05

1.9K 172 79
                                    


No sabía a cuántos grados estaban pero se estaba congelando.

Claro que pudiera regular su temperatura con su pak, sino fuera que este estaba averiado y ciertas funciones se habían desactivado.

Apresuró su paso mientras miraba alrededor suyo, la nieve había cubierto todas las calles pintando el lugar de blanco.

Empezaba a odiar aquel estúpido mes de diciembre.

— Demonios. — sopló un poco de aire caliente contra sus manos a la ves que las frotaba entre ellas, para tratar de calentarlas.

A pesar de llevar sus clásicos guantes negros y una sudadera color rosa, seguía temblando de frío.

— Hola. — Dijo el pelinegro detrás del mas bajo, asustándolo. — Huy, lo siento.

Se disculpo rápidamente.

No quería hacerlo molestar tan temprano.

— ¿Te sientes bien? — pregunto preocupado al verlo temblar.

— Ugh, si — metió sus manos de bajo de su sudadera buscando el calor de su cuerpo, aún que no resultó, estaba helado.

Aquella acción no pasó desapercibido por el de gafas, que quitó su abrigo y se lo dio al menor.

— Tómala, tal vez así estés mejor.

— ¿Qué? No. — se negó a recibir el abrigo del azabache. — Estoy bien Dib mono, no lo necesito.

— Claro que si, tómalo. — insistió nuevamente. — Además yo estoy bien, no tengo frío.

— Dije que no.

— Zim.

— Que no. — respondió ya enojado.

Dib no quería que su novio se enfermara, conocía muy bien al irken como para saber que esté no soportaba el clima helado sin su regulador de temperatura.

Y aún que esté seguía insistiendo con lo del abrigo por más de media cuadra parecía que no lo convencería jamás.

— Bien entonces voy a besarte aquí mismo.

El cuerpo del menor se tenso.

¿Lo estaba amenazando con besarlo?

Pues si, no sé le ocurría nada en ese momento.

— No. . . — miro al mayor, parecía muy decidido a hacerlo. — No quiero.

Retrocedió al ver cómo el de gafas redondas se acercaba más a él, cerrando sus ojos con fuerza antes de recibir los labios del mayor encima de los suyos.

Pero no pasó nada, al contrario, lo que recibió fue el abrigo del joven sobre su cuerpo.

— ¿Ves? Así vas a estar cómodo. — dijo alegre, a la vez que acomodaba el abrigo. — Ahora vamos que se nos hace tarde.

Caminó triunfante hacia la entrada de la eskuela sin esperarse un puñetazo en la espalda.

— ¡Aaah! — grito fuertemente.

— ¡No me amenaces! — habló furioso, para finalmente salir corriendo hacia adentro de la eskuela, dejando a un pobre y adolorido chico retorcerse de dolor.

— ¡E-espera! — lo siguió, pero el menor se había perdido entre los interminables pasillos llenos de adolescentes que caminaban hacia sus clases.

Miro por todos lados, pero no lo encontraba, supuso que se había metido al salón, así que se dirigió ahí, donde ya la mayoría de sus compañeros estaban. 

𝙽𝚘 𝙼𝚎 𝙳𝚎𝚓𝚎𝚜 [𝖹𝖠𝖣𝖱] Where stories live. Discover now