¿Cómo esperan que describa nuestra relación?
Odio
Amor
Odiamor
Eso era justamente lo que ambos sentíamos mutuamente, el una serpiente y yo un águila.
Nunca en mi sano juicio podría imaginarme que extrañaría a esa arrogante serpiente.
[ Regulus...
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—Nadin... Nadin ¡espera!
La castaña lo ignora olímpicamente hasta que este la agarra del brazo con algo de firmeza.
—¿Puedes soltarme, por favor?
—Llevo persiguiéndote por todo Hogsmeade, Mckinnon
—Bien. En primera deja de acosarme— dice zafándose del agarre— en segunda... ¡Deja de acosarme! Suficiente tengo al compartir la mayoría de mis clases contigo, Black.
—Necesito hablar contigo— murmura
—Que yo recuerde no somos amigos— afirma la castaña con los brazos cruzados— ni siquiera se que hago hablando contigo
—Esto es increíble— rueda sus ojos— ¿puedes dejar de comportarte como una niña?
—¿Disculpa? ¿como una...? ¡Eres tú el que quiere hablar! y ¡Soy yo quien no quiere hacerlo!— Regulus alza una de sus perfectas y pobladas ceja— eso es escuchaba mejor en mi mente pero lo dije, no tengo nada que hablar contigo.
—¿Si? Pues yo tengo mucho que hablar contigo.
De un momento a otro la Ravenclaw era arrastrada por el pelinegro por todo Hogsmeade hasta llegar al gran local De Madame Piddifoot.
—¡Suéltame!— las protestas no sirvieron de nada, Regulus sujetaba a la castaña de la mano.
La campana resuena provocando que algunas miradas se centren en ellos pero las personas no tardaron mucho en volver a lo suyo.
—¡Oh! ¿qué tenemos aquí? Una hermosa pareja— Pudipié se acerca a ellos con una sonrisa.—¿Puedo ayudarlos en algo?
—Si — suelta con enojo jaloneando su mano— me ha secuestrado
—Tranquila, solo está algo molesta conmigo—contradice con una linda sonrisa
—No quiero sonar entrometida pero ¿Problemas de pareja?
Nadin niega y Regulus asiente.
—¿Usted cree que él y yo somos algo?— ríe con sarcasmo— primero nos mataríamos mutuamente antes de ser eso
—Algo temperamental— susurra hacia la pelinegra quien le lanza una mirada de preocupación.
—Tengo el lugar perfecto.
Madame Pudipié los había dejado solos en la terraza, como si lo hubiese reservado para ellos dos. Nadin se acerca al borde y mira hacía abajo.
No era tan fuerte la caída.
—Enserio estás demente
—¿Demente? ¡No hay nada malo conmigo! ¡Tu eres el demente! ¡Me secuestraste! Mis amigos deben...
—Hablé con ellos, tranquila— expresa con neutralidad quitándose su abrigo
