VIII - Bastardo

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Habían pasado unos días y no había ocurrido nada especial

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Habían pasado unos días y no había ocurrido nada especial. Los preparativos estaban listos para el día siguiente, porque empezaría el Torneo de la Mano. La noche era agradable, como otras muchas tantas en la capital, Mayleen observaba desde el balcón la ciudad. El jolgorio era aún mayor que de costumbre, el pueblo estaba entusiasmado con el evento y la llegada de tantos extranjeros. Las risas llegaban a sus oídos, tal vez de alguna familia que lo pasaba bien, o de un grupo de amigos que salían en busca de entretenimiento o puede que de algún borracho que no sabía ni dónde se encontraba. Después de todo, aquellas personas tenían motivos por los que reír. Ella tenía el apellido, el dinero y el poder, pero carecía de lo más básico y eso la había transformado en alguien desconfiada, prepotente y arrogante. Cuando su mente empezaba a volar, la puerta crujió.

—¿Cuánto tiempo lleváis ahí, lady Sansa?

—Sólo... venía a veros. Hace días que no hablamos y casi no nos cruzamos. ¿Estáis airada?—. Sansa terminó de entrar y cerró la puerta.

—No con vos.

—¿Hablamos?—. Mayleen se giró al fin a mirarla. Sonrió.

—Puede que así me olvide de aquello que me molesta. Es decir, casi todo, bueno, decidme ¿qué os parece Desembarco? ¿Hay algún príncipe que os llame la atención?

—¡Sí, este lugar es increíblemente bello! Es perfecto para vestirse con sedas y encajes. El Norte no está hecho para estas tradiciones. Ojalá haber nacido aquí, ¡seguro que os sentís afortunada!—. Sansa se levantó de un salto y fue a la ventana, como antes su amiga.

—Ya… no creo que sepáis lo que supone ser hija del Rey, caminar y pasear en la calles sintiendo las miradas de hombres clavadas en vos esperando la posibilidad de asaltarte. En ese sentido, parece que Invernalia es más humana, más tranquila. La perspicacia se gana entre la maldad, y creo que vos habéis nacido sin un atisbo de ella—. La Stark se paseaba por la habitación mirando los vestidos de Mayleen y observando los pergaminos.

—¿Os casaréis algún día? Lo pregunto porque vuestra madre hablaba mucho de buscar un pretendiente a algún trono.

—Mi madre sabe que me parezco demasiado a ella y por eso no quiere cometer el mismo error. Es de las pocas personas que me quiere de verdad y no me casará por obligación—. Mayleen se comenzó a desvestir para ir a dormir y notaba como Sansa empezaba a estar nerviosa y apartaba la vista—. ¡Vamos! No voy a haceros nada, no duermo con estos trajes. Sería incómodo.

La mirada que le lanzó a la pelirroja la hizo ponerse colorada, había algo en la rubia que la hacía querer ser su amiga, aunque a la vez notaba cierta tensión. Podría ser porque le daba escalofríos.

—Espero que llegado el momento encontréis a la persona indicada, como yo lo hice con Joffrey. —se acercó, le dio un beso en la cara y se fue.— Buenas noches.

Fue una noche extraña, casi no pegó ojo. Tenía demasiado asuntos en la cabeza y uno de ellos era el padre de su amiga: Ned, llevaba todo este tiempo evitándola a pesar del trato que hicieron. ¿No era él un hombre de honor?
A la mañana siguiente se vistió lo mejor posible, ese día sería el día de apertura del torneo. Desayunó junto a la septa Mordane y Arya huevos revueltos y algo de panceta. Cuando terminaba la comida escuchó la voz de Eddard, buscaba una herrería que visitó Jon Arryn antes de morir. Esa era la suya, por lo que corrió junto a él.

Lannister || Juego de TronosWhere stories live. Discover now