6

1K 92 52
                                    

Las heridas de su corazón que creyó sanadas y dejadas atrás, se volvieron a abrir con un intenso dolor. Sus emociones estaban revueltas, no comprendía, tampoco quería hacerlo. Todas sus semanas de esfuerzo fueron tiradas a la basura tan solo con un beso, un maldito beso que desde el principio previó, pero no evitó.

Éso le hacía sentir aún peor, no obstante, comprobó que sus sentimientos por Mustang jamás se fueron, estaban ahí pero los ignoraba en su intento de seguir adelante. Y le había funcionado por un tiempo, y estaba bien. Su código moral, no permitía tal atrocidad ¿Amar a dos personas? Y de la misma forma. Todo era confuso para el jovencito de apenas diecinueve años. Con poca experiencia, con nada de experiencia.

Desde hacía tres años atrás que estaba con Roy, él fué su primero en todo. Aún sabiendo que su relación era un peligro latente por la casi abismal diferencia de edades. ¿Diez años? ¡Eso no importaba! Para Edward no importaba. Y Roy no era tonto, esperó hasta que cumpliese los diecisiete años, para acercarse más a él.

Con ese bello recuerdo en mente, Edward llegaba al apartamento que compartía con su novio, recordando perfectamente lo que Mustang le dijera minutos atrás: "¡Ese mentiroso te engañó!"

¿Y si lo hizo? ¿Y si no todo es como su bondadoso y tonto corazón quiere creer? ¿Y si todo fué un acto de egoísmo por parte de Havoc? ¿Y si... Su sentimiento de amor repentino por el rubio más alto, tan solo fué por haber confundido la gratitud que le tenía, con amor? Todo era posible, su mente formulaban miles de respuestas a esas simples preguntas.

—¡Al! ¿Puedes venir a mi casa?— hablaba con mucha urgencia al teléfono móvil de su mejor amigo, que se encontraba despertando de una siesta. —¡Es urgente Al! Y no puedo hablar de esto por teléfono. ¡Es sobre Roy!—tan sumergido estaba en la plática con su amigo, que no había notado la presencia de Jean, quién le observaba y escuchaba fuerte y claro todo lo que ambos rubios hablaban. —¡Ven, en serio necesito que vengas!— convenciendo por fin a su adormilado y aturdido amigo con sus gritos desesperados y llamadas de atención. Jean estaba entre decepcionado y ofendido, cruzado de brazos recargado en el marco de la puerta. ¡No podía ser! Tan solo fué un descuido de unos minutos, y su ahora adversario ya le había llenado nuevamente de dudas.

Y quisiera o no, su relación estaba en peligro, bien sabía.

—¿Y qué es eso tan importante sobre Roy?— en seguida que el de ojos miel colgó el teléfono, Havoc habló. Sorprendiendo al chico, logrando hacerle perder el color.

—¡J-jean! ¿Por qué no avisaste?— se giró hasta el con una sonrisa nerviosa, desde luego que iba a evadir el tema. Sin embargo, a Havoc no se le olvidaba.

—No contestes con una pregunta, a mi pregunta Edward.— eran raras y pocas las veces en que Jean Havoc se ponía así de serio. Edward lo sabía, conocía bien a su novio. ¿Lo conocía bien? O sólo sabía lo que Jean quería que supiera. Edward estaba ya bastante rojo.

—Jean... Necesito más tiempo.—

—¿¡Para qué Edward!? ¿Para que vayas corriendo a los brazos de Roy?— Havoc nunca le había levantado la voz a Edward, éste de inmediato lo notó. Estaba enojado. Pero ¿Por qué? El único enojado debería de ser Edward.

—¿Y qué si lo hago?— desafió el muchacho. Edward tampoco nunca le había levantado la voz, ni le había contestado de esa manera tan grocera en lo que llevaban de relación.

Por suerte, Heiderich no vivía tan lejos de Edward y llegó en cuestión de minutos. El universitario no tuvo tiempo de cancelar, se encontró la incómoda escena.

Havoc, bastante molesto tomó su billetera y celular, marchándose de ahí.

—Ed ¿Qué pasó? Nunca había visto a Jean tan furioso.— de inmediato Alphonse atendió a su amigo, le dejó sentando en el sofá de la pequeña sala.

—Es una historia difícil de contar, igual me vengo enterando yo... ¡Y demonios Al!... Verás...— y comenzó a contar con lujo de detalle todo lo que había ocurrido desde su plática en la plaza con Mustang, que previamente ya le había informado. Contó sobre lo que había pasado con Roy apenas en esa tarde, todo lo que sintió. Y por consiguiente la pelea que ocasionó ese detalle con Havoc.

Havoc conducía a toda velocidad, hacia un camino que conocía perfectamente. Ni siquiera se tomó la molestia de aparcar correctamente su automóvil, bajó hecho un manojo de ira dando un portazo cuando cerró su auto. Caminó hasta la puerta y la tocó con fuertes golpes e insistencia.

—¡Abre la maldita puerta, Roy!—

Gritó. Mustang lo había escuchado llegar, lo había observado acercarse y con los pantalones bien puestos le abrió la puerta. Roy creía que su furia se debía a qué Edward ya le había informado sobre el beso.

—¿¡Cómo te atreviste a ir detrás de Edward!?—

—¡Voy a recuperar lo que es mío!—

Ambos adultos se miraban desafiantes, poco faltaba para que comenzaran a golpearse, sin embargo Roy esperó el momento oportuno.

—Y lo besé porque él también lo deseaba, no me lo pidió él. Pero en su mirada lo noté.— espetó con severa altivez y orgullo por su hazaña. Sin embargo, se dió cuenta por la expresión de su contrario, que Edward no le había mencionado tal acto.

—¡Y tienes el descaro de decirlo! ¡Le levas diez años Roy, diez!—

—¿Y qué? Eso nunca fué un impedimento. ¡Y tú reclamo no tiene fundamentos si tú le llevas nueve!—

Ninguno de los dos tenía un favor o un contra. Estaban totalmente en la misma posición. Pero no importaba si se peleaban, si se golpeaban, insultaban, o cualquier otra cosa salvaje que se hicieran. Edward era el único que tomaba la última y definitiva decisión.

—No sé que decirte Ed, todo es demasiado impresionante.—

Alphonse se había quedado con el chico, mientras escuchaba con atención su relato, parcialmente se había quedado sin ideas. ¿Cómo aconsejarle ante esa situación?

Sin embargo el muchacho estaba muy seguro, terminar esa relación, descansar de su confusión un tiempo, pero aún así sentía como si fuese a traicionar al hombre que; de una manera u otra, le apoyó, lo levantó, lo mantuvo en pie y sobre todo lo hizo feliz.

—Edward... Tan solo piensa bien las cosas... Preocúpate una vez, tan solo una vez en lo que tú sientes.—

Era el consejo sincero que le daba su amigo, Edward asistió pensando en ello.

Edward sabía que en algún punto tenía que decidir.

Can't Get You Out Of My Head.Where stories live. Discover now