32. Plan acordado.

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10 meses después.



Noviembre de 1961, Berlin, Alemania.



El chico de cabello rizado ya se sabia cada rincón de La plaza París de memoria. Su esperanza estaba intacta pues a pesar de que ya habían pasado 10 meses  desde el día de su graduación el le daba mucho valor a la palabra de su madre y sabia que más temprano que tarde el rencuentro que tanto esperaba iba a suceder.

Le había tocado presenciar todo tipo de climas a lo largo de estos meses, a veces el cielo que cubría La Puerta de Brandeburgo lucia limpio y soleado, otras veces la lluvia hacia que sus ropas se empaparan por completo. Le había tocado superar todo tipo de acontecimientos, pero sin importar lo que le había sucedido en el día la cita de las 6:00 de la tarde junto al monumento que su madre le había indicado siempre la cumplía.

A veces iba con hermosos tulipanes con la ilusión de sorprender a su amado cuando llegara a la plaza, otras veces chocolates de diferentes tonalidades era lo que le hacia compañía en su espera. Pero siempre y en cada una de las ocasiones el entusiasmo por ver al chico de cabello despeinado llegar era lo que hacia que se le pintara su enorme sonrisa en el rostro, aunque con la caída del sol se iba perdiendo, al darse cuenta que ese no seria el día que tanto anhelaba.






El mes de noviembre estaba a punto de terminar, el viento helado que corría libremente por la plaza París se colaba entre la tela del gran abrigo con el que Emilio se cubría. Como todo los días, sus ojos estaban llenos de una enorme ilusión por poder contemplar la llegada de su gran amor.

Él sabia que el momento de su recuento llegaría y no estaba equivocado.

Siempre se había imagino como seria la sensación de ese primer abrazo de encuentro, tenia la idea de que cuando los brazos de Joaquin al fin se encontraran con los suyos, todas las piezas terminarían por ponerse en su lugar, haciendo que todo lo vivido cobrara sentido.





Los grandes ojos marrones de Joaquin, se estaban empapando uno a uno de todas las postales majestuosas que Alemania le regalaba. El vidrio del taxi que había tomado al salir del aeropuerto estaba semi abierto, lo que permitía que el frió de la ciudad le diera la bienvenida.

Sus manos estaban vacías, la mama de Emilio le había entregado un sobre con el dinero suficiente y la dirección del lugar en el que su amado lo esperaría. No había podido llevarse su equipaje pues la idea era que su huida pasara sin pena ni gloria. No podía arriesgarse a salir con su maleta y ser descubierto por la vigilancia nocturna del colegio militar. No se podia permitir arruinar lo que tanto tiempo había esperado vivir.

Camuflaje - EmiliacoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon