Epílogo

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Todos lo sabían

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Todos lo sabían. Sabían que el mundo estaba cambiando. Cuatro Reyes se habían proclamado. Tres de ellos para controlar los Siete Reinos desde el Trono de Hierro, el restante sólo quería dos cosas: recuperar a sus hermanas y la independencia del Norte.
Mayleen había dado señales de rebeldía en la Fortaleza. Desde la muerte de Ned, cuestionaba todo y Cersei lo notaba. Si no dejaba de actuar raro la acabarían destruyendo y… es que lo tenía claro: algún día se iba a escapar de esa apestosa ciudad. Largarse y no volver jamás.

—Sansa, he de contaros algo, pero es algo privado, ¿guardaréis el secreto?

—Por supuesto, ¿de qué se trata?—. Preguntó deseosa de saber qué ocurría. Era normal encontrar a Sansa de dos modos, llorando o medio animada. Cuando May estaba cerca, conseguía sacar alguna sonrisa.

—Algún día, cuando llegue el momento adecuado me escaparé y no volveré. Jamás.

—¡Imposible! Cuando sea reina os quiero tener junto a mí —al pronunciar esas palabras, la rubia escondió la cara y rió. Sus planes eran otros. Puede que no tuviera pensado volver, pero una corona sí que iba a conseguir—. Mi dama de compañía a la que pedir consejo.

—No creo que sea eso lo que queréis… ¡Vamos, sed sincera! ¿De verdad quieres casarte con el hombre que dice que os traerá la cabeza de vuestro hermano en bandeja de plata?

—¡Sí, claro que deseo casarme con él! —respondió a la defensiva— ¡Es a Joffrey a quien… amo!—. Mayleen la miraba burlona y sonreía, Sansa tenía los colores subidos en las mejillas.

—Si queréis sobrevivir en este lugar deberíais empezar a mentir mejor. Ya sabéis que no siento un ápice de simpatía hacia mi propio hermano. Si yo pudiera…

—¿Vos mentís?—. La rubia la miró por el rabillo del ojo y se asomó a su balcón. Desde allí imaginaba todas las formas posibles se largarse.

—No —se giró a mirarla, a ver si la creía—, sin embargo, no implica que no sepa hacerlo, ¡vamos, aprendí del mejor!

—Petyr Baelish.

—Exacto. Si en algún momento consigo irme, no confiéis en ese hombrecillo. Él le traicionó. Él traicionó a tu padre.

Esas palabras marcaron el final de la conversación, Sansa le dio las gracias y salió de la habitación. Mayleen salió a dar una vuelta por los jardines del castillo, pronto sería la coronación de su hermano pequeño y todo estaba incluso más frondoso y cuidado de lo normal. Las hiedras crecían por los troncos de los frutales, las rosas brotaban en distintos colores y las abejas revoloteaban cerca, al igual que los pájaros que piaban y hacían sus nidos.

—He tomado la decisión de que a partir de ahora estarás siempre conmigo y tu hermano. No habrá excepciones.

—Si es lo que deseáis—. Respondió con un falso tono de indiferencia su hija.

—No me habéis dejado más remedio.

—¿¡Yo no os he dejado otro remedio!? —respondió enfadada, pero sin gritar. Le costaba demasiado no enfurecer cuando hablaba con Cersei tras dejar que Ned muriese—, ¡vos permitísteis que esta guerra empezara! ¡El poder que le habéis entregado a Joffrey es mucho más peligroso de lo todos creen! ¡Ser el Rey no implica hacer lo que uno quiera! ¡Llevará al Reino a la perdición! —. La chica había explotado y no podía parar, Cersei, muy molesta por el comportamiento de su hija, la abofeteó.

—Puse todo mi empeño en que fuérais una buena princesa, pero os parecéis demasiado a mí y eso sí que os llevará a la perdición.

La madre se sentía mal, porque no deseaba nunca discutir con sus hijos. Una de sus mayores pesadillas se estaba haciendo realidad: perder a Mayleen. Ella fue la primera y no es capaz de quitarse de la cabeza la cara de Jaime cuando la cogió en brazos. ¡Estaba tan feliz! Lloraba de alegría cuando la estrechó contra su pecho y la cría le agarraba el dedo cuando este se ponía a su alcance.

—Jaime, nos descubrirán —dijo preocupada Cersei al verle tan emocionado—. Debes acabar con este teatro.

—Pero no lo es, creí que tener una hija sería un lastre. Luego llegó y no imagino qué sería de mí si no pudiera tenerla en mi vida.

—Estará, aunque de otra forma. Eres su tío, Jaime Lannister y ella es Mayleen Baratheon.

Ese año fue el más maravilloso y tras Mayleen llegó Joffrey, un bebé que nunca mostró alegría ni emoción al ver a otra persona que no fuera su madre. Así pues, el sentimiento de Jaime hacia los varones no era fuerte.
Tras pensar en aquellos recuerdos, Cersei se dio la vuelta y miró a su hija.

—Perdóname, pero me niego a ver morir a mis hijos. Ya me han quitado a Jaime y no puedo permitir que también se lleven a mis niños.

—'Cuando juegas al Juego de Tronos ganas o mueres. No hay término medio'—. Le recordó la chica—. He pasado demasiado tiempo junto a Lord Eddard. De cualquier forma, acepto vuestras disculpas, madre. Gracias.

Cersei le colocó un mechón de pelo tras la oreja y la miró, después sonrío.

—No quiero que os pase nada y prometo protegeros de todo. —El tono dulce empleado hizo que May creyera las palabras. ¿Por qué lo hizo?
Tal vez porque eran verdaderas… o bien porque necesitaba aferrarse a algún tipo de amor. Fuera cual fuese.

Dedicó una leve sonrisa a la reina regente y se alejó de ahí. Tenía más cosas que planear.

—Guardias —ordenó Cersei mirando los pasos de su hija—, vigiladla.

Burnas noches lectores! Aquí está la última parte de esta historia que tanto empeño, esfuerzo, sudor y lágrimas me cuesta escribir

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Burnas noches lectores!
Aquí está la última parte de esta historia que tanto empeño, esfuerzo, sudor y lágrimas me cuesta escribir. Me encanta hacerlo y espero que sigáis disfrutando con la lectura.

He comenzado la segunda temporada y estoy por decir que es mucho mejor.

Buenas noches y hasta la próxima

Lannister || Juego de TronosWhere stories live. Discover now