Capítulo 10

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Incómoda, me subí a la motocicleta sintiendo que mis pies iban a salir corriendo. Me acomodé el vestido rojo cereza debajo de mí para que no se levantara; no quería ir enseñando las bragas por la carretera y sentirme como Marilyn Monroe, cuando en realidad me veía como una puta.

Me quité los tacones de diez centímetros negros que había tomado del armario vintage de mi madre, y comencé a acostumbrarme a la idea de que la moto no iba a comernos vivos. Pero, por si acaso, y por pura comodidad, introduje los brazos enteros dentro de la camisa blanca de Justin, apretándome contra su espalda y cerrando los ojos. Automáticamente, sentí el viento ondear suavemente sobre mi rostro y el calor del pecho de Justin bajo mis manos rígidas. Suspirando, abrí los ojos, y me di cuenta de que todo era más bonito sobre dos ruedas de lo que yo pensaba.

Los colores abstractos de la ciudad encendida por faroles de colores modelaban preciosamente frente a mis ojos bien abiertos. El viento azotaba contra mis cabellos salvajemente, echándolos hacia todas las direcciones. El viento inundaba mis pulmones como si fueran litros de agua que entraban por mis fosas nasales. Me recordaba a Tres Metros sobre el Cielo. Yo era la chica inocente que se liaba con el chico malo. Pero mi chico malo era un asesino, y yo no era ni la mitad de hermosa como lo era Babi. Y aún así, esperaba que esta historia terminara bien, y que aunque él se comprara un auto, no dejáramos de escaparnos a todos lados.

-¿A dónde me llevas? –pregunté, con mi barbilla apoyada delicadamente sobre su hombro.
-Quiero que conozcas a alguien –ronroneó, e hizo sonar estruendosamente el motor de la motocicleta negra. Emití un grito ahogado, a lo cual ambos nos carcajeamos luego de unos momentos interrogantes. Acaricié sus abdominales con mis dedos, dejando que revolotearan libremente bajo su camisa.
-Mira que me haces cosquillas y luego nos estrellamos –murmuró alegremente.
-¡Lo siento! –salté, y aparté mis manos, posicionándolas en su chaqueta de vestir negra, apretándola bajo mis puños. De repente, sentí nuestros cuerpos inclinarse de sopetón hacia adelante. Grité. Luego hacia la derecha, dando una curva violenta hacia la izquierda. Grité más fuerte.
-Justin, ¿qué pasa? –chillé, sintiendo mis mejillas arder del pánico. Sentí su risita angelical retumbar en mis oídos, y mis pulmones se desinflaron. Mis ojos poniéndose en blanco. Le di una palmada fuerte en el hombro con los dedos, y él continuó riéndose.
-¡Idiota! –gruñí, pero sólo rompí en risas yo también.

Nos bajamos en Nust Street, la típica calle desolada en la que te imaginas bolas de paja corriendo por encima del asfalto roído y sucio. El humo de los autos flotaba en el aire, podías ver algunos ojos mirándote por ahí mientras se empinaban sus monstruosas latas de cerveza rancia. Me estremecí mientras me bajaba de la motocicleta, y sentí una suave tela que desprendía un olor embriagador rodear mis hombros y cubrir la totalidad de mis brazos. Riendo, introduje mis brazos por las enormes mangas y me aparté el cabello.

-¿Se puede saber por qué me has traído aquí? –dije, mirando a todos los lados como una loca maniática. Él tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos mientras caminábamos hacia una acera desolada que albergaba una gran y deteriorada cárcel de mujeres. Arrugué la nariz. Los chicos normalmente llevan a sus novias a parques, cines, o a sus departamentos a estas horas de la noche. Pero, ¿una cárcel?
-¿Por qué? ¿Tienes miedo? –me retó, juguetón. Apreté las piernas cuando nos detuvimos.
-Um, no… -mentí descaradamente, saliendo de mi boca tan sólo un hilo de voz. Él soltó una risita angelical y me acunó contra su pecho, clavando un suave beso en mi cabeza.
-Te protegeré de los fantasmas –susurró y sonreí contra su pecho. Por supuesto que me protegería.

Enrollé con mi mano derecha un trozo de su camisa blanca, y él posicionó sus suaves labios en forma de corazón sobre los míos, apretándome más contra él. Su copete que el viento ondeaba suavemente chocaban contra mi frente, haciéndome cosquillas. Sus pestañas rozando sutilmente mis párpados.
Abrí los ojos al sentir un brillo espeluznante titilar sobre mis párpados fuertemente cerrados, y subí la mirada. Había un trozo roto de espejo desde la segunda celda pegada a la pared de concreto, retratando nuestro reflejo desde arriba. Una delgada mano morena la sostenía, y sentí que mi corazón se achicaba. Torpemente, me tambaleé hacia atrás sobre mis pies descalzos, sintiendo la grava ardiendo bajo mis pies delgados, que se retorcieron debajo de mí.

LOST | 2da TEMPORADAWhere stories live. Discover now