II

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La cazarrecompenzas cabalgaba rápidamente por el bosque. Tratando de encontrar el objeto por el que le pagarían mucho oro. Aunque, honestamente, eso no le importaba mucho; lo que realmente le interesaba era el reconocimiento que obtendría si cumplía esta misión, encontraba este preciado artefacto y lo devolvía a donde pertenecía, todos la aclamarían, sería una heroína, al fin reconocerían que ella podía ser capaz de lograr grandes proezas y que era más de lo que creyeron.

El problema era: ¿Cómo sabría dónde encontrar este objeto?

Cansada de cabalgar sin rumbo alguno, decidió buscar donde descansar un minuto, comer algo y, oh, claro, como olvidar que tenía que negociar otro trabajo. La búsqueda tendría que esperar.

No tardo mucho en encontrar una casa en medio del bosque. Definitivamente era la construcción más extraña que había visto en su vida. Seguramente su propietario era una clase de excéntrico obsesionado con las conchas o algo parecido. No le tomo mucha importancia y tocó la puerta; esta se encontraba abierta pero al entrar no había nadie adentro: La chica se encontró frente a una sala amplia donde se avistaban unas escaleras que daban a varias habitaciones.

Vaya, esto si que no lo vio venir; había pensado que la casa solamente estaba cubierta de conchas u otro material simulando serlo, pero toda la casa estaba hecha literalmente de estas. Eso era muy extraño, incluso para un excéntrico.

No confiando en el lugar pero aún con curiosidad, desenvainó su espada e hizo señas a su búho para que fuera a investigar arriba. No quería arriesgarse a que algo o alguien peligroso la tomara por sorpresa.

Su búho regresó tan pronto como se fue y le indicó a la chica que lo siguiera. Ella lo hizo con sigilo y rapidez hasta llegar a una puerta que daba a una de las tantas habitaciones.

Volteó a ver al búho cuestionándolo con su mirada; este sólo se paró en la manija indicándole que la abriera. Ella la tomó con duda, pero pensó que si su búho la había dirigido hasta allí seguramente era algo importante. Finalmente la abrió y se puso en guardia.

–¡Alto ahí!– amenazó –No se que o quien seas pero...– se detuvo al ver que lo único que había en la habitación era un niño durmiendo.

Sin bajar su espada se acercó a él y sacudió su hombro intentando despertarlo:

–¡Hey, niño, despierta!– luego notó las ramas luminiscentes que lo rodeaban y sin pensarlo dos veces las cortó, liberando así al chico de su agarre.

Casi instantáneamente este abrió los ojos, rápidamente se levantó, confundido vio sus alrededores y al posar su vista en ella cuestionó alterado:

–¿Q-Quién eres tú? ¿Qué es este sitio? ¿C-Cómo llegué aquí? ¿Dónde está mi padre? ¡¿Qué está pasando?!–

–¡Shh!– lo calló ella poniendo una mano en su boca –Mira, yo se tan poco como tú sobre todo esto, pero lo que si se es que al parecer algo o alguien no muy bueno vive aquí y si llamamos su atención probablemente no podamos salir de aquí de una pieza. Así que haz el favor de calmarte y sigueme en silencio ¿Está claro?– el chico asintió y sólo se limitó a seguirla hasta la salida.

Una vez afuera, la chica subió a su caballo y le hizo una seña para que él hiciera lo mismo.

El chico miró inseguro a la yegua, a la chica y luego al bosque. Cerró los ojos y dio un paso saliendo de la casa. Volvió a abrirlos y viendo que sus pies tocaban el césped sonrió emocionado.

La cazarrecompenzas no podía creer lo que veía; bastante malo ya era tener que cargar con un niño asustado, pero esto era el colmo; pareciera como si el chico nunca hubiera salido de casa.

Rodó los ojos, rápidamente lo cargo sentándolo delante de ella y cabalgó tan rápido como pudo. Perdiéndose entre el follaje, dejando atrás ese extraño lugar.

La otra versión de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora