Capítulo 15

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Un día normal, es todo lo que pido. Un simple y aburrido día normal. Luego de despertar, Mike y yo desayunamos, charlamos un poco y a la hora de ir a clases, nos fuimos juntos. Fue incómodo explicarle a Bell la razón por la cual tenía puesta la misma ropa que traía ayer, me realizó un interrogatorio sobre dónde pasé la noche. Le dije lo menos posible, no quería que pensara que algo había pasado entre Mike y yo.

No hablé con Abden ni Lucas en toda la mañana, tampoco vi a Jerry o Kyle. La molestia por su pequeña discusión ya acabó, no estoy enfadada con ellos, fue solo el enojo del momento. Todo iba normal, hasta que llegué a mi residencia. Las cosas parecían estar bien, pero una carta bajo mi almohada arruinó mi burbuja de tranquilidad. El sobre negro, la caligrafía irreconocible, las palabras sin sentido y la firma al final que me da escalofríos:

Verte desde lejos es una tortura, quisiera poder estar contigo. Daría lo que fuera por volver a tenerte en mis brazos, cepillar tu cabello, vestirte... sentir el aroma de tu dulce y delicado perfume. Las cosas son así por una razón, A, pero créeme que haré lo imposible para que podamos volver a ser felices. 

-M.

Perdí la cuenta de las veces que la leí, tratando de hacer memoria sobre conocer a alguien cuyo nombre comience con la letra M. Bell no llegará pronto, tengo la habitación para mi sola por un rato más. Debo investigar quién deja estas cartas. A ver, ¿por qué alguien querría acosarme? 

Ah, mierda, estoy en blanco. 

Una idea de cruza por mi cabeza. Bajo las escaleras corriendo, cruzando con uno que otro estudiante. Llego a la puerta del encargado del edificio, respiro profundo tomando fuerzas y rogando a todos los Dioses existentes que esto funcione. Su oficina está junto a la entrada, una gran ventana de vidrio le da la vista perfecta de quién llega y quién se va. Golpeo suavemente la ventana, esperando a que el anciano sentado en el escritorio dentro de la oficina note mi presencia. Levanta su mirada, dándome una sonrisa de amabilidad. 

—Buenas tardes, señorita. ¿Se le ofrece algo?

—Sí —pienso rápidamente una excusa, no puedo decirle la verdad—. Verá... mi compañera y yo no estuvimos en toda la mañana, y se supone que debía llegarnos un paquete. ¿Por casualidad no vio si alguien subió a dejarnos algo?

—Dame un momento —pide.

Teclea algo que no alcanzo a ver en una vieja computadora, hay muchos papeles revueltos sobre su mesa. Vamos, solo necesito un nombre, una pista. 

—¿Número de habitación?

—312.

—Aquí está —sonríe—. Una mujer vino por la mañana, me pidió subir a dejar un sobre para una tal... Alessa. Dijo que era importante.

—¿Está seguro que fue una mujer?

—Sí, yo mismo registro las visitas.

—¿No dejó algún nombre?

—No, entró y salió. No me dejó ningún número telefónico, nombre o alguna forma de contactarla. 

—Gracias —me despido.

Una mujer. Las cartas las envía una mujer. Esto empeora cada vez más. ¿Una broma de Jerry? ¿Alguna ex de Kyle que busca molestarme? ¿Molesté a alguna chica de mi clase de historia? Sacudo la cabeza, alejando los pensamientos estúpidos. Tengo que concentrarme en descubrir qué está pasando. 

Saco mi celular del bolsillo de mis jeans, buscando el número de la única persona que conozco que es capaz de ayudarme con algo así.

Maldición, no quería llegar a esto.

Marco su número, poniendo el aparato en mi oreja. Uno... Dos... Tres... Buzón. Corto la llamada y vuelvo a intentarlo, esta vez me responde al segundo tono.

—¿Sí?

—Necesito tu ayuda.

—Buenas tardes a ti también.

—Hablo en serio, ya no sé qué demonios hacer... y creo que estoy en peligro.

—De acuerdo, ¿debo llamar a la policía o compro una pala para ocultar un cuerpo?

—Ven a mi residencia, mañana en la noche. Me aseguraré que Bell no esté.

—¿Sin explicaciones, eh? Me suena a que vamos a cometer un crimen.

—¿Vas a ayudarme o no?

Silencio.

—Lo haré.

—Bien —suspiro—. Ah, casi lo olvido. No puedes decírselo a nadie.

—¿Y quién pagará mi fianza si nadie sabe en qué estoy metido?

—Lucas, hablo en serio.

—De acuerdo, asesina, no le diré a nadie. Cambio y fuera.

                              ***

Desconocida. 

Camino por los largos pasillos de Merdys, disfrazada de una forma en la cual no puedan reconocerme. Nadie sabe quién soy en realidad, eso me encanta. Estoy a la vista de todos, pero nadie sospecha de mí. Saludo a uno que otro alumno, disimulando simpatía. Alessa es demasiado inocente, todos a su alrededor son estúpidos, no tiene a nadie con una pizca de inteligencia. 

Me resulta muy fácil confundirla, asustarla, hacerle saber que está a mi merced. Las cartas que le he dejado han sido solo el principio, esto a penas inicia. En cuanto pueda llevarla conmigo, no voy a perder el tiempo. 

Una pequeña chica aparece frente a mí, enarco una ceja preguntándome internamente por qué me parece familiar. 

 —¿Dónde estabas? Debíamos vernos hace una hora.

—Lo siento, lo olvidé —me excuso.

—Lo olvidaste —repite—. Por supuesto, esa es tu excusa para todo. Tú siempre olvidas las cosas.

—Ya te dije que lo siento.

—Como sea, solo olvídalo. Nos vemos otro día. 

Me mira de arriba abajo, para luego alejarse con un mal humor muy notorio. Bueno, eso fue fácil. Debo tener cuidado, cualquier paso en falso podría arruinar mis planes. Sigo caminando en dirección a mi residencia, encerrarme allí es lo más sensato ahora. 

Subo las escaleras, tatareando mi vieja canción favorita. Paro en seco cuando noto una cabellera castaña sentada en mi puerta. Ah, me hace las cosas tan sencillas.

—Alessa —finjo sorpresa—. Yo... fui a la biblioteca. ¿Tú qué haces aquí?

—Vine buscar unas cosas que dejé en tu habitación.

—Bien, puedes llevarte lo que quieras. ¿Vemos una película?

—Am... sí, por qué no.

Sonrío, y abro la puerta para que pase. Alessa... tan inocente. Tan parecida a mí. 

No te preocupes mi amor, M tiene las cosas bajo control. Pronto volverás a donde perteneces. 

Verdades OcultasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt