Capítulo XI : Amigos

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Boruto no podía creer que estaba llevando a Sarada a almorzar y de hecho, era la primera vez que lo hacían, pues usualmente llevaba a Mio a lugares donde pudieran tener una velada y compartir un momento. Le resultaba extraño llevar a otra mujer que no sea Mio. Sarada era una modelo y empezaba a hacerse conocida, aunque con todos se mostraba adorable y encantadora, con él parecía que el malhumor se le pegaba. No porque lo estuviera, tan solo ya se estaba haciendo costumbre que discutieran por todo. Sarada lo veía como un amigo, alguien en quien podía confiar y era lo menos que podía hacer, después de todo era su mánager y estuvo allí en los momentos más importantes.

Se suponía que Boruto la llevaría al menos a un restaurante donde pudieran comer bien, sin embargo, no estaba de humor para ir a un lugar elegante. ¿Sarada estaría conforme yendo a un lugar de comidas rápidas? Solo era un almuerzo. En el camino le preguntó si no le desagradaba la idea. La pelinegra ladeó confundida, parpadeó unos segundos e infló sus cachetes:

—No te preocupes. Solo que recuerda que no debo comer cualquier cosa, debo mantener una dieta...

—¿Y desde cuándo me haces caso?—le preguntó extrañado—. Que recuerde, siempre soy yo quien te dice cómo debes cuidar tu cuerpo. ¿Acaso te golpeaste la cabeza cuando despertaste esta mañana?—y empezó a enumerar—. Primero me pides que te invite a almorzar y ahora quieres escuchar mis consejos.

Sarada refunfuñó. Solo estaba haciéndole un cumplido por haberla salvado. Estaba siendo amable después de haberle gritado algunas veces. La pelinegra solo bajó la mirada y se concentró en lo que tenía enfrente. No valía la pena discutir. ¿Para qué hacerlo? Quería empezar a llevarse mejor para así entablar, al menos, una relación de amistad. Sabía que para eso debía conocerlo más y llevaba un tiempo, pues ella era orgullosa y le costaba abrirse tan fácilmente. El rubio estacionó su jeep en el restaurante de comidas y al bajar, cerró el auto con el seguro, ella ingresó primero. Buscó un lugar vacío para poder ubicarse. Mientras él se dirigía hasta el mostrador para hacer los pedidos.

La mesa que escogió quedaba al lado de la ventana y un hermoso macetón decoraba la esquina del local. Le encantó porque a pesar de que eran artificiales, lucían naturales. Se quedó contemplándolas unos segundos, hasta que al girar el rostro,se llevó una sorpresa. No solo era él, quien ahora no podía ni siquiera verlo, también estaba acompañado de alguien más. No debía molestarle, de hecho ya le daba casi lo mismo, solo la ofendió que ella estuviera coqueteando y él le siguiera la corriente. Lo peor de todo era que ni ella lo merecía. Sumire estaba caminando en la vereda de enfrente junto con la persona que consideró su amor platónico. No tenía idea que ya se llevaban de maravillas, la voz gruesa y varonil de Boruto, la arrancó de sus malos pensamientos.

—No sé si te lo gusta lo picante—ella lo miró con los ojos entrecerrados. Entonces volteó hacia la ventana y alcanzó a verlos juntos—. ¿Acaso...?—masculló molesto y se sentó para darle su porción—. Ignóralos, Sarada. En especial a ese idiota. No te merece.

—Eso ya lo sé—musitó sujetando la hamburguesa y abriendo el envoltorio blanco—. Solo que todavía me duele—se tomó el pecho—. Siento una punzada y unas ganas de llorar. ¿Es normal sentirme así por un chico?

Boruto la entendía. Ambos estaban atravesando por lo mismo. El acaba de romper con Mio y su corazón estaba hecho  trizas. No sentía ganas de amar a alguien, ¿cómo lo haría? Temía que volviera a sentir el fuerte golpe del muro. Era doloroso. Aunque en su caso era peor, ella fue rechazada y encima utilizada, Boruto al menos había tenido una relación larga; la cual llegó a la conclusión que había sido hipócrita.

—Ya llegará alguien te ame de verdad.

—Eso lo dicen todos—revoloteó los ojos y le dio un mordisco.

Indomable Encanto (Borusara)Onde histórias criam vida. Descubra agora