Capítulo 1.

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Ya han pasado cuatro años desde que los vampiros tomaron el control del mundo, al parecer todos se han acostumbrado demasiado bien al nuevo sistema, pero no es como si las cosas hubieran cambiado de manera drástica e incluso creo que los vampiros fueron muy considerados al no convertirnos en sus esclavos y alimento personal.

—Hey raro —dice mi hermana mientras entra a la cocina —Si no te apuras llegaras tarde a la universidad.

—Mi nombre es Alex —conteste rodando los ojos —Y si llego tarde es tu culpa por tardarte hora y media en el baño.

—Sí, sí, apúrate, es mi primer día en el trabajo y quiero que me lleves, y no quiero llegar tarde.

—Eso debiste de haber pensado hace hora y media —refunfuñé lo más bajo que pude.

— ¿Qué es lo que has dicho? —pregunta mi hermana levantando una ceja.

—Nada, ya vámonos —me levante de la mesa del comedor y dejé el plato con el que desayune en el fregadero —Solo tengo quince minutos para llegar a la universidad.

— ¿Y mamá y papá?

—En el trabajo.

— ¿Sabes a qué hora regresaran?

—En la madrugada, supongo —me encogí de hombros.

—Bien —Amalia rápidamente saco su celular y con una sonrisa de oreja a oreja empezó a teclear.

— ¿Freck? —pregunté con una mueca.

—Sip.

—Agh dios —rodé los ojos y me dirigí a la sala —Si mamá y papá se enteran de que estoy encubriendo tu noviazgo con él, me matan —dije lo más fuerte para que Amalia me escuchara.

—Lo sé —contesto caminando hacia la sala —Y por eso te debo muchas —dejo su celular y tomó su bolso del sofá.

—Aja —dije tomando mi mochila de la mesa de la sala y las llaves del coche del plato que hay en medio de la mesa.

Abrí la puerta de mi casa y dije: —Y si no quieres que te deje apúrate.

—Ya voy —Amalia estaba terminándose de pintar los labios con ese feo labial café mate que la hace ver mucho más mayor de lo que es. Aproveche su distracción para salir rápidamente de la casa y subirme a mi auto (un suv color cobre, regalo de mi padre de mi cumpleaños dieciocho), lo encendí y espere a ver como mi hermana reaccionaba.

Amalia al escuchar el sonido del motor salió de la casa, prácticamente, corriendo de una manera muy graciosa y azotando la puerta. Mi hermana avanzaba de manera rara pues parecía que estaba corriendo sobre un camino de vidrios rotos; tenía sus brazos abiertos como si fuera a dar un abrazo, miraba todo el tiempo al suelo, cada cinco segundos se tropezaba con sus propios pies y algunas veces daba pequeños saltos para llegar más rápido al coche.

—Si no sabes caminar con tacones, no los uses —dije sacando mi cabeza por la ventana y sonriendo ampliamente.

—Cállate —me dijo mostrándome el dedo de en medio.

—Toda una dama —dije de manera burlona.

Amalia ya cansada de todo su recorrido, se dio por vencida y se quitó esos tacones platform high heels, que, por dios, son el peor invento para los pies de una persona, son una aberración de catorce centímetros de alto.

— ¿Si sabes que un tacón promedio para trabajar debe medir diez centímetros? —le pregunte cuando se estaba acomodando en el asiento del copiloto.

No necesito sangre para amar.Where stories live. Discover now