México

1.4K 180 22
                                    

México no podía considerarse una persona cursi.

México no podía considerarse como alguien valiente.

A comparación de su gente o su impresión hacia otras personas, él era bastante cerrado y en algunos casos incluso seco, siendo aquello lo que le llevó a tener pocas relaciones de verdadera confianza.

Por eso, una noche mientras tomaba en la sala del Palacio supo que, así como su amor crecía seguramente también se marchitaría, como una solitaria rosa en un campo donde la hierba era alta, donde no había terreno para él.

Pasó días completos mirando al techo, desorientado y rendido. Decepcionado de sus propios síntomas hacia aquel semi angloparlante francés, porque México jamás tendría el valor de confrontar al perfecto Canadá (más encima siendo su mejor amigo) para decirle lo mucho que lo amaba y le dedicaba tiempo en su memoria y corazón. Decepcionado de ser lo suficientemente cobarde como para no abrir la boca en las incontables ocasiones que tuvo para confesarse. Decepcionado de él mismo cuando uno de sus hermanos latinos lo golpeó por ser tan débil y le reprochó mil y una cosas más que ya no recuerda.

No podía considerarse fuerte.

Y por eso recurrió al método más antiguo y cobarde (a su parecer) de confesar todo lo que sentía hacia su chico perfecto. Tomó un par de hojas de colores suaves, un bolígrafo, y escribió. Escribió tanto y tan rápido que en un momento en su escritorio habían al menos quince cartas con su florecido amor y las razones de el mismo.

Cuando menos se lo esperó un pequeño chileno le interrumpió uno de sus programas favoritos para sonreír tiernamente y alzar la primer carta que había escrito. Al contrario de lo que imaginó, el chico se carcajeó y le dijo que definitivamente debía entregarlas.

¿Pero cómo?
Canadá lo consideraba únicamente un amigo.

Oportunamente, cuando una de las insufribles juntas de la ONU estaba dando su conclusión, escuchó al francés murmurar algo sobre «cartas anónimas» con Reino Unido.

Así que ahí estaba. En la inmensa sala que ahora estaba vacía, viendo el asiento con el nombre del canadiense con mucha duda y arrepentimiento. A su lado, Chile, Rusia y un pequeño Filipinas le daban un par de pulgares arriba, apoyando la idea tan absurda que había tenido.

Soltó algo más bien parecido a un chillido de frustración y frotó sus ojos, dejando la pequeña carta de color melocotón en su asiento, luego se volteó y antes de arrepentirse jaló la ropa de los tres y murmuró un pequeño; «vámonos de aquí antes de que ONU nos encuentre y pregunte porqué me estoy levantado temprano».

Aquel fue el pequeño inicio de algo que jamás creyó posible.

Entre todas las cosas que no consideraba había una que sí lo hacía.

Por en canadiense México podía romper algunos de sus miedos. ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Cuerpo Perfecto    ⇢ C a n M e x ⇠ (Proyecto En Semi-Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora