Epílogo

482 37 40
                                    

Quirin volvía una vez más a su casa en Vieja Corona derrotado.

No importaba cuánto buscara, se esforzara o cuánta ayuda pidiera; jamás podía dar con el paradero de su hijo perdido. Incluso había viajado más allá de los siete reinos a naciones mucho más al norte como Arendelle o, lo contrario, hacia las Islas del Sur. Pero nunca encontraba ni siquiera una sola pista de lo que lo mantenía en su constante búsqueda. Nada. Sin importar a donde fuera o que tan lejos estuviera, lo único que hallaba era absolutamente nada.

Algunos le habían dicho que lo dejara, que era una causa pérdida; habían pasado ya 9 años desde aquel incidente y no había ni rastro de su hijo.

Es más, muchos lo daban por muerto ya que no era lógico que en todos éstos años no hubiera ni un sólo rastro del niño. Sin embargo, no se atrevían a mencionar aquello por su líder; era un tema sensible y no querían herirlo, después de todo, había perdido no sólo a su hijo sino también a su esposa... Aún así, no querían darle falsas esperanzas.

Quirin sabía muy bien lo que las personas del pueblo pensaban de esto aunque ellos no lo supieran. Algunas veces había considerado la posibilidad de que ya no tuviera a un hijo a quien recuperar... Pero la rechazaba al instante. No. No era posible que su hijo estuviera... Ya sabes. Él sabía que estaba ahí afuera en alguna parte. Debía de estarlo...

El sonido de alguien tocando la puerta lo hizo salir de sus pensamientos y se dirigió a abrirla. Al hacerlo se encontró con su hermana de hace tantos años a quien le había pedido ayuda hace unos pocos días. Se preocupó un poco al verla de vuelta tan pronto ¿Acaso traía malas noticias? ¿O había descubierto algo importante? ¿O quizá venía a confirmar lo que tanto temía pero no se atrevía a admitir?

Temiendo lo peor preguntó titubeando un poco:

-¿Adira...?-

Ella sólo sonrió y asintió apartándose de la puerta dejando así a la vista a un adolescente delgado con cabello oscuro y junto a él una chica con cabello corto. Ambos se encontraban de espaldas, pero al voltear Quirin no pudo ocultar su asombro y sorpresa al ver a aquel niño de frente.

Acercándose lentamente a él pudo ver con más claridad sus facciones. Era igual a su madre... Sin duda era él. Su hijo... Varian.

Quirin acercó su mano con delicadeza hacia el rostro del niño y acarició su mejilla. No estaba soñando. Él realmente estaba aquí. Después de tantos años...

. . .

Varian y Cassandra esperaban afuera de un viejo castillo en el pueblo de Vieja Corona donde Adira les había dicho que residía el verdadero padre de Varian.

El chico estaba nervioso por conocer a éste hombre y tenía algo de miedo ¿Y si realmente él no era su padre y todo era una trampa? ¿O si si lo era pero no era una buena persona? ¿Y qué tal si no lo reconocía o lo rechazaba o...?

La mano de Cassandra en su hombro lo hizo voltear hacia ella y ésta sólo le dijo:

-Ey, tranquilo. Todo saldrá bien- trató de tranquilizarlo al ver lo nervioso que estaba.

-¿Y si no?- preguntó el niño con preocupación.

-Entonces nos tenemos el uno al otro- le sonrió ella y él se calmó un poco sonriendole de igual forma.

Entonces ella volteó al notar que un hombre salía del castillo y Varian hizo lo mismo. Era él. Su padre.

El hombre empezó a avanzar hacia él y Varian tuvo el impulso de retroceder pero se detuvo. Al estar más cerca del hombre pudo notar que no se parecían físicamente, lo que lo hizo temer que todo fuera una trampa. Pero al observar la expresión de éste, tan conmovida, tan incrédula y al mismo tiempo con una chispa de esperanza, lo hizo descartar esa posibilidad.

El adulto se arrodilló y tomando su mejilla con suavidad sonrió con lágrimas en sus ojos. Varian no pudo evitar hacer lo mismo y pronto fue envuelto en un cálido abrazo por parte del hombre.

Cassandra los miró con una sonrisa en su rostro. Su amigo finalmente había encontrado a su verdadera familia.

La otra versión de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora