Capítulo IV

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El pelirrojo suspiró profundamente mientras apoyaba los codos sobre ambas rodillas, mirando con seriedad hacia adelante y luego giró su cabeza encontrándose a un sonrojado chico castaño que intentaba a toda costa evitar observarlo a la cara. Nadie emitía sonido alguno, obviando el lavarropas del baño el cual cumplía la función de limpiar la arruinada prenda del ejecutivo; él se negó a usar las camisas del suicida, ya que la diferencia de físico no se lo permitía, por lo que quedó con su trabajado torso desnudo en espera a volver a vestirse adecuadamente.

-Asique...- Se atrevió a comenzar a hablar, tras haber aclarado su garganta. -Luego de aquella borrachera, tú...

-No lo digas.- Lo interrumpió Dazai, bajando la mirada a sus vendadas manos que apretaban con fuerza su holgado suéter color crema.

Chuuya frunció el ceño, y se enderezó poniéndose firme.

-Escucha, bastardo.- Se acercó más a él y lo obligó a mirarlo colocando ambas manos en sus hombros. Al darse cuenta de ello, las quitó rápidamente. -Sé que jamás nos hemos llevado bien y que esto será duro para nosotros, per-...

-Lo pondré en adopción en cuanto nazca.- Interrumpió el suicida decidido, con el ceño fruncido, igualmente de serio. -Y nada de esto ocurrió.

Los ojos azules del pelirrojo se abrieron en grandes.

-¡¿Qué?! ¡¿Te haz vuelto completamente loco, Dazai?!

-¿Qué otra opción tengo, Nakahara?- Su voz comenzó a oírse quebrada, como si estuviera a punto de romperse en un llanto. -N-no estoy listo para cuidar a u-un niño, y tampoco lo estaré jamás.

-¡¿Y te piensas que yo sí?!- Exclamó Chuuya. -¡No lo estoy, maldición! ¡Pero aún así no voy a dejar a ese niño tirado por eso!- Sintió las lágrimas asomarse por sus orbes. -¡Él no tiene la culpa de nada!

Dazai se sorprendió por sus palabras y no pudo evitar mirarlo a los ojos por unos momentos. Juraría que nunca lo había visto de tal manera, así de vulnerable. Lo recordaba como alguien fuerte, agresivo, que actuaba sólo con golpes; sin embargo, sabía que era mucho más humano, con aquellos sentimientos de los que siempre se sintió tan indigno y alejado.

-Ch-Chuuya...- Fue lo único que pudo pronunciar.

-Fue nuestra culpa, y nos haremos cargo de lo que hicimos.- Sentenció el pelirrojo seriamente, totalmente denodado, usando firmeza en sus palabras. -Los dos criaremos a ese niño como corresponde.

El castaño suspiró bajando nuevamente la mirada, para poder apreciar la planitud de su propio vientre.

-N-no... podré cuidarlo, Nakahara.- Ya era tarde impedir romper en llanto. -S-soy consciente que soy un inútil para muchas cosas.- Soltó un sollozo, por lo que se cubrió rápidamente el rostro. Odiaba verse así delante de alguien, jamás lo hizo. -S-soy un suicida. Quiero morir. N-no puedo conmigo, mucho menos con alguien más.

El ejecutivo lo miraba con sorpresa, mientras una lágrima caía por su mejilla. Sintió una presión en su pecho al ver al castaño mostrándose débil e inseguro. Sabía lo miserable que él podría llegar a sentirse, y pensaba que por aquello tenía el propósito de hacer sentir a las demás personas de la misma manera, como cuando eran unos niños dentro de la Port Mafia; recordaba la tan siniestra risa de Dazai mientras disparaba balas de su arma causando una masacre, la gracia que le causaba matar o torturar, la carencia de piedad que poseía. Se dió cuenta lo equivocado que estaba al considerarlo como un enfermizo inhumano cuando al fin presenció, frente a sus ojos, la inmensa inseguridad y soledad que él le atormentaba.

-Dazai,- Lo nombró en un suspiro, sin saber qué más decir realmente; sin embargo, lo que sí sabía, era que en esta situación no lo iba a dejar sólo, mucho menos cargando un hijo de su sangre. -Sé que no nos llevamos bien, pero intentemos ir adelante lo mejor que podamos con esto. No eres el único responsable, yo también cuidaré de él.

Consequence | Soukoku m-pregWhere stories live. Discover now