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Laura y yo acabamos de salir del aeropuerto cuando somos capaces de vislumbrar el anaranjado tono del atardecer que nos ofrece el Sol

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Laura y yo acabamos de salir del aeropuerto cuando somos capaces de vislumbrar el anaranjado tono del atardecer que nos ofrece el Sol. El astro rey también acariciaba los edificios y los gigantes aviones con su color atardecido.

En cuanto pusimos un pie en tierra mexicana, Laura se encargó de dirigirme por toda la ciudad; topándonos con gente que parecía que lo único que compartíamos era nuestro lenguaje materno. Gente de una raza diferente a la mía, con una cultura e historia antiquísima; gente que parecía afrontar sus días con una sonrisa sin que les molestase sus problemas; gente, que estaba segura, me "adoptarían" enseguida y me harían partícipe de su sociedad y estilo de vida joviales.

Si bien, Ciudad de México no era tan diferente a lo que es cualquier otra ciudad a simple vista, lo cierto es que la diferencia cultural con respecto a mi país natal(España) o a Inglaterra se puede percibir en el ambiente. Y es que, ¡La cultura de México te impregnaba en cuanto respiraras su aire!

Y, mientras me quedaba ensimismada con la cantidad de cosas que podía pararme a ver y analizar, Laura se las ingenió para poder llamar la atención de un taxi y que éste nos llevara a nuestro destino real.

—¿Te está agradando México? —empezó a preguntarme Laura mientras subíamos al taxi amarillo y nos colocábamos en el asiento trasero—. Te juro que pareces una niña pequeña con un juguete nuevo.

—No te lo puedo negar, Laura —respondí a su pregunta—. Sólo llevo aquí una hora o menos y ya amo este país.

—Bueno, luces cómo si ya te quisieras quedarte aquí y vivir —habla mi amiga antes de decirle al taxista una dirección que ella, personalmente,tenía muchísimas ganas de volver a decir.

—Como quieran, señoritas —contestó el conductor del vehículo.

—Me conoces muy bien, Lau. Si pudiera me encantaría vivir aquí el resto de mi vida —retomo la conversación con Laura mientras que el taxi arranca sus ruidoso motor.

—Pues sabes perfectamente que podrías hacerlo —contesta mi amiga—. Podrías pasarte toda la vida estudiando las pirámide de Tenochtitlan, por ejemplo.

—¡Uf, cállate que al final me convencerás de esto también! —las dos acabamos riéndonos como locas mientras que el conductor ponía cara de no entender nada.

Después de nuestra gran muestra de felicidad, Laura saca su teléfono de su bolsillo y empieza a escribir un mensaje a alguien (seguramente su madre) y yo me apoyo en la pared de la ventana del coche; saco los auriculares de mi maleta y, mientras veo pasar el hermoso y anaranjado paisaje de las afueras de la ciudad, la música me relaja hasta caer en los brazos de Morfeo.

Después de nuestra gran muestra de felicidad, Laura saca su teléfono de su bolsillo y empieza a escribir un mensaje a alguien (seguramente su madre) y yo me apoyo en la pared de la ventana del coche; saco los auriculares de mi maleta y, mientras v...

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Atrapada en... ¿El Imperio azteca?Where stories live. Discover now