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Sinceras son mis disculpas,
si alguna vez lo intimidé
Pero mirar esa perla de oro,
¡mirar cómo se amigaba con el Sol
y hechizaba a cualquiera!

Quien dijera que no la veía,
mis condolencias le enviaba
desde acá;
tan perdido y ausentado
de la vida, ¡pobre y estúpido!
Quién fuera Dios
para regalarle un par de ojos
y que pueda observar

¿Qué perla,
causante de que usted fijara los suyos,
era la que tenía yo?
Y sé que quizá se avergüenza,
pero, le digo,
la experiencia ya me ganó
Yo sé que usted
desde lo lejos y con cautela
me miraba también
Y si yo tengo que disculparme,
entonces discúlpese
sin razón también

Alma Mía • PoemarioWhere stories live. Discover now