Capítulo 0.

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Desde pequeño siempre mi hermana Amalia me contaba historias antes de dormir, historia sobre vampiros, esos seres "imaginarios" que beben sangre, huyen del sol y el ajo, de tez muy pálida y calor corporal nulo al igual que la sangre en su sistema. Amalia, desde que había cumplido los once años, le gustaba molestarme y asustarme con ese tipo de historias, en especial con las de vampiros; después de que ella y sus amigas tuvieron un maratón de la saga de Twilight su obsesión por esos seres de la noche, se volvió descomunal.

-Y al marcar las tres de la mañana, ellos se cuelan por tu ventana, usan sus poderes para poder ingresar a tu habitación y te ven dormir por un largo rato, disfrutando el sonido de tu corazón bombeando sangre a todo tu organismo, como si los estuvieras incitando a probar tu sangre, luego al ya no soporta más el olor que desprendes y el sonido de sangre corriendo por tus venas, se abalanzan contra ti agarrándote fuertemente del cuello esperando ver una vena marcada con exquisita sangre, para después clavarte sus colmillos y succionarte cada gota carmesí, hasta dejarte seco y hasta que tu corazón quede blanco por la falta de sangre -esa era la parte que me daba más miedo, solo tenía cinco, así que todo lo desconocido y "anormal" me daba miedo e incluso los teletubbies me daban miedo.

Cuando mi hermana se iba de la habitación y apagaba las luces, corría a mi armario, ahí tenía una lámpara de pilas, una cruz de plata (herencia de mi abuela Ester) y un collar de ajos que hice a escondidas de mi madre mientras la ayudaba a hacer la cena. Esas eran mis "armas" contra esos seres, por lo que investigue en ese entonces; a parte en mi muñeca siempre llevaba puesto un reloj de mano, con la cinta de cuero café y los número en romano, me tomo como cuatro semanas aprender a leerlo; solo lo usaba para verificar cuando la hora en la que aparecían eso seres pasaba, solo así, y asegurando la ventana y mi puerta, me dirigía a mi cama, aun con mi cruz de plata en mi cuello, solía dormir apretando la cruz con todas mis fuerzas e incluso al despertar y al abrir mi mano la marca de la cruz se quedaba un rato plasmada.

Al crecer supe que todas las historias que mi hermana me contaban eran totalmente falsas, que esos seres de la noche solo existen en la imaginación de algunas personas, en los libros de fantasía y en las películas de terror, eso era lo que antes todo el mundo (incluyéndome) pensaba. Que equivocadas estábamos.

Y nos dimos cuenta de eso cuando de la nada, un 25 de octubre, cuando tenía quince años; simplemente esos seres hicieron presencia durante uno de los discursos del presidente de la ONU, la cual se transmitía por televisión pues trataba sobre el problema de la excesiva explotación de los recursos naturales.

Los Vampiros simplemente llegaron y como si se tratara de un desfile de modas victoriano o una premiación sobre una película de vampiros de la edad de oro del cine de Hollywood, con todo el cast usando sus atuendos caminaron hasta el estrado mayor. Era simplemente alucinante.

Las cámaras pasaron de enfocar al presidente de la ONU a los vampiros y de ahí no despegaron la vista de ellos, desde que entraron a la asamblea, su recorrido y hasta que llegaron al estrado mayor. Durante el trayecto de ellos al estrado logre escuchar decir a mi madre que enserio parecían modelos, pues en todo momento mantenían una postura recta, su expresión era neutra, solo veían hacia el frente y su caminata era perfecta, un pie por delante del otro sin tropezarse o sin trabarse con sus propios pies, además tenían un aspecto propio de los vampiros, su piel era muy pálida, sus pómulos muy remarcados, su nariz respingada y a algunos se les salían los picos de los colmillos de la boca.

-Tiene que ser esto una broma -dije al ver que un vampiro quitaba al presidente del estrado y él tomaba su lugar, ese vampiro vestía con un traje victoriano muy...elegante y un poco ostentoso. Lo que vestía el "líder" era un chaleco de cuadros color gris metálico, un plastrón color gris cenizo, encima del chaleco traía un chaqué color negro con una pequeña capa alrededor de sus hombros y que se perdía en las solapas del chaqué, unos pantalones de vestir negros al igual que el chaqué, un sombrero de copa, unos zapatos negros con una hebilla cuadrada en el medio y un bastón, el cual en la empuñadura tenía un búho de plata o eso era lo que parecía.

No necesito sangre para amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora