Ecno:

205 28 16
                                    

Me rechazaste, Ibaí. Me rechazaste como yo habría rechazado a cualquier otro chico que tratara de darme lo que ya me dabas.

Me rechazaste. Entregué toda mi alma y me rechazaste. Ahora, con sentimientos que suponía llegarían, no tengo otra opción más que aceptar lo que viene después de una decepción: tristeza y confusión. La pregunta es: ¿podré yo, que nunca antes me había atrevido a decir todas las cosas que te dije, ser capaz de soportarlas?

Hoy la noche sabe a soledad y tu recuerdo se apoya en mi memoria. Y no sé por qué, pero siguiendo con este sincericidio, realmente siento la necesidad de confesarte que justo esa soledad, ese arranque de no sentirme más sola, fue quien (en madrugadas como la de hoy) me incentivó a escribirle a otros sujetos. Que si me divertí haciéndolo, me divertí. El problema vino cuando las interrogantes comenzaron a abundar mi cabeza y tus mensajes me hicieron dar cuenta de algo: seguía pensando en ti.

Hice cosas que saciaron mi cuerpo adolescente y me distrajeron de la realidad. Estresé a los demás, me comporté como una idiota, logré que una amiga no supiera qué hacer para que dejara de beber, correspondí a caricias aún sin querer y me sobrepasé con un chico de mi edad.
Hoy, ya habiendo probado todo aquello y no pudiendo calmar mi corazón, te recuerdo.

¿Qué te hizo reaccionar así? ¿Es que estuve mal yo? ¿Cuál fue el motivo que no dejó ni que hablaras conmigo? ¿Debería haberte escrito: "¡Mira, estoy desnuda, entregándome por completo! Las ganas de tenerte salen de mí como los tóxicos quedan descartados de tu vida. Por favor, no tengas miedo de perderte en el camino. Para algo esto yo, que quiero ser tu guía y amiga de tus emociones"?

Ibaí, no lo sé. Esa es la verdad. Algunos dicen que de haberlo hecho probablemente me habrías quitado el doble, pero ¿qué hubiese perdido si, bien pude comprobar, los perdedores no tenemos nada que perder?

Hoy la noche sabe a soledad y tu recuerdo se apoya en mi memoria. En noches como esta escribí a sujetos tratando de olvidarte, aunque al final, donde lo sentimental le ganaba a lo demás, terminaba regresando a ti, igual que ahora.

Si es como mis familiares y conocidos opinan, ¡qué triste me siento por que no te hayas animado a amarme! Si es como me hiciste creer, entonces qué triste me siento por haber pensado que me querías.

Alma Mía • PoemarioWhere stories live. Discover now