❝ D o c e ❞.

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Cuando las puertas son abiertas, ninguno de los dos pudo separar sus cuerpos del otro. Calientes y ansiosos por tocar el cuerpo del contrario. Joaquín sentía sus mejillas sonrojarse porque su jefe ni siquiera le permitió respirar cuando lo tenía devorando sus labios como un pequeño niño a su deliciosa paleta.

Las manos del contrario se posaron posesivamente contra las caderas del omega impulsándolo hacia él y dejando que probase el monstruo que crecía dentro de sus pantalones, hambriento por querer follarlo de una vez por todas, con sus corazones a mil y sus manos viajando de un cuerpo hacia otro, queriendo más y dejando que las llamas del placer los consumieran por completo.

Sus pequeñas manos viajaron hasta el cuello de la camisa del alfa y desligó esa parte bajando sus dedos cuidadosamente hacia la nuca de éste y acariciando los cabellos rizados del mayor en su dedo. Gimió contra su boca cuando sus erecciones chocaron por encima de los pantalones y Emilio bajo sus manos hasta el trasero del omega manoseándolo a su gusto.

—¿Quieres que te folle pequeña puta? —preguntó en un murmuró ardiente contra sus labios, la sonrisa ladina del alfa hizo que las piernas del omega temblara y asintiera sin ningún remordimiento por aquel apodo —. ¿Qué tanto lo quieres?.

—Tanto como lo desea usted —susurro contra los labios del contrario y la sonrisa socarrona del alfa se ensanchó más en su rostro.

Emilio pegó una vez más el delicado cuerpo del omega, sintiendo como éste temblaba por los toques para nada inocentes de su parte, cogió la cintura del contrario y tomó su corbata desatándola de su cuello. Jadeo contra su boca, sus labios se volvieron a unir y sus cuerpos ardían, deseosos por probarse una vez más.

Las delicadas muñecas del omega fueron tomadas y atadas por la corbata de su jefe, posicionándolas detrás de su espalda baja. Gimió contra su boca cuando los dientes del alfa atraparon su labio inferior y tiraron de este sin ninguna delicadeza. Los rizos del mayor se movían al compás de sus movimientos y sus caderas chocando lo hacían aún más caliente.

Ambos cuerpos se encaminaron entre besos y manoseos hacia una de las sillas que se posicionaban cerca de la sala, Emilio jugueteó con su sumiso, jugando con el cierre del pantalón de este haciendo sonrojarse por las penetrantes y rudas miradas que le lanzaba. Amando la manera en que las mejillas del omega se tornaban de un color amapola y la manera en que el chico se cohibía y se hacía tan tímido, solo para él.

Las ganas de hacerlo sentir placer no se le iban de la cabeza, y eso lo volvía aún más desquiciado de lo que ya estaba, él nunca pensó en el placer de su amante, él sólo quería saciar su hambre, pero mirarlo, tan vulnerable, tan tímido y tan inocente, quería hacerlo tocar las estrellas con sus propias manos, olvidando de su cabeza por quien estaba tan molesto.

—Tan caliente, para mi —susurro entre dientes tomando asiento en la silla, su mirada subió de los pies a la cabeza del chico, delineando con sus dedos las curvas que se dibujaban en las caderas estrechas y sus muslos bien formados —. Ven cariño, quiero que pruebes lo que tengo para ti.

Tomaron con fuerza la cintura del omega y lo jalo hacia él, obligándolo a abrir sus piernas y tomar asiento en su regazo, le sonrió mostrando sus colmillos deseosos por marcar toda la piel del menor, sus manos traviesas queriendo descubrir hasta el último pedazo de piel en ese cuerpo tan divino.

Los botones de la camisa blanca e impecable del omega, salieron disparados en diferentes locaciones de la casa, dejando expuesto los rosados y erectos pezones rosáceos del menor, Emilio sonrió con hambre mirando su postre y tomó lo que sobraba de la corbata halando de ella y haciendo que la espalda del menor se arqueara, relamió sus labios porque sin duda se veía tan delicioso.

Poco jodido ➳ EmiliacoΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα