El gran salón de la mansión de los McCall estaba ya repleto de personas cuando Stiles y su padre entraron. El de ojos bourbon miró la decoración asombrado, recordándose felicitar a Melissa una vez la viera por su espectacular trabajo.
"¿No es increíble, hijo?" le dijo su progenitor una vez se habían conseguido unas bebidas y habían saludado a un par de conocidos. "¡Por primera vez vas a ver una venta de esclavos!"
"Sí, genial" dijo desganado, observando a la multitud con gran desprecio. Odiaba todo eso. ¡Los esclavos eran personas! Ni siquiera podía imaginarse lo que se sentiría al ser tratado como a ellos. Y, ¿Por qué? ¿Por qué tenían características que los diferenciaban de lo que todos suponían era normal? "Voy a ver donde está Scott, con permiso"
Soltó la copa de champán en una bandeja y casi corrió en busca de su mejor amigo. Tras buscarlo por mucho tiempo, lo divisó detrás de la gran cortina de terciopelo rojo que dividía el salón con las jaulas de los esclavos. Su corazón se contrajo cuando lo vio acariciándole el cabello a una muchacha de piel tan blanca como la nieve y vestido negro que se encontraba tras una de las jaulas de metal.
"Scott" susurró acercándose a su amigo y colocando una mano en su hombro. El de ojos de cachorro lo miró por un par de segundos para después volver a mirar a la chica, quien al verle aparecer se encogió e intento apartarse de McCall en vano.
"¿No es esto una aberración, Stiles?" le contestó susurrando de la misma manera que el lo había hecho antes. "Mírala. Es una simple muchacha que por la maldición de los dioses acabó en una jaula, como un animal de circo." Él asintió, mandándole una sonrisa a la menor para que se calmara. Esta le miró desconfiada, pero se dejó acariciar de nuevo por las grandes y fuertes manos del dueño de la casa. "Tenemos que hacer algo. No puedo permitir que mis padres vendan a estas personas inocentes."
"¿Qué pretendes hacer? Sabes que si dejamos que escapen la guardia los atrapará y acabarán muertos. ¿No es eso un peor destino que lo que les espera en una de las casa de los presentes?" dijo dando vueltas por la sala. Esa afirmación tampoco era del todo cierta. Algunos señores eran peores que la muerte. Les harían sufrir mucho más que esta.
"No sé, Stiles. Pero de verdad que no puedo soportarlo. Mi madre ni siquiera quería hacer esto. Es culpa de mi padre." el nombrado suspiró, intentando pensar algo. Entonces sus ojos se clavaron en dos resplandecientes esmeraldas que refulgían con odio. El chico, mayor que él por lo que parecían un par de años, frunció el ceño y apartó la mirada, murmurando por lo bajo. Olisqueaba el aire y se apretaba el estómago, maldiciendo cada vez más fuerte y agarrando los barrotes de la jaula, tirando de ellos con la intención de salir de allí. Stiles se sintió extraño.
"Te ayudaré. ¿A qué hora es la venta?" dijo mirando su muñeca. Eran las 21:10, así que llevaban unos 25 minutos allí. La gente y, sobre todo su padre, comenzaría a sospechar si no los veían charlando como acostumbraban debajo de la escalera. Se limpió el sudor de la frente con la manga de su camisa y sus ojos se pasearon inocentes hasta llegar al muchacho de antes, quien le miraba con una intensidad indescifrable.
"A las 22:30. Antes mi familia ha preparado una lujosa cena." Asintió. Tenían tiempo de sacarlos si no iban a comer, aunque no sabía como iban a escaquearse.
"Vale. Ve a por las llaves y dile a tu madre que no vas a comer. Yo convenceré a mi padre de lo mismo e intentaré distraer a los guardias." Los esclavos-no, no esclavos. Personas.- los miraron con ojos sorprendidos y pequeñas sonrisas agradecidas, que pronto algunos reemplazaron por sollozos esperanzados. Se le partió el corazón.
Una vez Scott asintió, ambos se pusieron en marcha. Consiguió convencer a su padre de su poco apetito y le dijo que estaría con el de ojos chocolate hasta la hora de la venta. También pagó una cuantiosa suma a unos chiquillos que corrían en el patio para que armaran jaleo a la hora que habían dicho para distraer a los guardias.
"Toma, una llave. Si abrimos los dos, terminaremos antes." cogió la llave sin decir nada y comenzó a abrir jaulas. Los esclavos que salían parecían pájaros criados en cautividad que una vez fuera no sabían como comportarse. Por último, se paró en la jaula del muchacho de las esmeraldas y la abrió con dedos temblorosos. El pelinegro no había dejado de mirarlo en todo el tiempo que había pasado y estaba comenzando a ponerse nerviosos.
Cuando la puerta se abrió y comenzó a alejarse, el chico le tomó de la muñeca e intensificó su mirada. Tragó saliva. ¿Qué le ocurría?
"Gracias." dijo con voz rasposa, y su corazón dio un bote. Le dedicó una sonrisa resplandeciente y tiró de él hacia donde les esperaba Scott, que tenía a la muchacha de vestido negro abrazada con fuerza. Su boca se movía rápido y la chica temblaba con cada palabra que salía de sus labios.
"¿Estáis listos?" Todos asintieron. Stiles salió y les hizo una señal a los niños, que comenzaron a correr hacia los guardias y tirar de sus pantalones. Uno incluso se había metido en el coche patrulla y había arrancado. Eso les daría tiempo suficiente. "¡Corred!"
No tuvo que repetirlo dos veces. Todos comenzaron a correr a gran velocidad y, en un abrir y cerrar de ojos, todos habían desaparecido. Todos menos el chico de las esmeraldas, que se quedó en medio del patio, mirándole.
"¿Qué haces? ¡Corre!" ni siquiera se inmutó. Stiles corrió hacia él y le empujó. "Mierda. Me estoy jugando el cuello por vosotros. ¡Vete de una vez!"
"Volveré a por ti" dijo, y depositó un casto beso en sus labios que le dejó mudo. ¿Qué demonios había sido eso? ¿Estaba soñando?
Solo pudo sonrojarse ante el acto. Sin embargo, las palabras del pelinegro no sonaban tan horrendas. Al menos sus esmeraldas habían brillado con algo diferente al odio.
"Espero que cumplas tu promesa."
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Sterek Drabbles
Fanfiction¡Sterek drabbles de todos los colores y sabores! No me pregunteis sobre lo de los sabores, aún tengo que descubrir porqué lo puse... Disfruten mientras puedan señores y señoras, esto no estara aquí toda la vida (seguramente sí, pero bueno)