Capítulo VIII

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~Mes 4~

El doctor dezlizaba con cuidado el transductor sobre el vientre del paciente, buscando al travieso pequeño que parecía jugar a las escondidas. Mientras, el Doble Negro miraba con atención la pantalla de la máquina, sin querer perderse ni un segundo de la ecografía, y notaron que la mancha gris y negra se movía muy energéticamente, sin intenciones de detenerse.

-¿Está bailando?- Preguntó en broma el ejecutivo.

-Así parece.- Le contestó de la misma manera Kimura, y soltó una risa.

-Usted dijo que podemos saber qué es.- Recordó el castaño, no viendo la hora de irse.

-Así es, pero si no se deja de mover será difícil saber su sexo.

Entonces, Chuuya se acercó al suicida y, como si ya hubiera aprendido la técnica, apoyó una de sus suaves manos sobre su delicado bulto, para acariciarlo dulcemente, volviendo a provocarle a Osamu sonrojarse debido a aquellas sensaciones desconocidas que invadieron nuevamente su interior. Y sonrió triunfante cuando logró, una vez más, su cometido de tranquilizar al bebé.

-Bebé de papá, ¿Eh?- Sonriendo de ternura, el doctor prosiguió con su trabajo. Tecleó un par de cosas mientras mantenía el aparato en el cuerpo del castaño, para que luego de unos minutos los mire con su amplia sonrisa. -¿Listos?

-S-sí.- Respondieron al unísono.

Estaban nerviosos, realmente no sabían nada de cómo actuar en estas situaciones. No eran los primeros en el mundo en ser padres primerizos, pero ambos jamás sintieron ese amor incondicional que tanto les caracterizaba a los padres. Padres que tristemente no estaban ahí para ellos para aconsejarles, apoyarlos y entrenarlos, y así ser tan buenos como ellos. Eran conscientes que le faltaban no más de cinco meses para que llegara la responsabilidad mayor, la mayor de todas las que estaban teniendo con el embarazo.

Sin embargo, se informaban de por de más que podían y así dar su mayor esfuerzo para criar a su futuro hijo, quién para ellos merecía tener todo lo que no pudieron: unos amorosos padres. No eran de lo mejor para convivir en un mismo techo, más intentarían demostrarle todo su amor a pesar de que de ninguna manera fue planeado.

-¡Es un niño!- Les anunció con entusiasmo. -Tienen un lindo varoncito en camino~

Tanto Osamu como Chuuya quedaron atónitos, pero sonrieron ampliamente, podría decirse que nadie se habría imaginado a ellos expresando tanta alegría en sus iluminados rostros. Se miraron a los brillosos ojos del otro, y soltaron unas risas siendo algo inevitable.

-¡Felicidades!

***

S

e removió en la cama, sin conciliar el sueño, sin poder descansar como él quería. Apretó sus ojos con fuerza y los abrió de golpe, mirando a su alrededor. Estaba en una habitación de hospital, con su pecho conectado a varios cables, los cuales quitó con rapidez cuando comenzó a escuchar un llanto que cada vez se hacía más alto para sus oídos y que, por alguna razón, lo desesperaba.

-¿Q-qué...?

Sin importarle lo desarreglada que estaba su bata, salió adolorido al pasillo, siguiendo aquellos sonidos. Sentía su respiración agitarse y su débil cuerpo a punto de desplomarse en el suelo, pero sabía bien que el dueño de los llantos era cierto bebé. Sea como sea, debía llegar a él. Quiso correr, pero de no haberse sostenido de la pared caería sin más, asique continuó caminando apresurado.

-¡Y-ya voy!- Era lo que pudo salir de su boca, no podía hablar más.

Cuando llegó a su destino, quedó estático frente a la puerta. Frente a él, de espaldas, se encontraba un pequeño niño de aproximadamente seis años; su cabello era corto, pelirrojo y ondulado; y vestía de la misma manera que él. El infante se dio la vuelta con lentitud, mostrando esos ojos que una vez poseyó; esos ojos rojizos y sin vida, lejos de cualquier brillo o esperanzas, que mataban a cualquiera sin piedad alguna.

Consequence | Soukoku m-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora