban al cine. Ahora que habían retomado la relación desde hace casi una semana, se preguntaba si hacía lo correcto, no estaba seguro si de verdad funcionaría. Mio no merecía que la hiera, era una buena chica, bondosa y amable, no podía lastimarla después de haber atravesado tantas cosas juntos. Al cruzar las primeras cuadras, le envió un mensaje a Sarada que decía:

Para: Sarada

Me voy a retrasar un momento.

Tengo que hacer algo con Mio.

Te aviso cuando esté cerca.

Hubiera querido decirle que necesitaba poner prioridades y que Mio era un poco más importante, solo porque la situación lo requería, solo rogaba que llegara a tiempo y no se complicara nada. Al detenerse en el cordón, frente a la enorme plaza, donde del otro lado quedaba la tienda de mascotas, se bajó y puso el seguro; levantó la mirada para cruzar la calle y su tiempo se detuvo. Su corazón dio un vuelco, y sintió que algo se quebró adentro, por primera vez sentía lo que significaba sentir algo por alguien. Lo que sus ojos vieron a continuación, hubiera preferido ignorarlo, no lo hizo porque era inevitable y porque no existía modo de que pudiera taparse los ojos si lo tenía enfrente. Una camioneta roja estaba estacionada frente a la tienda de mascota, la conocía porque habían sido compañeros en la primaria y la secundaria.

¿Cómo no recordarlo? Sí una vez fue como su confidente, aquel a quien prestó su oído, le dio consejos; y en especial, le había confesado que se estaba enamorando de su amiga. Boruto no podía creer que lo volvía a ver después de unos cuantos años, ¿cuánto tiempo pasó? Ya había perdido la cuenta. Todo eso no le importó, porque Mio estaba coqueteando con él y no le agradaba en lo absoluto, Shaoran estaba sonriendo a su lado y ella le seguía la corriente. Mientras sostenía a la pequeña perrita envuelta en una manta. No lo dudó dos veces, cruzó en dos zancadas, con el cejo fruncido y los celos por los aires. ¿Qué demonios hacía aquí?

—Mio, al fin llego—el rubio se incorporó y al hacerlo sujetó su mano, para así fulminar con la mirada al pelirrojo.

—Boruto, ¿ya trajiste el Jeep?—dijo en un tono nerviosa.

Indomable Encanto (Borusara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora