Capitulo 51

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Un inconsciente quejido fue apenas perceptible escapando de los labios de Ethan, quien observaba pensativo a través de la ventanilla. “Maldito par de idiotas”, se quejó en su mente.

—¿Ahora qué tienes? —Paul cuestionó una vez que notase la molestia en su hijo.

—Nada.

El joven se limitó a decir, disimulando con ello un poco de su malestar. Permanecía mirando por la ventana y quejándose en silencio.

La culpa se le arremolinaba como un fuerte nudo en su estómago. Un incómodo dolor que no hizo más que empeorarlo todo, un quejido inconsciente terminó por salir en su lugar al tiempo que fastidiado se frotaba la sien y el entrecejo.

—… ¿Estás bien? —De un momento para otro, la voz de Robert lo sacaría de sus pensamientos.

—¿Eh?... S-Si, sólo es un poco de migraña —habló, bajando el volumen de su voz con cada palabra, desvío su mirada hacia la ventana con una gran vergüenza de por medio.

“¡Yo no le hice nada!, ¡¿Por qué carajos estoy pensando en eso?!”, la furia lo invadía de a poco; sacudió su cabeza en espera de que aquel sentimiento abandonara su mente y lo dejara en paz de una vez por todas.

Su mirada se perdió en el paisaje del camino, dándole una distracción adecuada para ignorar la guerra que su mente estaba a punto de desatar.

De cualquier manera, la decisión estaba tomada y ambos bandos ya estaban listos: aquel que intentaba seguir con sus planes sin más contratiempos, contra ese que (abanderado bajo la culpa) luchaba para hacerle entrar en razón.

—Carajo —Se quejó en voz baja, bastando unas cuantas inhalaciones para que el dolor en su estómago se calmara  por unos instantes.

—Carajo —Se quejó en voz baja, bastando unas cuantas inhalaciones para que el dolor en su estómago se calmara  por unos instantes

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La tarde llegaba a su fin con el ocaso del sol, haciendo que su tenue brillo inundara pequeñas secciones de aquel cuarto.  Thomas estaba acostado y, de nueva cuenta, siendo invadido por un gran temor. “¿Y si no me creen?”; solo aquellas molestas palabras invadían su mente.

Gruñó fastidiado, no podía permitirse que el miedo volviera a consumirlo, no ahora que había comenzado a armarse de valor para enfrentarlo luego de catorce años repletos de inseguridad.

Inconsciente se frotó el rostro y suspiró, la burlona mirada de su primo lo seguía atormentando silenciosamente. Harto,  se giró antes de perderse entre sus pensamientos.

Sus manos comenzaron a temblar, un último respiro entrecortado salió de sus labios antes de que con fuerzas cerrara los ojos, el temor y la angustia comenzaban a carcomerlo por dentro; una lenta tortura que sólo empeoraba con los cientos de recuerdos que saturaban su cabeza.

“No… Otra vez no”, su mente le repetía con desespero. La mirada se le nubló al tiempo que lágrimas bajaban por sus mejillas, aterrado de cualquier cosa que Ethan podría internar si es que abría la boca.

Desesperado, se abrazó ambas piernas mientras en silencio sollozaba.

Tan solo una fría ansiedad predominaba en su mente, ansiedad ante sólo pensar en lo que podría pasar más adelante. Esa misma de la que creía ya haberse deshecho al encarar a Ethan. “¡¿Por qué demonios no puedo hacer que esto se detenga?!”, Se dijo mientras algo de furia comenzaba igualmente a crecer en su interior.

Poco a poco comenzaba a abrir sus ojos, luchando así contra el terror que amenazaba con inundar su cabeza; “No te rindas ahora, no te puedes rendir tan pronto”. La vista se le aclaró mientras repetía aquellas palabras en sus adentros, Thomas se dedicaba a respirar, sólo encargándose de superar aquella crisis por sí solo.

Tras unos minutos, su continúa respiración ayudó para rebajar un poco el desastre con la ansiedad, a pesar de que tanto sus piernas como sus manos seguían temblando debido al estrés; de nueva cuenta suspiró.

“Piensa que ellos harán lo correcto”, mas como los cálidos rayos del sol entre el nubarrón de su consciencia, las palabras de Alexander le devolvieron la calma.

Siendo con un determinado chispazo de valentía que se puso de pie; tomó asiento en el escritorio y, con lápiz en mano, sacó de su cabeza esas palabras que por años había resguardado. La luz de la tarde se desvanecía a su alrededor, y con ella su miedo también se largaba.

Empuñando el papel, buscó por el pasillo a sus padres, encontrándolos en su alcoba luego de unos instantes.

—Ah, ¡Hola compañero! —Stuart lo saludó con una sonrisa, un gesto que se borraría en cuanto notara la preocupación que asaltaba a su hijo.

—¿Estás bien, Thomas? —Claire añadió mientras tomaba asiento en la cama.

El de ojos cerúleos tan sólo permaneció de pie, jugueteando inconsciente con el papel entre sus manos, respiró suavemente y decidido ingresó junto a ellos. Sin decir más nada se lo entregó a su madre.

Ambos mayores se lanzaron fugaces miradas en silencio, titubeando por un momento, hasta que los nervios del chico les hicieron imposible no desdoblar la pequeña carta.

Y lo que encontraron ahí sólo los dejó helados de la impresión:

“Ethan me está molestando, no me gusta estar con él.”

Un corto silencio de nueva cuenta se manifestó, callar que para los dos adultos se sintió como un balde de agua fría cayendo sin previo aviso.

Varios recuerdos comenzaban a inundar sus mentes; recordaron la reacción de Thomas al verlo cuando llegó de visita y lo incómodo que se sintió el día de su cumpleaños.

Stuart se quedó inmóvil, sin saber cómo procesar lo que acababa de leer. Levantó la mirada, encontrando los ojos llorosos de Thomas, quien aún parecía estar debatiéndose entre el miedo y la esperanza de haber hecho lo correcto.

—Thomas… —murmuró, mientras bajaba el papel lentamente—. ¿Cuánto tiempo llevas sintiéndote así?

El chico, con su respiración ya un poco entrecortada, apenas pudo responder encogiéndose de hombros. La voz de su padre lo descolocó un momento, pero no tanto como la expresión en el rostro de su madre.

—Mi amor —Claire dijo con voz suave, abrazando delicadamente al menor—. Lo siento tanto… No sabíamos que esto te estaba pasando.

—Es-Escucha… Vamos a hablar con él, lo prometo —Stuart añadió—. Vamos a resolver esto juntos, pero primero necesitamos que nos digas todo lo que pasa, ¿Okay?

Thomas limpió sus lágrimas antes de asentir tímidamente.

—¿Crees que puedas hablar ahora? —Su madre le inquirió con dulzura, mientras le acariciaba el hombro.

Por su parte, el de ojos cerúleos solo se limitó a negar en un rápido movimiento de cabeza, sus dedos temblaban mientras intentaba distraerse con la textura de sus pantalones. Para su suerte, solo bastando esa reacción para que sus padres lo dejaran ir.

Thomas exhaló un suspiro mientras regresaba a su habitación; la puerta se cerró tras de sí y, como si un enorme peso hubiera sido removido de sus hombros, se dejó caer sobre su cama. “Todo… Todo va a salir bien”, sus pensamientos comenzaban a despejarse al tiempo que aquellas palabras se repetían una y otra vez, dejándolo descansar por primera vez en años.

Against The World [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now