Capitulo 33

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Con los tenues rayos de sol colándose por sus cortinas, las hojas de papel que abarrotaban el colchón fueron finalmente perceptibles. Una llamada entrante hizo encender el teléfono de Christian, pero su molesto timbre no bastó para despertarlo de su pesado sueño.

Entre un revoltijo de papeles arrugados, vasos de café vacíos, y unas sábanas enredadas; el hombre dormía cual tronco. Sin perturbarse ni siquiera por los golpecitos a su puerta.

—¿Christian? —George lo llamó—. Ya casi está el desayuno, ¿Quieres leche?

Mientras abría la puerta, solo la imagen de su amigo durmiendo lo recibió. Martin dejó escapar una risilla y se acercó a la ventana, abriendo finalmente las cortinas y dejando que la luz de la mañana dejara al descubierto el desastre del cuarto.

Por otra parte, sólo el gruñido molesto de Christian acabó por romper el silencio.

—!¿Cuál es tu maldito problema?! —Se quejó, y volvió a cubrirse con la sábana.

—¿Perdón?, ¡Son las diez y tú recién despiertas! —El pelirrojo espetó—. ¡Mira este lugar!... Si hoy no vas a hacer nada, al menos limpia un poco.

—¡Estoy trabajando!, ¡¿a ti qué carajos te importa?!

Y con esa frase se selló la discusión, George se retiró a los pocos minutos, a sabiendas de que no valdría la pena razonar con él.

—... Cuando  menos ven para almorzar, la comida va a enfriarse —dijo antes de cerrar la puerta.

De nuevo, el silencio reinó en la habitación, Christian se descubrió para mirar al techo. Se frotó el rostro al tiempo que exhalaba con pesadez, pues un punzante dolor había inundado su cabeza.

—Ese… Bastardo —habló entre murmullos, levantándose finalmente.

Al mirar su teléfono, la notificación con la llamada pérdida de su madre se llevó toda su atención. “Carajo”, maldijo en su mente, masajeó su sien y sin más comenzó a vestirse antes de posteriormente salir en busca de una pastilla para el dolor. Aunque estando ya en el pasillo, la fugaz mirada de su amigo no fue algo que pudiera ignorar.

—... Perdón por gritarte —Christian declaró—. Es solo que, mi cabeza me está matando.

Martin lo miró con una pequeña sonrisa, terminó de servir el almuerzo y comentó:

—Creo que quedan algunas pastillas en el botiquín, si quieres puedo pasar a la farmacia por más.

El de coleta asintió mientras igualmente esbozaba una sonrisa, guardó su almuerzo en un contenedor y sin más partió en busca de su auto. Al entrar en el elevador, su pequeña melodía de siempre era para Christian como un lejano ruido blanco que inundaba sus oídos.

Su cabeza, aunque aturdida por la migraña, no dejaba de repetir la imagen del chico con cabellos rizados. Inconscientemente apretó el agarre de su mochila mientras un fuerte bufido le salía de la nariz; “todo va a estar bien… Solo espera un poco”, se repetía entre pensamientos.

La deslumbrante luz del sol lo cegó momentáneamente mientras abandonaba el edificio, Christian subió al auto lo más rápido que pudo antes de que el dolor de cabeza lo hiciera estallar.

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Against The World [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now