Capitulo 8 // Noche larga

450 51 11
                                    


P.O.V 3

El consejo se celebró alrededor de la mesa de ping pong, en la sala de juegos.


El señor D hizo una seña y surgieron bolsas de frituras y unas cuantas botellas de vino tinto. Quirón tuvo que recordarle que la mayoría de los presentes no tenían edad para beber.

El señor D suspiró, chasqueó los dedos y el vino se transformó en Coca Light. Que de igual forma nadie tomó.

El señor D y Quirón se sentaron en un extremo de la mesa. Zoë y Bianca, convertida en su asistente personal o algo parecido, ocuparon el otro extremo.

Thalia, Percy, Grover y Elizabeth se situaron en el lado derecho y los demás líderes.

Beckendorf, Silena Beauregard y los hermanos Stoll, en el izquierdo. Se suponía que los chicos de Ares tenían que enviar también un representante, pero todos se habían roto algún hueso durante la captura de la bandera, cortesía de las cazadoras, y ahora reposaban en la enfermería.


Zoë abrió la reunión con una nota positiva:

-Esto no tiene sentido, no hay tiempo para charlas -Sus ojos brillaban de rabia -Nuestra diosa nos necesita. Las cazadoras tenemos que partir de inmediato.


-¿Adónde? -preguntó Quirón.


-¡Al oeste! -dijo Bianca.

Ella había cambiado mucho en los pocos días que estuvo con las cazadoras. Tenía el pelo oscuro trenzado como Zoë y recogido de manera que ahora sí podías verle la cara.

Daba la impresión de haber hecho

mucho ejercicio y su piel, como la de todas las cazadoras, brillaba levemente como si se hubiera duchado con luz de luna

-Ya han oído la profecía -prosiguió Bianca - «Cinco buscarán en el oeste a la diosa encadenada» Podemos elegir a cinco cazadoras y ponernos en marcha.


-Sí -asintió Zoë- ¡La han tomado como rehén! Tenemos que dar con ella y liberarla.


-Se te olvida algo -le recordó Elizabeth- «Campistas y cazadoras prevalecen unidos» Se supone que tenemos que hacerlo entre todos.


-¡No! -exclamó Zoë-. Las cazadoras no han menester vuestra ayuda.

-No «necesitan», querrás decir-refunfuñó Thalía -Lo del «menester» no se oye desde hace siglos. A ver si te pones al día.

Zoë vaciló, como si estuviera procesando la palabra correcta.


-No precisamos vuestro auxilio -dijo al fin.

Thalía puso los ojos en blanco.

-Olvídalo.


-Me temo que la profecía dice que sí necesitan nuestra ayuda -terció Quirón -Campistas y cazadoras deberán colaborar.


-¿Seguro? -musitó el señor D-. «Uno se perderá. Uno perecerá» Suena más bien

desagradable, ¿no? ¿Y si fracasan justamente por tratar de colaborar?

Elizabeth y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora