Capítulo XII

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~Mes 7~

A paso firme y con la postura derecha, el ejecutivo ingresó a la gran oficina de su jefe, quien sonrió al verlo. Él se encontraba sentado detrás de su escritorio, con sus codos apoyados sobre este y sus manos entrelazadas. Al llegar hasta aproximadamente un metro de distancia, Chuuya se inclinó quitándose el sombrero para llevárselo contra su pecho.

—Misión terminada con éxito, jefe.— Anunció. —Ninguno quedó vivo.

—Siempre puedo confiar en ti, Chuuya-kun.— Le dijo Mori, sin borrar su sonrisa. —Tengo algo que darte.

Al ponerse derecho, lo vio agarrar algo de abajo del escritorio. Era una bolsa de cartón color azul, que tenía un par de dibujos de nubes blancas junto a unos pajaritos. Chuuya arqueó por un momento una ceja con desconcierto, pero supuso que era un regalo que le había hecho Elise.

—Para Masaki-kun.— Agregó el pelinegro extendiéndole la bolsa, mientras ensanchaba su sonrisa. —Espero que sea de su agrado.

Sus azulados ojos se abrieron en grandes como platos, quedando estático en el lugar. No entendía muy bien cómo es que se había enterado que sería padre, mucho menos de un niño. Pero, ¿Qué podía ocultarle a alguien tan intuitivo como Mori?

—No puedes rechazar un regalo.— Él seguía con su brazo aún estirado, esperando a que la bolsa sea aceptada. —Tómalo, no muerde.

—¿C-cómo es que...?— Logró preguntar.

El jefe soltó una risotada y se limitó a contestar:

—Tengo oídos, Chuuya-kun.

—¡No puedes decirle que no a un regalo que fue hecho con mucho cariño!— Exclamó felizmente la pequeña rubia que se encontraba a un costado del escritorio, recostada en el suelo panza abajo pintando con sus crayones.

Luego de soltar un profundo suspiro, pensando en si aceptar el presente o no, el pelirrojo se acercó con lentitud y tomó la bolsa con cuidado entre sus manos. Hizo una pequeña reverencia como agradecimiento y se dio media vuelta, dirigiéndose a la salida con la intención de retirarse, más la voz del adulto detuvo su caminar.

—Saludos a Dazai-kun de mi parte, espero conocer a Masaki-kun pronto en cuanto nazca.

Juró que su piel se había tornado algo pálida en ese mismo momento. Sin decir nada, salió de una vez del lugar y caminó a paso rápido hacia el auto que aguardaba en un lugar exclusivo en el estacionamiento de la sede. Cuando se subió, dejó el regalo sobre el asiento del acompañante y se abrochó el cinturón de seguridad, listo para dirigirse a su hogar.

Sin embargo, se quedó un par de segundos quieto con una mano en el volante y sus ojos se dirigieron con curiosidad hacia la bolsa. Se preguntó qué demonios habría adentro. ¿Algún juguete? ¿Ropa? ¿Arma? ¿Bomba? Decidido en revisar lo que el adulto le había comprado a su futuro hijo, se sorprendió al ver un pequeño pero lindo conjunto que consistía en una camiseta blanca y unos pantalones cortos del mismo color con algunos detalles en azul. Por suerte, sólo era un regalo común y normal, tan normal que sintió un escalofrío en la espalda.

—¿Qué te tienes entre manos, Mori-san?— Cuestionó en voz baja de forma seria, dejando todo como estaba y volviendo a tomar el volante para comenzar a conducir.

Nunca admitiría el miedo con el que estaba cargando desde el día en el que Dazai le había dicho la noticia en aquella cafetería. Sabía cuán peligroso era junto a él, el arma mortal en la que se convertían contra los enemigos. Y que Masaki podría ser otra arma igual o incluso más peligrosa que Mori podría aprovechar usar, forzándolo a quedarse en la Port Mafia.

Consequence | Soukoku m-pregWhere stories live. Discover now