Capitulo 41

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El sol de la tarde resplandecía alrededor del vecindario, padre e hijo caminaban de regreso a casa luego de ir a comprar algunas cosas en una papelería cercana.

—... Más vale que te den una buena calificación por esto —Adam bromeó, arrancándole una risa al contrario.

—No son para la escuela —Alexander comentó—. Es un trabajo que estoy haciendo junto a Thomas, quiero ayudarlo a hablar.

Su padre lo miró sorprendido, lo envolvió en un abrazo amistoso y corrigiendo sus palabras  añadió:

—Bueno, entonces más vale que lo aprecie, las impresiones a color no son tan baratas.

Alexander esbozó una leve risa, miró rápidamente las hojas que cargaba mientras las leía; con ello los nubarrones de sus pensamientos comenzaban a disiparse poco a poco, luchando para convencerlo de que ahora las cosas serían diferentes. Y la sonrisa en su rostro no fue algo que su padre pudiera ignorar.

—Voy por unos cigarros —comentó Adam, señalando la pequeña tienda frente a ellos—. ¿Tú quieres algo?

El de ojos ámbar negó mientras se aproximaban al negocio, no tomando demasiado tiempo para que una presencia familiar hiciera que Alexander se detuviera en seco. La sangre se le fue a los tobillos al tiempo que un horrible escalofrío de terror subía por su espina dorsal; “¡Mierda!”, maldijo en su mente.

Adam rápidamente se volvió hacia su hijo tras no oírlo pasar. La sonrisa de su rostro se desvaneció mientras le preguntaba dulcemente:

—¿Alex?, ¿Qué pasa? —Mas no obtuvo respuesta, pues los labios del chico se habían sellado en un inesperado movimiento de protección.

Pese a ello, montones de palabras se arremolinaban en su cabeza, luchando  contra el bloqueo para poder salir; aunque al final solo un rápido señalamiento al interior del negocio bastó para expresar el terror que lo inundaba.

Adam miró, solo notando al hombre sentado en el mostrador. La consternación en su cara se borró y fue reemplazada por un semblante serio.

—... Espera aquí, ya regreso —dijo antes de disponerse a ingresar.

Christian, entre tanto, le daba una última revisión al documento en su laptop.  Cada palabra grabada en su mente era la leña que alimentaba el fuego en su interior.

Momentáneamente, el timbre sobre la puerta acabó por devolverlo a la realidad, en un pequeño sobresalto cerró la laptop y se enderezó para recibir al cliente que se acercaba. Esbozando una sonrisa eventualmente lo escuchó hablar:

—¿Cuál es tu problema con mi hijo? —El recién llegado inquirió

Christian tan solo lo observó extrañado.

—¿Disculpe?

—Mi hijo —comentó Adam—, Me dijo que estuviste diciéndole algunas cuantas estupideces, y solo quería que sepas…

—No sé de qué habla —Christian murmuró interrumpiendo—. ¿Necesita algo más?

—Que te alejes de mi hijo, solo eso.

Y con paso firme, el de gafas dio media vuelta para retirarse. Una leve sonrisa curvó los labios de Christian en cuanto distinguió la figura del chico pelinegro que tímidamente se ocultaba afuera.

—No es mi culpa que no sepa criarlo —Volvió a comentar, esta vez asegurándose de que el menor lo escuchara.

Adam frenó sus pasos antes de observar fugazmente a su hijo quien, ya bastante atemorizado, le devolvía una mirada  suplicante desde la puerta. Sin embargo, ni siquiera eso bastaría para convencerlo de detenerse; pues enfurecido se giró hacia el hombre que engreidamente lo esperaba.

Against The World [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now