❝ S i e t e ❞.

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El motor del auto era el que más sonaba en aquella vacía carretera, el tráfico no parecía ser mucho y ellos iban veloz, parecía que a nadie le importaba el almuerzo. Después de decir aquellas palabras todo fue automático, como si su cuerpo acatará perfectamente las órdenes del alfa y rápidamente lo invito al preciado banquete que Emilio tanto esperaba, para ser sinceros, Joaquín quería experimentar con alguien mayor que él, porque digamos, para Joaquín el que el alfa tenga sus treinta y siete años, era ser maduro para él y además, el cuerpo enorme del alfa se daba a que lo destrozará.

Joaquín podía sentir su entrada dilatarse, preparándose para el alfa a su lado que también estaba inquieto, el auto era conducido muy rápido y ambos estaban inquietos, era como si un mecanismo de instinto los llamaba, el alfa sentía el deber de complacer al omega a su lado y viceversa, el calor era muy grande y eso que ninguno de los dos estaba en celo. Todo era una completa locura, Joaquín se sentía nervioso, no es como si fuera su primera vez, pero si rompiendo las reglas de la ética.

A lo lejos, Joaquín pudo observar la casa de su jefe, sus nervios incrementaron y rápidamente el auto ingresó por el enorme portón negro, Emilio estaciono su Mercedes frente a su casa y salió, Joaquín rápidamente lo siguió y tomó la mano tendida de su jefe. Apenas era mediodía y no había mucha calor en Portland, ambos ingresaron rápidamente a la enorme mansión del alfa y éste lo condució por las escaleras subiéndolas en forma de Caracol.

— ¿Hacia donde vamos? — pregunto, su voz sonaban temerosa y tímida como si fuera a decir una grosería en el trayecto, Emilio lo miro sobre el hombro y le sonrió terminando de subir las escaleras y caminando por el pasillo.

— A darte la bienvenida, cariño — murmuró, Joaquín frunció el ceño confundido sin entender muy bien y Emilio amó la inocencia del pequeño chico a su lado.

Entre pasos torpes por parte de las frágiles piernas del Omega, llegaron a una puerta de color gris, Emilio la abrió y dejó ver una linda habitación con las paredes de un color grisáceo, muebles negros y una cama tendida, había un gran ventanal y un baño, un mueble sostenía una enorme pantalla, todo parecía muy elegante y desde lo más profundo de su mente morbosa, perfecta para destrozar, la mano del alfa lo jalo hacia adentro y sus manos chocaron contra el pecho del más alto mientras éste cerraba la puerta con seguro

— Podrás venir aquí, cuando desees — dijo —. Siempre y cuando me des mi premio, cariño.

Joaquín lo miro con la boca entre abierta —. Seguro.

— Bien.

Sin esperar más, Joaquín tenía los labios del mayor devorando los suyos, con torpeza empezó a seguir el beso candente que el alfa le estaba brindando, empezando a sentir cosquilleo por todo su cuerpo con el simple toque de labios, parecía que su cuerpo se volvió un espagueti andante, en cuanto sintió la dominación del alfa sobre él, se había convertido en un omega sometido y le encantaba que su jefe fuera quien lo hiciera.

Gimieron contra sus bocas cuando sus caderas chocaron entre sí y sus miembros duros y erectos tuvieron el mínimo roce, por más mínimo que sea, ese toque les quemaba, como el mismísimo infierno quemaba, sintiendo más curiosidad por saber que era lo más prohibido que pudiera pasar por sus vidas. Joaquín quiso pasar sus manos por los anchos hombros del Alfa, pero este tomó sus muñecas antes de que lo hiciera dejando confundido al más pequeño.

Su espalda fue pegada sin piedad alguna contra la pared mientras las enormes y traviesas mano de su jefe de deshacía de sus prendas, una por una, en un tortuoso vaivén de rozar sus entrepiernas. Emilio rápidamente se deshizo de los pantalones del omega dándole la vuelta y pego todo su cuerpo contra la pared, Joaquín se sostuvo con sus manos sintiendo como quedaba expuesto a su jefe, quien retrocedió y lo miro de arriba hacia abajo con descaro y una sonrisa de autosuficiencia en su rostro.

Poco jodido ➳ EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora