Capítulo 3

181 19 9
                                    


 Me dirijo a una cafetería que hay en el campus después de mi primera clase. Anoche las cosas se pusieron extrañas mientras Bell y yo hablábamos de ese molesto chico. No entendí muy bien su reacción. Tal vez son amigos, o simplemente conocidos, y por eso mi pregunta la molestó. No sé mucho sobre él, solo su nombre: Abden. El bichito de la curiosidad me picó desde que lo vi, pero no tengo a quien preguntarle. 

Sacudo mi cabeza, alejando esos estúpidos pensamientos. Debo concentrarme en mis clases, no en un arrogante con el ego de Damon Salvatore. 

Una mochila cae sobre la silla a mi lado. Bell toma asiento, tirando un poco de su cabello y suspirando con frustración. 

—Ya no soporto el hambre, me fui sin desayunar y ahora me explota la cabeza del dolor.

Ordena un jugo de naranja con un trozo de pastel, cuando su orden llega la empieza a devorar como animal que no come en días

—¿Qué tal tu segundo día?

—Bien, acabo de terminar mi primera clase y estoy esperando que sea hora de la siguiente.

—Bien, ya te estas acostumbrando.

—Si, cuesta un poco, pero iré mejorando.

Miro la hora, ya es tarde. Me despido de mi compañera y voy a mi siguiente clase. Entro al salón notando que en mi asiento está ese arrogante, al instante en que lo veo me da una sonrisa mostrando sus blancos dientes. Decido ignorarlo, no quiero más problemas. Es mejor darle lo que quiere, así no tiene razones para molestarme.  

La clase transcurre entre explicaciones, lecturas y opiniones compartidas. El profesor nos pide hacer un resumen del tema desarrollado. Mierda, eso me va a tomar tiempo. 

Cuando al fin es la hora de salida, acomodo mis cosas para poder ir a empezar el maldito resumen. Estoy a punto de cruzar la puerta, pero alguien interrumpe mi paso. No necesito levantar la mirada para saber de quien se trata. Bufo, buscando un poco paciencia en mi interior.

—¿Te quitas? —pido, lo más amablemente que me es posible. 

—¿Por qué no hiciste un escándalo de niña pequeña como el de ayer?

Levanto la mirada y veo que sus ojos están fijos en mí, su altura realmente intimida.

—Ya te devolví el asiento. Disfrútalo.

—No, ayer estabas decidida a quedártelo y hoy me lo das como si nada. Eso es extraño.

—Lo extraño aquí es que estés siguiendo una discusión que ya terminó. Por favor, ya déjame en paz.

Intento pasar por su lado, sin éxito. Bien, si no es por las buenas, que sea por las malas. Levanto mi puño, apunando su nariz. Su mano aprieta mi muñeca, evitando el golpe. No aprieta con fuerza, solo lo suficiente como para evitar que lo golpee.

—¿Estás loca o tienes el periodo? —pregunta, aún con mi muñeca en su mano.

—¡Suéltame, idiota!

 —¿Acabas de insultarme? —me suelta, a la vez que una sonrisa divertida se plasma en su rostro.—Me agradas.

—¿Qué?

—Me agradas —dice. Se da la vuelta y comienza a caminar. Pero antes de alejarse más, mira sobre su hombro con una mirada seria—. Y no sé si eso es bueno o malo. 

Veo como se va, caminando como si fuera el amo y Señor del universo. ¿Qué acaba de pasar? ¿Dijo que le agrado? Ayer quería tirarme por la ventana y hoy dice que le agrado. ¿Es bipolar?

«No, es un idiota »

Tomo mis cosas, saliendo del edificio rumbo a la biblioteca. Necesito hacer ese bendito resumen para mañana y no sé cuánto tiempo me tomará. La confusión sigue presente en mi cabeza. ¿Por qué ese tal Abden se comporta así?

 «Vamos, Al. No pierdas el tiempo pensando esas cosas» me digo.

 Aunque dudo poder hacerlo.

                           ***

Luego de estar dos horas con la cabeza metida en los libros, terminé la bendita tarea. Fui a mi cuarto para descansar, pero Jerry llegó poco después para invitarme a cenar. Intenté todas las formas posibles para negarme, necesitaba dormir hasta el día siguiente. Por supuesto, el maldito me obligó a subir en su camioneta y prácticamente me arrastró fuera de la cama.  

No recuerdo el trayecto de mi edificio hacia la pizzería, estoy segura que me quedé dormida. Bajo del vehículo un poco mareada, recuperando la vista poco a poco.

No está mal, es un bonito lugar. Amplio y con algunas luces LED de colores. Entramos, tomando una mesa junto a la ventana. El aire fresco es relajante. Bebo un gran trago de la cerveza que Jerry puso frente a mí. El sabor amargo me refresca la garganta, despertándome un poco más. 

—¿Día difícil?

—Y te quedas corto.

—¿Fue tan malo? Debes poner de tu parte, andar con cara de culo todo el día no es de mucha ayuda —se burla.

—No soy yo el problema, es un estúpido compañero de clases. ¿Puedes creer que casi desata una guerra por un asiento?

—Vaya, eso es muy grave —ríe, tomando un trago de su cerveza.—Ignóralo, si no le haces caso se acaba el problema.

—Lo intenté, pero es un arrogante, imbécil. Es un...

—Sexy mesero.

Miro hacia delante, encontrándome al arrogante parado con una libreta y un bolígrafo en sus manos. Tiene puesta una camiseta blanca con un estampado de pizza con lentes. 

—¿Estás hablando de mí? —sonríe—. Me siento alagado, sabía que en el fondo también te agradaba.

 —¿Qué haces aquí? —pregunto, solo me falta meter mi mano en mi bolsillo y sacar una versión suya en miniatura. Está en todos lados. 

—Me gusta disfrazarme y fingir que tomo ordenes —responde con sarcasmo—. Trabajo aquí.

—¿Tienes trabajo?

—¿Por qué te sorprende? Las personas trabajan.

—Tú no eres una persona.

—¿Y qué soy?

—Una molestia que no puedo sacarme de encima.

—¿Eso decía tu ex?

Jerry escupe su cerveza, riendo a carcajadas. Traidor. 

—De acuerdo, ya basta. Muy divertida su discusión, pero tengo hambre—interviene mi hermano.

Pedimos nuestra comida, Abden anota nuestro pedido y se va. Un rato después, una chica viene a nuestra mesa con unas bandejas. Cada quien toma lo suyo, degustando la delicia crujiente y grasosa.

Terminamos de cenar, charlando sobre las clases y cómo me estoy adaptando. A la hora de pagar la cuenta, nos dividimos la cantidad. Una vez levantados, salimos en dirección a la camioneta de Jerry. Un toque en mi hombro me detiene. Volteo, encontrando a la misma chica que nos llevó la comida. 

 —Esto es para ti —me dice de mala gana, entregándome un pequeño papel doblado a la mitad.

Se va, sin siquiera decirme quién lo envía. Lo desdoblo, leyendo una caligrafía desastrosa:

 "Comes como cerdo, eso me gusta. Empiezo a pensar que me estás siguiendo. Llámame cuando te canses de perseguirme

Atte: Tu sexy mesero"

 Debajo, hay un número escrito. Está loco si piensa que voy a llamarlo.

Guardo el papel en mi bolsillo, subo a la camioneta y cierro mis ojos, esperando poder dormir al menos un par de minutos.

Verdades OcultasWhere stories live. Discover now