Vacaciones en la playa Parte II

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Narrador Omnisciente

El viaje estaba calculado para mínimo 4 horas desde la vecindad hasta la playa, pero tenían que pasar por la autopista donde había varias casetas, no se iban a dar el lujo de pagarlas cada vez que cruzaran, así que Sorbet les sugirió un atajo que conocía para llegar y sin pagar. Lastimosamente no tenía ni idea de como llegar y esas 4 horas terminaron siendo 8, gastaron en gasolina lo que pudo haber sido para casetas y terminaron todos cansados de tanta vuelta.

—No mames Formaggio, tu tío está bien pendejo.— Sale se burlaba de forma escandalosa.

—Wey si de las casetas se trataban mejor les dábamos dinero y así no perder el tiempo.— secundó Zucchero.

—Pero si ustedes tampoco tienen en donde caerse de muertos.— Illuso los interrumpió, detestaba a ese par.

—Es más ¿Quien diablos los invitó? Suficiente tenemos con los vecinos que invitó Pros.— Ghiaccio seguía hecho bolita en una esquina, si acaso se asomaban sus rizos despeinados.

—Órale pendejos, si ellos son mi barrio y ellos me respaldan.— Formaggio metió las manos por ellos, Sale y Zucchero eran unos pandilleros que vivían en la zona marginal y se dedicaban al robo de casa-habitación. Se volvieron amigos de Formaggio al rescatar a una camada de gatitos maltratados que tenían en una casa que estaban a punto de robar, incluso asaltaban tiendas para conseguir alimento y extorsionaban personas que sabían que tenían en mal estado a sus mascotas, obvio que todo a petición del de pelo rapado, porque ese par cuando menos se lo esperaba eran unos agresores en potencia al ver perritos callejeros.

—Me vale que sean tu barrio, sáquense a la verga.— el de rizos azules volvió a gritarles.

—Se te va a regar la bilis, hielitos.— Melone lo trataba de tranquilizar, durante el trayecto no paraba de tomarse selfies y de hacer directos en Facebook.

—Menos mal el pendejo de Pesci está en la camioneta cerrada, tiene suerte el cabeza de piña.— Ghiaccio se acomodó los lentes, el ir en la camioneta al aire libre le hacía estrellarse varios insectos en su rostro, el aire le desacomodaba el cabello y ni hablar de su nariz y mejillas heladas, aunque esto último no era del todo un problema.

—Pero va a andar con una sola chancla, a menos que Pros le compré unas nuevas.— el de coletas agregó.

—Conociendo a Pros es casi seguro, no por algo es el consentido.— Formaggio rodó los ojos.

En el otro auto

Estúpido Sorbet, solo nos hizo perder el tiempo con su "atajo"— Prosciutto tenía una venita hinchada en la frente, el viaje se había prolongado más de lo planeado.

—Gastamos más en gasolina que pudimos habernos ido en la autopista.— Risotto se acomodaba sus lentes de sol, los rayos de medio día azotaban en sus ojos rojos y calentaba horrible la camioneta cerrada.

—Más vale tarde que nunca.— Buccellati animaba a los demás pero no funcionó, su esposo y sus hijos estaban demasiado sudados y sus ceños fruncidos lo hicieron bajar la mirada.

—Tiene razón, señor Buccellati...

—¡Cállate, Giorno!.— lo interrumpió Abbacchio, su maquillaje se había corrido por tanto sudor, su plateada cabellera estaba atada en una cola de caballo alta dejando dos mechones a los lados los cuales estaban pegados a su rostro.

—Pros, quiero vomitar.— Pesci comenzó a marearse.

—No vayas a empezar, todo es mental.— Prosciutto lo regañó.

...Where stories live. Discover now