21. El auditorio.

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Maratón 1/3




1958, Ciudad de México.



Emilio


El sol del medio día entra por los grandes ventanales de la cafetería principal. El ruido de los cubiertos golpeteando los platos una y otra vez se escucha sin cansancio, ya que la comida esta casi por terminar y los soldados están intentando dejar vacías las charolas del comedor. 

La sopa de tortilla de Martha es uno de mis platillos favoritos, y me he tomado más de la cuenta en saborear cada una de las cucharadas que he engullido en mi boca. Hoy definitivamente esta siendo un buen día.

Agus y Adrian están sentados frente a mí, con sus platos a punto de terminar, escucho que ambos conversan sobre sus clases de tiro, por lo que no me animo a participar mucho en la conversación, a pesar de saber un poco sobre el tema. Joaquin no se nos ha unido en esta ocasión a la mesa, ya que tuvo que presentar un examen que tenia pendiente por haber entrado un poco más tarde que todos los demás del grupo. 

Termino el ultimo bocado de mi plato y sin esperar más me retiro de la mesa, no sin antes despedirme de los chicos de manera pausada, a lo que ellos me responden con unas grandes sonrisas; continuando inmediatamente su platica sobre balas y escopetas.

Antes de salir de la cafetería decido acercarme a felicitar a Martha por lo deliciosa que le había quedado la preparación de la sopa. Se nota el amor que le tiene a esta escuela y eso lo demuestra de manera ferviente al regalarnos con cada guiso un poco de su gran sazón.

—Martha solo me acerque para decirte que la sopa te quedo de-deliciosa.La tierna mirada de la mujer se achina por la fugaz sonrisa que se le marca en el rostro al escuchar mi comentario.

—Muchas gracias mi niño... Se que es tu favorita y me alegro que te haya gustado. Noto como se toma unos segundos para seguir hablando como si no estuviera del todo segura de si lo que va a mencionar sea algo adecuado. —Veo que hoy no comiste con tu amiguito este niño... ¿Cómo se llama?... este niño...— Las muecas que se pintan en su rostro tratando de recordar el nombre de Joaco, me hacen sonreír sin remedio alguno.

—Joaquin.— Le ayudo por fin. Lo que consigue iluminar su rostro.

—Sí, sí, él... No comió contigo esta vez. ¿Se pelearon?

—No, no Martha. Claro que no. Es solo que él estuvo ocupado en un examen, seguramente vendrá a comer un poco más tarde. 

—Ya veo...La sonrisa picara en el rostro de la mujer me hacen darme cuenta que en su cabeza se están formulado muchas preguntas respecto a este tema, pero que por más que lo intenta no logra revelarmelas. 

El rostro enrojecido y las manos sudorosas vuelven a escena y me hacen recordar la revelación que Joaco me había hecho la noche anterior. Él literalmente me había confesado que estaba enamorado del chico de las cartas, y el chico de las cartas irónicamente era yo mismo, entonces sin siquiera imaginarlo, Joaquin me estaba confesando que estaba enamorado de mí. 

Camuflaje - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora