CAPÍTULO 40: SABRINA

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Sabrina jamás se había encontrado con tantísima gente alrededor de la Casa Grande. No desde que vencieron a Gaia al menos.

Observando la escena en la distancia logró reconocer a los representantes de la Casa de la Vida sin problema alguno; Sadie Kane, con su cabello decorado con mechas violetas y la cabeza en alto acompañada por el fiel Walt Stone. No le costó traspasar la protección de la Duat, esa barrera que ocultaba la segunda naturaleza del novio de su amiga Sadie; sonriendo con un aire sombrío vislumbró la figura divina de Anubis, con su piel blanca como el marfil contrastando con la de anfitrión.

Ambos, (mago y dios) sintieron su presencia y la saludaron con un cabeceo cargado de respeto. No era la primera vez que coincidían, pero la sensación seguía siendo extraña. Mucho más íntima que la que había experimentado con cualquiera de los otros dioses que la habían obsequiado con uno de sus dones nada más nacer.

"Te conozco." – parecía decirle solamente con una mirada. – "Tú tienes algo que yo te di hace mucho, mucho tiempo."

Al lado de los magos egipcios, se encontraban Jordan y Calipso discutiendo airadamente. Jordan, ese híbrido entre mundos que Sabrina había entrenado durante sus primeros pasos como héroe, vestía para la ocasión esas características ropas de lino negras justo iguales a las que Sadie llevaba. No había rastro de sus gafas o de su postura insegura. Ahí sólo había un guerrero batiéndose en un difícil duelo verbal con la chica de la que estaba enamorado. Por el contrario, Calipso llevaba una camiseta de algodón verde con un corte moderno y revolucionario probablemente hecho por ella misma y unos vaqueros deshilachados que le propinaban un aire punk. Se la veía bien, tan radiante y temperamental como de costumbre.

Su tía Kendra también había acudido a la reunión. Sus jóvenes facciones mostraban una expresión cargada de molestia por culpa de la situación. Todo el mundo la temía no importaba que vistiera sus ropas de combate o no y, que estuviera matando el tiempo jugando con uno de sus cuchillos arrojadizos había logrado asustar a los demás en un radio de diez o quince metros.

Todos sus amigos estaban allí, sólo faltaban Percy y Annabeth que estaban ocupados con otros asuntos; Jason, Piper, Hazel, Frank... Dioses, los había echado tantísimo de menos... Ellos eran su familia. Lo habían sido desde que lucharon codo con codo para vencer a Gaia.

Nico y Leo no habían faltado tampoco. Ambos estaban hablando cómodamente, casi bromeando entre sí, pero sin perder ese semblante serio que habían adoptado con el paso del tiempo. Amistad centelleaba en los ojos de ambos semidioses. ¿Cómo era posible? Esos dos siempre se habían querido matar.

Leo se había cambiado de ropa desde la última vez que habían hablado, (si es que darse de voces, besarse y volverse a gritar se podía considerar como hablar...) La sencilla camiseta de algodón blanco de tirantes algo chamuscada y manchada de grasa indicaba que lo habían sacado de su taller. La tela se ceñía a cada uno de sus músculos dejando claro una vez más que esos meses habían convertido al chico tirillas que conocía en un hombre.

Sobre su hombro había posado un pequeño dragón de escamas doradas; una versión diminuta de Festo hecho con bronce celestial. La pequeña pero majestuosa máquina observaba con dos ojos rojos como la sangre todo el panorama, tan orgulloso y calculador como lo sería un dragón de verdad. Y, revoloteando alrededor del hijo de Hefesto, había dos de esas hermosas criaturas más: ambas vivitas y de escamas color plata. Dragones reales. ¿Qué se había perdido Sabrina durante esos meses?

Los ojos castaños del latino coincidieron momentáneamente con los de Sabrina. Pero, igual que se encontraron, huyeron de su mirada aterrorizados con sólo pensar en la idea de enfrentarse de nuevo como lo habían hecho apenas unas horas atrás.

LA HEROÍNA; HÉROES DEL OLIMPO ▪Leo Valdez▪(N°3)Where stories live. Discover now