III - La caída

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El ajetreo del trabajo, el ruido del populacho, los caballos piafando y los perros ladrando preparados para la cacería hicieron despertar a Mayleen

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El ajetreo del trabajo, el ruido del populacho, los caballos piafando y los perros ladrando preparados para la cacería hicieron despertar a Mayleen. Se sentía débil y es que no descansó más que un par de horas; los aullidos le producían asombro a la vez que escalofríos.

Sus criadas no tardaron en entrar y vestirla, de nuevo con piezas elegantes. Salió al patio a toda prisa a despedirse de su tío, pero no se encontraba allí. Era su padre quien iba a la cabeza de la tropa.

—¿Dónde ibas pequeñaja?

—Venía a despediros, padre. Espero que la caza sea abundante. —Mayleen mintió respecto a sus intenciones, no podía dejar al Rey en evidencia delante de otros hombres. Lo sabía bien.

—Niña, te busca tu madre. Debes ir con las otras niñas a dar puntadas, te harás daño aquí. El patio no es lugar para crías. Tus hermanos están practicando contra los Stark. —Con un golpe de espuelas los caballos salieron a galope en busca de presas.

Mayleen encontró a la Septa Mordane en una caseta junto con Sansa, Arya y Myrcella. Todas ellas cosían o bordaban.

—Mayleen, princesa ¿dónde estábais? Teneis aquí preparado vuestro material.

—Muchas gracias. —La chica sin decir nada más se sentó entre su hermana y Sansa y comenzó a bordar mientras escuchaba a la pequeña de los Stark quejarse de la Septa.

—¡Arya! Ponle más ganas e interés. Todas tus puntadas son irregulares. Mira las de Myrcella y Mayleen, son perfectas. — Y era cierto, las de May eran maravillosas. Llevaba años practicando junto a su madre.

—¡Pues yo creo que las de Myrcella no son tan buenas! Mira, ¡están dobladas!

—¡Arya, una dama no se comporta así! ¡Cúantas veces te lo he dicho! —Sansa se puso completamente colorada y Myrcella, ofendida, bajó la mirada hasta su trabajo. Su hermana le acarició la cabeza y susurró palabras tranquilizadoras. La pequeña Stark salió corriendo de la estancia hasta el porche, cogió un arco, una flecha y disparó. Su acierdo desconcertó a sus hermanos que junto con los hijos Baratheon practicaban.

—Así que... eres aficionada al arco. Creo que tenemos en común más cosas de las que creía —. Mayleen atrapó el arma de Arya, tensó la cuerda con otra flecha y en un suspiro la punta de la flecha estaba en el centro del blanco de práctica. Asombrados por un disparo tan certero, Jon, Robb, Bran, Joffrey y su fiel Perro se volvieron a ver.

—Hermana, tu trabajo está ahí dentro, con las Stark y Myrcella. Deja de pretender ser alguien que no serás jamás. Las armas son cosa de hombres. Vos bordáis, nosotros ganamos guerras.

Lannister || Juego de TronosWhere stories live. Discover now