.Seis.

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—Hasta pronto, Aaron—dije.

Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Billie, quién seguía parada allí, de brazos cruzados y mirándome.

—¿Decidiste hacerle caso a Sabrina?—bromeó.

—¿Qué?—inquirí, confundida.

Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla.

—Sí, eso de buscarte pareja—musitó, pero la broma ya no le salió como tal.

Exploté en estruendosas carcajadas.

—Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor—expliqué—Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Sabrina.

Ella río.

—¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré—bromeó, divertida.

—No hace falta, ella lo sabe—abrí la puerta y Billie se introdujo detrás de mí—¿Si sabes que Sabrina llega hasta las ocho verdad?—dije, sarcástica.

—Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aquí mientras que la espero.

—Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega—pensé… esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?

—Gracias, qué linda—musitó y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro—Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Finneas, ¿lo recuerdas?—dijo, totalmente ajena al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras.

—Emm… sí, estoy emocionada—farfullé.

—Finneas también.

Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo encontraba cada vez más cómodo y magnífico. Ella tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Sabrina, porque luego, al verlas reírse una con la otra y llamarse “amor” ésta empezaba a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

***

—¡Bestia, arriba!—Sabrina tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.

Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Sabrina me viera con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a frotarlos para despertar, luego abrí paso a un bostezo grande.

Me paré con pereza y abrí la puerta, Sabrina estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró.

—Ponte algo lindo, algo rojo, a Finneas le gusta el rojo—dijo.

—Estás loca—musité y me di la me di vuelta para vestirme.

—Si quieres gustarle a Finneas, escucha mis consejos—gritó desde la cocina.

—No quiero gustarle a Finneas, ¡ni siquiera lo conozco!—me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Sabrina por emparejarme.

—Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento.

—Eres perversa—la fulminé con la mirada.

—Pero así me quieres—me sacó la lengua y me vi obligada a reír.

—Tonta—dije.

Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans ajustados, sólo por llevarle la contraria a Sabrina.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum