Jodiendo a mi ex [Taekook]

Capítulo 3

Dejé mi frente sobre la mesa bruscamente causando que Harin se despertara repentinamente.

Dios, como estaba frustrado y aburrido de estar aquí. No se cuanto tiempo he estado aquí pero si lo suficiente como para sentir mi trasero dormido.

—Joder Jungkook, ¿acaso intentas romperte la cabeza? —se quejó Harin mientras se estiraba y volteé a mirarla. Cuando la vi pensé que sería fría y malvada como lo que había visto en películas, pero no era así, era bromista e increíblemente agradable, conversamos un rato hasta que nos aburrimos y ella decidió dormir.

Lamentablemente nos quitaron nuestros teléfonos y teníamos que estar aquí como tres horas reflexionando sobre lo que habíamos hecho.

Pensé de todo menos en eso que hice, incluso ya sé que decirle a mi padre cuando descubra que yo me comí su mantequilla de maní o ya sé que hacer para verme mucho más bello. Y respecto a lo de Taehyung, no haré nada loco que lo haga odiarme, iré lentamente y lo molestaré.

—Es que estoy cansado de estar aquí —le respondí y asintió.

—¿Es tu primera vez, cierto?

—Si —bajé la mirada y solté un suspiro—. Supongo que has estado aquí muchas veces.

—Como tres veces al día por un año —dijo después de un segundo de silencio y me reí—. Jungkook, quiero hacerte una pregunta.

—Claro —apoyé los codos sobre la mesa y me incliné hacía ella. El salón no era muy grande ni tampoco era muy pequeño, habían varias mesas y sillas, nosotros estábamos sentados cerca de una ventana.

—Sé que no es de mi incumbencia, pero como soy una metiche quiero saber —me miró buscando alguna desaprobación y luego habló al no recibirla—: ¿es en serio que tú y Taehyung terminaron?

Apreté los labios y sentí ese sabor amargo en la boca. Cada vez que me lo recordaban era algo difícil... de procesar.

—No quiero incomodarte y si no quieres responder...

—Si, es cierto. Imagino que ya se han corrido rumores —respondí interrumpiendo y asintió—. ¿Puedo serte sincero?

—Si...

—Honestamente —respiré profundamente y recosté mi espalda sobre el respaldo de la silla—, no quiero que terminemos... todavía no puedo asimilarlo y me duele bastante tener que dejarlo.

—Aún lo amas —afirmó.

—Son muchas las razones por la cual lo amo y... —pausé pensando en lo que iba a decir y sacudí mi cabeza— bueno, que lo ame no significa que vaya a correr detrás de él y gritarle que no me deje.

—Pues claro —se río—, ya eso sería otra cosa, no creo que lo tuyo sea que estés obsesionado con él. ¿Cierto?

«Tal vez»