Capítulo 2. ❝ Nuevos conocidos y un poco de pan. ❞

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Eran exactamente las siete de mañana cuando empezó a escuchar como su abuelo estaba haciendo su rutina con sus plantas, Raúl no quería levantarse del sillón pero su sueño se había ido tan rápido como se despertó.

Así que lo mejor que tenía en mente, fue ir a ver qué estaba haciendo su abuelo, quizás podía ayudarlo un poco con el jardín.

Se colocó sus sandalias y sin preocuparse por la apariencia que tendría, ¿por qué lo haría? Eran las siete de mañana, nadie estaba levantado a esa hora en el último fin de semana de vacaciones.

Raúl camino hacia la puerta para poder abrirla, encontrándo a su abuelo regando una de sus nuevas hijas. Nunca entendió cómo era que el anciano le apasionaba tanto la jardinería, todos los días se levanta al sentir los primeros rayos del sol asomándose, listo para ordenar un jardín perfectamente cortado y cuidado.

Lo que Javier más atesoraba era el inmenso árbol de naranjas que tenía al fondo de su jardín.

—Buenos días, abuelo. —Raúl lo saludo con una sonrisa, colocándose al lado suyo. — ¿Tan rápido y trabajando?

—Hola, Raúl. —Le respondió con una voz más cálida, sin apartar su mirada de las flores. —Nunca es demasiado temprano para trabajar, la tienda suele estar un poco vacía en estas épocas del año.

Sus abuelos tenían una pequeña tienda en el pueblo, en donde vendían artículos de jardinería y diversas flores, todo eso idea de su abuelo.

—Asombroso. —El menor se sentó en la silla del jardín, viendo con atención todo su nuevo vecindario. — ¿Necesitas ayuda? Creo que necesito despejar mi mente, no quiero pensar en lo que va a pasar el lunes.

Rodrigo soltó una breve risa apretando un poco la manguera, moviendo su cuerpo para poder ver a su nieto por completo.

—Hijo, es normal que tengas miedo. —El mayor camino hacia la llave de agua, para poder cerrar la llave por completo. —Pero no dejes que ese miedo te detenga, recuerda que aunque tengas los horribles genes de tu padre, también tienes la sangre Genes por tus venas.

Raúl le respondió con una especie de mueca, estaba muy al tanto de la relación de su padre y abuelo. Así que mejor se contuvo de decir algo, no quería meterse en esa pelea.

—Ya lo sé, es solo que no puedo dejar de pensar en eso, ¿y si no puede llevarme bien con alguien? —Hablo con miedo, cruzando sus brazos con inseguridad.

—Entonces es porque nadie es tan genial como para ser tu amigo. —Rodrigo se sentó en la silla enfrente a la suya. —Así que mejor, ¿por qué no vas a la panadería que está a una cuadra? Los Doblas suelen abrir temprano, creo que por eso es mi panadería favorita. En la mesa hay un poco de dinero, ellos ya saben que pan solemos comprar.

Su nieto no contesto, únicamente fue de nuevo hacia la rústica casa, aunque por dentro se estuviera regañando por preguntarle a su abuelo si necesitaba algo, él solo quería ayudarlo un poco con su jardín, nunca esperaría que lo mandara a una panadería.

Pero podía tomar eso a su favor, conocer un poco el pueblo nunca vendría mal. Las veces que se quedaba de vacaciones nunca salía de la casa de sus abuelos, al tener un jardín tan grande era suficiente para tener aire fresco sin tener que preocuparse por cruzar la puerta.

Al llegar al lugar, un inmenso olor a pan recién hecho golpeó de manera deliciosa su olfato.

"¡Dioses!" Pensó en sus adentro el chico.

Su estómago había rugido de manera tan violenta, avergonzando a Raúl. Esperaba que nadie dentro del lugar lo hubiera escuchado o que al menos disimularan un poco y no lo hicieran pasar una vergüenza.

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