29. Distancia.

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1958, Ciudad de México.


Narrador omnisciente


En la obscuridad de las paredes del recinto militar la mirada aun adormilada de la esposa del General Osorio comienza a llenarse de lagrimas por el impacto de haber descubierto a su hijo de la mano de otro hombre. Su esposo la había mandado a buscar la corbata que olvido en su oficina un día antes, por eso había tenido que viajar por los pasillos del colegio tan temprano.

 No sabia a ciencia cierta que era lo que más la mortificaba en ese momento. 

Haberse dado cuenta que Emilio, su hijo mayor, estaba enamorado de un hombre, o que él no confiara en ella y le confesara lo que de verdad había en su corazón. Después de todo era su madre, y por supuesto que estaba dispuesto a apoyarlo, aunque para eso se tuviera que enfrentar a la mayor autoridad de este lugar.

Al volver a su casa, acomodo la corbata sobre la mesa, y dirigió sus pasos temblorosos a la cocina, no podía permitir tomarse el tiempo para pensar con claridad lo que acababa de descubrir por accidente, pues el general no tardaría en bajar por su desayuno. El agua caliente de los lavabos empezó a mojar sus manos ayudando a que su ritmo cardíaco se tranquilizara. 

Le dolía pensar que Emilio no haya confiado en ella, muy en fondo sabia que él si la sentía cercana, pero el miedo y las condenas que todo esto implicaba habían tenido más peso. No lo culpaba, después de todo no podía dejar de agradecer que hubiera sido ella la que lo descubrió en los pasillos hace un momento, porque de haber sido cualquier otra persona, el destino de ese par seria totalmente diferente.




Joaquin


Los rayos de luz que se alcanzan a colar por los vidrios de las ventanas me hacen sentir mucho más reconfortado, haciendo que sonría con complicidad al recordar que los brazos de Emilio me habían hecho sentir la misma calidez hace un par de horas.

El clima estaba frió y a pesar de que el sol de medio día estaba en su punto más alto, la temperatura no mejoraba.

—Joaquin...— Un discreto jaloneo en mi camiseta me hace darme cuenta que alguien quiere mi atención. —Joaquin, aquí atrás...

Levanto mi vista hacia el escritorio del teniente a cargo de la clase y noto que esta distraído explicándole a unos compañeros por lo que giro mi cuerpo encontrándome a unos ojos verdosos excesivamente curiosos.

—¿Qué pasa Agus?

—Ya me vas a decir porqué la sonrisa de tu cara no ha desaparecido en todo el día...

Intento controlar la reacción de mi cuerpo, pero es más que evidente que el sonrojo en mis mejillas me están delatando. Quiero contarle a Agus, pero no creo que este sea el momento, no me quiero arriesgar a que alguien nos oiga.

—Prometo contarte después...— Clavo mi mirada suplicante en sus ojos. Se que se esta muriendo por seguir insistiendo pero me da un voto de confianza.

Vuelvo acomodar mi espalda sobre el asiento de madera, intentando ponerle atención a la explicación que el teniente esta a punto de darnos, no quiero atrasarme con las clases. El tiempo en la cafetería esta a punto de comenzar y estoy ansioso por encontrarme con Emilio.

Camuflaje - EmiliacoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora