➻ Stephen James

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Todo inició en un estúpido juego, a mi hermano le pareció una buena idea jugar a gira la botella, cada uno estaba lo suficiente tomado para no saber lo que sucedió al día siguiente, sin embargo, yo me acuerdo de casi todo

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Todo inició en un estúpido juego, a mi hermano le pareció una buena idea jugar a gira la botella, cada uno estaba lo suficiente tomado para no saber lo que sucedió al día siguiente, sin embargo, yo me acuerdo de casi todo.

Me besó Stephen.

Me besó Darwin.

Me besaron los dos mejores amigos de mi hermano Aren...

Ya se cumple una semana de aquella extraña y jodida fiesta, ¿a quién se le ocurre aceptar los dulces y juguetones labios de los dos hombres a quienes considero unos imbéciles?

—Abi, ¿nos estás escuchando? —pregunta mi hermano con una ceja alzada, abro mi boca con la intención de decir una buena excusa, sin embargo, no llega ninguna. —Sí, y me parece una gran idea pedir pizza de pepperoni para cenar. —elevó mis pulgares apoyando la idea de Darwin y tomo asiento a un lado de él, suspiro enternecida y miro a los tres. Mi hermano se encuentra sentado a lado de Stephen en el sofá rectangular que está frente a mí. Ellos han sido amigos desde que están en el vientre de sus madres, sería una patada en el culo que yo pusiera en duda su amistad por unos simples besos.

—Te has alejado del grupo, ¿a caso ya no nos quieres, bebé? —rompe mis pensamientos la voz socarrona y ronca del tatuado, niego en respuesta e inclina su cuerpo apoyando su mentón en su mano derecha. —¿Entonces, por qué ya no compartes tiempo de caridad con nosotros?

—Es cierto, ¿estás haciendo cosas de chicas? ya sabes, comprar maquillaje, hacer pijamadas y todas esas ridiculeces que tanto odias.

El comentario de mi hermano me toma por sorpresa, y la entornación de mis orbes me delatan. Tal vez salir con mamá por las tardes y no acompañarlos a sus practicas de rugby, al centro comercial o ir a nuestro lugar preferido para jugar paintball fueron muy evidentes.

—No, nada de eso, he estado acompañando a mamá por las cosas que faltan para la boda de Ada, -bufo apoyando mi espalda en el sillón. -Dice que necesito involucrarme con cosas mas femeninas, aunque no entiendo porque cree que no tengo ese lado delicado o suave. -confieso.

—Ta vez, porque no lo tienes. —se burla, Darwin, enchinando las extremidades de sus ojos mieles.

—Oye. —me quejó, y le aviento un cojín en su pecho. —Claro que lo tengo, lo que pasa es que está muy escondido dentro de mi corazón. —señalo mi pecho con un rostro ofendido y le regalo una sonrisa.

—¿Desde cuándo te crecieron hasta parecer un par de melones? —pregunta mi hermano con su rostro aterrorizado. —Mierda, Abigail, debes usar playeras holgadas en nuestras reuniones de viernes. —enfatiza con su ahora ceño fruncido. —Aunque conozca a Darwin y a Stephen desde que somos unos mocos siguen siendo unos hombres, y unos muy imbéciles.

—¿Qué mierda? —pronuncia Darwin con un rostro consternado observando a Aren. —Es como si fuera mi hermanita, hasta para mí eso es jodidamente enfermo. —se defiende y vota un cojín con fuerza en la cara del pelirrojo. ¿Desde cuándo hablar sobre el tamaño de mis senos es un tema de conversación en los viernes de pizza? —Al que deberías decirle eso es a James, él no ha quitado la vista de ese par de bolas que la pubertad le regaló a Abi.

—Bien, bien.. —repito, me pongo de pie y camino hacia las escaleras. —Dejen de hablar sobre mis pechos, es incomodo.

No sé si lo que dijo Darwin es cierto, pero la simple idea de imaginar que los ojos oscuros e intimidantes de Stephen hayan notado mi pequeño desarrollo me eriza la piel. Abro la puerta de mi habitación y tomo una playera blanca que descansa sobre el taburete que ocupo de mesa de noche, me apresuro a volver y mis pies se detienen al ver que el único que esta en la sala es James, trato de no lucir nerviosa, relajo mis hombros y me aproximo a donde él se encuentra.

—¿Y los demás? —pregunto, tomo asiento frente a sus orbes que inspecciona mi rostro y sonrío tratando de aligerar el ambiente.

—Fueron a traer la comida. —responde acomodando un cabello rebelde que cae por su frente sin quitar sus ojos de mí. —Tal vez demoren, veinte o treinta minutos —hace una breve pausa, se levanta y da un par de pasos colocando sus brazos a cada lado de mi cuerpo, inclina con ligereza su cara y siento su calmada respiración chocando en mi piel. —lo justo para retomar lo que quedó pendiente.

Mierda, ¿Por qué no lo quito o me hago a un lado? estúpido cerebro, reacciona.

—A.. Aléjate —pido en un susurro, él esboza una sonrisa ligera, perceptible, que expresa seguridad, y lo hace lucir tan provocativo. Sabe lo que hace, cada maldito gesto me hace recordar lo que pasó esa noche.

—¿Quieres que haga eso? —murmura, su rostro se acerca de manera impredecible y atrapa mi labio inferior con sus dientes, lo muerde con suavidad y deposita un beso en mi mandíbula, —Porque la verdad lo estoy disfrutando. —confiesa, y continua bajando sin despegar sus labios húmedos y tibios de mi piel. Esto se siente jodidamente bien, mi mente se nubla y me dejo llevar, entierro mis dedos en su cabello cuándo llega al borde de mis pechos, y un pequeño gemido escapa de mi boca al sentir cómo los libera y hace de ellos un vaivén de emociones placenteras. Todo ocurrió tan irreal que olvidé en que momento quitamos todo rastro de ropa de nuestro cuerpos, solo recuerdo el placer, las punzadas y los susurros pronunciando nuestro nombres en cada embestida y beso profundo que envolvió nuestro primer viernes de los tantos que tuvimos.

Él me enseñó lo que es el deseo, y el amor.

Stephen James se fue tatuando en cada recoveco de mi corazón.

#wattys2019 ﴾♡ one shootʼs﴿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora