CAPITULO 39: UNA DISCULPA

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12 de octubre del año unificado de 1931

Hospital Militar de Lieja, Flandes

Una enfermera llevó al coronel Rerugen a una habitación privada en el tercer piso. El hospital estaba lleno de heridos, pero a pesar de eso, el rango todavía tenía sus privilegios. Los generales de brigada no tenían que compartir habitaciones, sin importar que algunos de ellos fueran los verdaderos héroes de guerra. Por supuesto, pensó Rerugen, si ella fuera solo otra maga de combate aéreo, no tendría que preocuparse por ser entregada a los Aliados.

La enfermera que lo guió parecía cansada y solemne. A pesar de que la guerra finalmente había terminado, no había sensación de alegría aquí. Dudaba que se encontrara alguna pizca de alegría en cualquier establecimiento militar en cualquier rincón del imperio. El ambiente en la Sede era el de una estela. Todas las muertes, todos los sacrificios habían sido en vano. Al final habían perdido. Nadie sabía qué tipo de términos obtendrían de los Aliados occidentales, pero una cosa era segura. Los términos no serian  indulgentes. Después de haber ganado la guerra más grande y sangrienta de la historia, los Aliados no solo querían la paz, sino la venganza, y la iban a conseguir. Los periódicos republicanos ya estaban hablando de juicios y ejecuciones para el Káiser y la mayoría de los líderes del Ejército Imperial. El nombre de Tanya siempre se mencionaba más que nadie, y luego seguia el del Káiser. El Káiser y la familia imperial ya habían huido a Waldstatten, donde se les había otorgado asilo. No habría tal escape para Tanya. Si los Aliados la exigían, ella sería entregada a ellos. 

La enfermera se detuvo frente a una puerta con el número 312 pintado. -¿Hay algo más que pueda hacer por usted, Coronel?-

Sacudió la cabeza. -No gracias-.

La enfermera asintió y volvió a sus deberes cuando él abrió la puerta y entró. La habitación estaba un poco oscura, la ventana tenía las cortinas opacas a pesar de que era media tarde. La única luz provenía de una lámpara colocada en una mesa al lado de la cama. Tanya yacía tranquilamente debajo de unas mantas. Ella estaba muy vendada; la mitad de su cara estaba cubierta de gasa. Su brazo izquierdo estaba conectado a una vía intravenosa. Sabía por el informe médico que había sufrido múltiples fracturas y otras lesiones. Ninguno de ellas era mortal, pero ella estaría incapacitada por semanas a lo minimo. Asumiendo que los Aliados fueron lo suficientemente considerados como para dejarla recuperarse antes de arrestarla. Si, por algún milagro, escapase del pelotón de fusilamiento, sufriría quemaduras  graves. Un destino cruel para una mujer joven que había sido (exteriormente) bastante encantadora.

Parecía estar durmiendo y Rerugen no quería molestarla. Estaba a punto de irse cuando ella volvió la cara hacia él.

-Hola, coronel-, habló lentamente, y sus palabras fueron un poco confusas. -Ha sido un tiempo-.

-Hola, Degurechaff-, se acercó a su cama. -¿Como te sientes?-

-Wunderbar-, dijo con una carcajada y levantó el brazo izquierdo. -Cosas maravillosas, no tienes idea de lo mucho que ayuda la morfina-.

-Me alegra que no te duela-.

Ella dejó caer el brazo hacia atrás y lo miró con un ojo azul claro. -¿HQ tiene otra misión para mí? Me temo que debo reportarme como no apta para el servicio. Además, ya no creo que tenga una división-.

-No hay más misiones, general. Un armisticio entró en vigor hace dos días. La guerra ha terminado-.

Ella asintió con pereza. -Lo sé, las enfermeras me lo dijeron. Todo terminó. Todo-. Ella giró la cabeza para mirar hacia el techo. -¿Para qué era?-

Youjo senki volumen XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora