Capítulo 11

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Alessa.

—¿Hablaron sobre mí?

—No.

—¿Sobre su relación?

—Tal vez.

—¿Y qué discutieron? 

—Abden, cállate.

Luego de despertar con el brazo de Kyle ensanchado en mi cintura, tuve que hacer mil maniobras para poder despegarme de él. Lo primero que hice al liberarme fue buscar mi celular, tenía muchos mensajes y llamadas perdidas de Abden. Y cuando digo "muchos" me refiero a una exagerada cantidad de llamadas y mensajes. 

"¿Dónde estás?"

"Responde"

"Si ese idiota te hace algo, le corto las bolas" 

"Ya. No estoy enojado, solo quiero saber que estás bien"

"Alessa, joder. RESPONDE"

Luego de leer y responder uno por uno sus mensajes, se quedó más tranquilo. Pero me dijo que quería verme de inmediato. Me vestí como pude, dejé el cuarto lo más ordenado de pude para después, salir  prácticamente corriendo. No sin antes dejarle una nota a Kyle, avisando de mi ausencia temprana. 

Recorrí los pasillos, pensando en qué excusa darle a mi amigo. Me desaparecí toda la noche y sin atender el celular. Yo también me hubiera enojado si una amiga desaparece sin dar señales de vida. Tuve que correr para llegar, tenía que llegar a clases luego de ver a Abden. 

Cuando por fin toqué su puerta, esta se abrió de inmediato. Un alto pelinegro y un rubio molesto me recorrieron de arriba abajo, asegurándose de que estuviera bien. Luego de responder un interrogatorio por parte doble, me invitaron a desayunar. Lucas fue a la biblioteca para poder estudiar, no sin antes burlarse del yeso de Abden. En un par de semanas más se lo van a poder quitar, se lo pusieron para desinflamar no sé qué y acomodar algo de sus huesos... o músculos.

«Como doctora te mueres de hambre, así como seguro se mueren tus pacientes» 

Mi amigo ojiazul y yo, caminamos rumbo a mi apartado de habitaciones. Es entonces cuando comenzó otro interrogatorio. No respondo sus preguntas porque ya está empezando a aburrirme, no soy una niña que no sabe lo que hace. Puedo cuidarme sola, tal vez meto la pata, pero yo misma cargo con las consecuencias. 

—¿Lo perdonaste? 

Lo ignoro. Quiero meterle una manzana en la boca y no escuchar su voz en un año.

—Una pregunta y ya, respondeme una última pregunta y te dejo en paz.

—Bien —acepto. Si esa es la forma de callarlo, lo haré.

—¿Por qué tardaste tanto en el baño? Tu ex fue a buscarte porque no aparecías.

Me paro en seco al recordar lo sucedido con el extraño. Quisiera olvidarlo, pero no dejo de pensar en lo obvio: es un alumno de Merdys. Nadie más tendría acceso a las instalaciones, a menos que sea periodo de visitas. Pero aún estamos en periodo de adaptación, la mayoría vamos a las mismas clases y tenemos los mismos horarios. Eso es lo que me gusta de Merdys, se concentra más en la adaptación y comodidad de sus alumnos, para así mejorar su rendimiento. No es una universidad común y corriente, eso es seguro. El extraño debe estudiar aquí, no se me ocurre otra  forma en la que pudo acceder a la entrada. En un intento por parecer relajada, cruzo mis manos sobre mi precho.

—Quería alejarme un rato, refrescarme. Era la única chica entre ustedes, la testosterona era agobiante. 

—Siempre estás entre hombres, Bell es la única chica en el grupo y eso nunca te molestó. 

—Pero anoche sentí que me rodeaban demasiadas entrepiernas. 

Asiente, no muy convencido, y seguimos caminando en un cómodo silencio. A penas son las 6:00 a.m y las clases empiezan a las 7. Aún es muy temprano, tenemos tiempo de sobra para poder asistir a clases e intentar tener un día normal.

***

Llegamos al fin. Abden me acompaña a mi habitación para despedirnos. Subimos las escaleras hasta mi puerta y al llegar escuchamos un ruido extraño. Abro la cerradura de manera rápida y me encuentro a Bell tirada en el piso con el rostro pálido. Me quedo de piedra al verla así. Siento como me empujan, Abden corre a golpear suavemente el rostro de mi amiga para intentar hacer que reaccione.

—Bell, ¿me escuchas? —dice mientras le abre los ojos.—¡Bell! ¡Mierda! ¡Reacciona, carajo!

La levanta como a un bebé y la saca de la habitación. Me mira con asombro al notar que aún no reacciono.

—¡No te quedes ahí, joder! ¡Acompáñame a llevarla al hospital!

Salimos corriendo de la habitación. Abden baja las escaleras rápido pero con cuidado; al pisar la calle nos apresuramos a detener un taxi y él acuesta a Bell en la parte trasera. El pobre taxista nos mira asustado. Me quedo junto a mi amiga mientras Abden sube a la parte delantera y le pide al chófer que nos lleve al hospital. El miedo y las lágrimas se hacen presentes. Bell sigue sin reaccionar, lo único que me queda es rogar que mi amiga sea fuerte hasta que lleguemos al hospital. 

                                                             ***

Estacionamos el auto, Abden saca a Bell del asiento de atrás y la lleva a la entrada que tiene la palabra "URGENCIAS" en grandes letras de luz roja. Como puedo, le pido al taxista que nos espere para recibir su paga, pero el Señor me dice que no me preocupe por eso y que vaya tras mis amigos. Le agradezco y salgo corriendo tras de Abden, que ya entró a la sala de Urgencias.

—¡Ayuda, por favor! ¡Mi amiga no reacciona! —grito al entrar.

Varios enfermeros se acercan a nosotros y acuestan a Bell en una camilla. Le revisan el pulso, abren sus ojos y observan su boca con una linterna pequeña.

—¿Cuánto tiempo lleva inconsciente? ¿Sabe si padece alguna enfermedad cardíaca? ¿Tiene asma o alguna dificultad respiratoria?

Tantas preguntas juntas provocan que me desespere aún más.

—Yo...no lo sé. —respondo con un mar de lágrimas en mis ojos.—¡Ya, ayúdenla! ¡Se está muriendo! —chillo asustada, al no ver reacción alguna de Bell ante las reanimaciones de las enfermeras.

—Por favor, espere aquí.—me dice un enfermero al mismo tiempo que se llevan a mi amiga por un largo pasillo.

Tapo mi boca ahogando mis sollozos, Abden se acerca para abrazarme y lloro en su pecho.

—Tengo miedo, Abden. No quiero que nada le pase.

—Ella estará bien, es fuerte y joven. Todo estará bien.

—No me dejes sola, por favor.

Toma mi rostro quitando las lágrimas y me da una cálida sonrisa.

—Nunca lo haría.

Miro el pasillo por el cual se llevaron a Bell y tiemblo. Me recuerda a cuando yo misma tuve que luchar por mi vida en un maldito hospital.

Abden me guía a unos asientos cercanos, nos recostamos e intento calmar un poco mi llanto.

—Tú puedes irte, si no quieres faltar a clases no es necesario que te quedes —me dice.

—No puedo dejarla sola —exclamo.

—No está sola, yo me quedaré aquí.

—No podré pensar en otra cosa que no sea saber cómo está. 

Tomamos asiento en las frías bancas azules, con el corazón en un puño y esperando recibir buenas noticias. 

Verdades OcultasWhere stories live. Discover now